Desde el 23 de octubre, una lluvia de bombas cae sobre la región kurda de Siria (Rojava), ubicada en el norte del país y fronteriza con Turquía. Cada uno de esos misiles tiene una firma clara: Recep Tayyip Erdogan, el mandatario turco que no pierde el tiempo cuando se trata de perseguir o reprimir al pueblo kurdo.
Los ataques de Turquía contra Rojava son continuos desde el 2018, pero la intensidad creció en los últimos días. El gobierno turco alega que los bombardeos están justificados luego de que dos miembros de las Fuerzas de Defensa del Pueblo (HPG, guerrilla kurda del Partido de los Trabajadores de Kurdistán -PKK-) realizó una acción militar contra la Industria Aeroespacial Turca (TUSAŞ), en las cercanías de Ankara. Este ataque, en el que participaron dos milicianos kurdos, dejó como saldo cinco personas muertas y 19 heridos.
Antes de que las HPG reconocieran la autoría del ataque, el Ejecutivo turco ya había decidido su respuesta: lanzar bombardeos indiscriminados contra la zona contralada por la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria (AADNES). En Rojava, pero también en otras regiones del noreste sirio, la AADNES gobierna desde el 2012, cuando los pueblos de esa zona, encabezados por el movimiento político kurdo, declararon la autonomía e iniciaron un proceso de autodefensa y creación de nuevas instituciones que reemplace la administración estatal que depende de Damasco.
Hasta el cierre de esta edición, los ataques turcos dejaron como saldo 17 personas fallecidas -entre ellas tres menores de edad- y 65 heridos. Además, los bombardeos alcanzaron centros de salud y educación, panaderías, almacenes de harina y cereales, silos de trigo, centrales eléctricas, fábricas, redes telefónicas y estaciones de agua y combustibles. Debido a los ataques, en el noreste sirio 120 mil ciudadanos y ciudadanas se quedaron sin agua y electricidad en ciudades como Amude, Tirbespiye y Kobane. Según la AADNES, los daños provocados por Turquía ascienden a los cinco millones de dólares, una cifra por demás de importante para la región, teniendo en cuenta que el territorio se encuentra bloqueado económicamente y agredido no sólo por el Estado turco sino también por los remanentes del Estado Islámico (ISIS o Daesh).
Desde la AADNES denunciaron que hasta el último martes Turquía había lanzado un total de 1031 ataques, entre bombardeos aéreos y de artillería. La Administración Autónoma también alertó que en Rojava podría generarse “una catástrofe humanitaria y económica” y que “los esfuerzos por erradicar el terrorismo” estarían amenazados por las políticas represivas turcas. En la AADNES aseguraron que “la vida de cinco millones de personas está en riesgo” a causa de los bombardeos lanzados por Ankara, por eso demandaron a Estados Unidos y Rusia que intervengan para detener al gobierno turco, algo a lo que ambas potencias nunca acceden.
La avanzada militar contra Rojava se da en un contexto de fuerte convulsión interna en Turquía. Además del ataque de la insurgencia, el miércoles pasado se conoció que el líder kurdo Abdullah Öcalan fue visitado en la isla-prisión de Imrali por su sobrino y diputado del partido por la Igualdad y la Democracia (DEM), Ömer Öcalan. El fundador del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) se encuentra encarcelado desde 1999 y hacía 43 meses que las autoridades penitenciarias le negaban tener contacto con el mundo exterior. Este hecho no sólo viola las leyes internacionales sino que las propias normas internas que rigen en Turquía.
En estos días, las protestas en Turquía y el noreste de Siria se multiplicaron ante las incursiones militares ordenadas por Erdogan. En las movilizaciones además se demandó que finalice el aislamiento al que es sometido Öcalan para, de esa manera, encaminar un diálogo de paz entre el Estado turco y el pueblo kurdo que habita el sudeste turco, unos veinte millones de habitantes que hace décadas ven sus derechos políticos y culturales cercenados.
El domingo pasado, el co-presidente del partido DEM, Tuncer Bakirhan, denunció al gobierno de Ankara por bombardear Rojava y recrudecer la represión en la región kurda de Turquía (Bakur). El representante de la tercera fuerza política del país denunció que el Estado turco “desperdició” tres billones de dólares en el área de defensa. “Esta cantidad, con la que los trabajadores y los oprimidos pueden vivir humanamente, ha caído sobre los kurdos en forma de cañones y balas”, resumió Bakirhan.
En el Movimiento de Liberación de Kurdistán -que nuclea a cientos de organizaciones en las cuatro partes en que está dividido el territorio kurdo, incluidos el partido DEM y las fuerzas que dirigen la AADNES- dejaron en claro que la paz en la región llegará de la mano de un diálogo en el que Öcalan participe de forma activa y cuando Turquía detenga los engranajes de la maquinaria de guerra que comanda.
Fuente: Leandro Albani para Tiempo Argentino