Una Cumbre Tormentosa

Este viernes y sábado, la capital de Perú, Lima, será la sede de la VIII Cumbre de las Américas, una reunión diplomática buscada por los EE. UU. A mediados de la década de 1990, marcada por la "caída" prevista de la Revolución cubana.

Este viernes y sábado, la capital de Perú, Lima, será la sede de la VIII Cumbre de las Américas, una reunión diplomática buscada por los EE. UU. a mediados de la década de 1990, marcada por la "caída" prevista de la Revolución cubana. No por coincidencia, su primera sede fue Miami.

Sin embargo, en 32 años los contextos políticos han cambiado una y otra vez. Una buena prueba de esto es que en la reunión anterior, celebrada en Colombia, todos los participantes, con la excepción, por supuesto, de los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, expresaron al entonces receptivo presidente Barack Obama, que si Cuba no era invitada al La próxima Cumbre (la de este año) no habría más cumbres.

Hoy, cuatro años después, el cambio en la correlación de fuerzas en la región es una realidad obvia. Obama ha sido reemplazado por un agresivo Trump y el equilibrio inestable entre los gobiernos progresivos y revolucionarios, y los dirigidos por los aliados tradicionales de los Estados Unidos tienen un signo diferente.

Argentina marca el estado de los avances del derecho oligárquico de la política neoliberal, al cual debemos agregar el golpe suave y legal que logró hacer a un lado a la presidenta electa de Brasil, Dilma Roussef, y devolver la administración de este país-continente, al viejo derecho oligárquico.

El recién electo presidente de Chile, Sebastián Piñera, es un millonario neoliberal que regresa a la casa del gobierno, mientras que Colombia, México, Paraguay, El Salvador, Venezuela y Bolivia esperan procesos electorales a corto plazo, cuyos resultados nos darán una realidad idea de la correlación de fuerzas en la región.

En el lado progresivo, nos quedamos con Venezuela (excluida de la Cumbre), Bolivia, Cuba (que asiste por primera vez en medio de un delicado proceso de transformación interna), Nicaragua, El Salvador (con un futuro incierto después los desastrosos resultados de las elecciones legislativas), y seguramente dos o tres países caribeños pequeños y siempre vulnerables, lógicamente agradecidos por el proyecto de Petrocaribe mantenido por Venezuela.

Entre la última cumbre y esta, dos personalidades importantes e influyentes han desaparecido físicamente: Fidel Castro y Hugo Chávez. Además, los gobiernos de Argentina, Chile, Brasil y, seguramente Ecuador, han cambiado de color, mientras que Uruguay ha mitigado definitivamente su posición. Los pronósticos hasta ahora indican que Colombia, Paragüay y El Salvador fortalecerán las posiciones del derecho.

La realidad es que la hegemonía tradicional del imperialismo norteamericano ha logrado recuperar sus posiciones, sin mucho costo o esfuerzo, como consecuencia de los graves errores de visión, prácticas y perspectivas de los gobiernos izquierdistas y progresistas que marcaron a América Latina en los últimos 20 años.

La Cumbre de gobiernos en Lima no es decisiva ni vinculante, y todo indica que tendrá como objetivos principales afirmar la tendencia económica neoliberal que prevalece hoy en la región, y apoyar, por mayoría simple, el hostigamiento contra el Gobierno venezolano con un ojo, para derrocarlo de alguna manera. Este último es, en este momento, el objetivo principal y estratégico del Gobierno de los Estados Unidos, y todos sus aliados en el área.

El anuncio de último minuto de que Donald Trump no asistirá a esta cumbre "tormentosa", y que ha suspendido su primer viaje a América Latina (Perú y Colombia) para poder tratar con Siria, y otros asuntos internos serios y legales, hablará claramente del hecho de que a los Estados Unidos no le preocupa el restablecimiento de su hegemonía en América Latina: está en el camino correcto y no está en riesgo.

Sin embargo, en política como en el fútbol, ​​nada es definitivo hasta el final del juego, así que más allá de esta cumbre, que seguramente será tormentosa y llena de incidentes, tendremos que agregar los resultados finales de todos los procesos electorales en curso.

Pero en esta ecuación también debemos contar con la actitud y la reacción de los movimientos sociales, civiles y políticos que, en las últimas dos décadas, han sido la base para que América Latina se convierta en escenario de importantes transformaciones sociales y económicas.

Dos décadas de progreso, pero también lleno de contradicciones y deficiencias en términos de liderazgo y coherencia.

Por el momento puede ser apropiado subrayar que Estados Unidos sigue siendo, a pesar de todo, la región del mundo con la distribución más injusta de riqueza, y que ahora el neoliberalismo amenaza nuevamente los discretos avances sociales que han disfrutado millones de personas anteriormente excluidas.