Turquía corteja a la comundiad intrernacional para conseguir apoyo en sus planes de guerra

Actualmente, Turquía está utilizando buenas palabras y concesiones prácticas en Libia y el Mediterráneo oriental para tratar de ganar el apoyo de la UE y de Estados Unidos para algo muy concreto: una operación militar a gran escala en Kurdistán Sur.

El Gobierno turco está intentando algo que no consiguió en 2009. Corteja a sus socios internacionales con ofertas de cooperación más estrecha, promete reformas internas y da así la impresión de un nuevo comienzo democrático. Exactamente las mismas promesas hechas en 2009 se tradujeron en una oleada masiva de detenciones, sobre todo contra activistas políticos kurdos -se detuvo a unas 10.000 personas en el marco de los llamados "juicios del KCK"- y en un aumento de las operaciones militares contra la guerrilla kurda del HPG. Lo mismo cabe esperar para 2021. Así lo indican una gran variedad de acontecimientos actuales.

Desde hace varias semanas, los llamamientos a la ilegalización del HDP en Turquía son cada vez más fuertes. Impulsado por el acérrimo nacionalista MHP -socio de gobierno del AKP-, el HDP es actualmente equiparado con el terrorismo y se exige acabar con él en beneficio de Turquía. Ni los partidos de la oposición, como el CHP o el Iyi Parti, ni el AKP de Erdogan plantean objeciones públicas. En relación con la suposición generalizada de que las elecciones presidenciales previstas para 2023 en Turquía podrían adelantarse, cabe esperar una prohibición del HDP este año. Antiguos cuadros del AKP como Davutoglu -ministro de Asuntos Exteriores turco durante la nueva escalada de la guerra contra la población kurda en 2015- y Ali Babacan llevan tiempo posicionándose con sus partidos recién fundados. Su retórica prokurda -conocida por Erdogan al inicio de su mandato en 2002- pretende llenar el vacío que surgiría en el panorama político como resultado de una ilegalización del HDP en las nuevas elecciones.

Desde 2019, el gobierno turco ha tomado medidas ofensivas en Libia y en torno a Chipre, que representan una grave provocación para la UE y, especialmente, para sus Estados miembros en la región del Mediterráneo. Turquía ha trasladado a Libia a miles de mercenarios islamistas, cientos de soldados turcos, equipo militar pesado y drones, con lo que ha intensificado decisivamente la guerra en ese país. También en las aguas que rodean a Chipre se intentó crear hechos consumados mediante el uso de barcos turcos de exploración de gas acompañados por buques de guerra de la Armada turca. Tras la propaganda bélica inicial y las estruendosas amenazas de los representantes del gobierno turco, el tono ha cambiado bastante. Turquía está ahora dispuesta a negociar de nuevo con Grecia. Al mismo tiempo, Turquía está intentando unirse a una alianza entre Israel, Grecia, Chipre y los Emiratos Árabes Unidos en la disputa por la explotación de las reservas de gas en el Mediterráneo oriental. Así que aquí también se ha hablado mucho últimamente de negociaciones y cooperación. En Libia, todas las armas turcas y los islamistas desplegados no han podido impedir que Turquía desempeñe un papel decisivo en la búsqueda de una solución política en el país, sobre todo gracias a los exitosos esfuerzos diplomáticos egipcios y franceses. En consecuencia, en los palacios turcos ha reinado el correspondiente silencio con respecto a este tema.

Sería un error considerar la actual ofensiva de encanto turca como un verdadero cambio de estrategia. Es igualmente erróneo afirmar que Turquía está actuando desde una posición de fuerza debido a sus numerosas provocaciones en Libia, el Mediterráneo, Armenia y el norte de Siria. La agenda estratégica de Turquía sigue siendo la ocupación de la zona que va desde Alepo hasta Kirkuk -y, por tanto, la restauración de las antiguas zonas de poder otomano en el marco del Misak-ı Millî (manifiesto político turco tras la Primera Guerra Mundial con el objetivo de anexionar el norte de Siria y el norte de Irak al territorio del entonces recién estrenado Estado nacional turco). Un elemento central para la aplicación de estos planes es el aplastamiento de la resistencia kurda -incluidos los pueblos aliados con ellos, por ejemplo, en el norte y el este de Siria- y de su fuerza más fuertemente organizada, el PKK. Como Turquía sabe muy bien que es demasiado débil para hacerlo por sí sola, actualmente está tratando de conseguir el apoyo internacional necesario en una especie de intento desesperado. De ahí su actual ofensiva de encanto. Erdogan, su gobierno y el aparato estatal turco intentan actualmente ganarse el apoyo de la UE y de Estados Unidos para algo muy concreto con la ayuda de palabras bonitas y concesiones prácticas en Libia y el Mediterráneo oriental: una operación militar a gran escala en el sur del Kurdistán (norte de Irak) este invierno/primavera.

A nivel regional, Turquía cuenta con el apoyo del KDP (Partido Democrático del Kurdistán). Tras la reciente visita del ministro de Defensa turco, el jefe del Estado Mayor y el jefe de los servicios secretos del MIT a Bagdad el 18 de enero, parece que el gobierno iraquí se ha negado a dar luz verde a la ocupación turca del norte de Iraq. Por lo tanto, Turquía buscará el apoyo político y militar europeo y estadounidense con mayor intensidad en los próximos días y semanas. Es evidente que Berlín está más que preparado para ello. No hay otra forma de entender la visita del ministro de Asuntos Exteriores alemán a Ankara el 18 de enero de este año. Y el acuerdo de libre comercio entre británicos y turcos, concluido a finales del año pasado, también apunta a una estrecha cooperación futura entre ambos países.

Así que las bonitas palabras de Ankara tienen un feo objetivo: la guerra en el Kurdistán del Sur. Contra esto, se desarrollará una gran resistencia en la propia región, que podría arrastrar al Kurdistán del Sur y a Irak a un caótico torbellino. Quien quiera evitar el enorme sufrimiento humano que conlleva y no esté dispuesto a dejar que su propio gobierno participe en tales crímenes, tendrá que actuar. Porque las guerras sólo pueden librarse si la sociedad no las impide.

*Arif Rhein es empleado de Civaka Azad - Kurdisches Zentrum für Öffentlichkeitsarbeit e.V.