Las violaciones de derechos se han multiplicado durante el período de la pandemia en la cárcel de Diyarbakir. Esto es lo que se desprende de una carta escrita por once prisioneras políticas a la presidenta de la IHD, la abogada Eren Keskin. A las presas se les pide incluso que paguen por su propio consumo de electricidad. El ala de celdas A-12 recibió una factura de electricidad de 313.74 TL en noviembre.
Las condiciones de los prisioneros recuerdan a la época del golpe militar del 12 de septiembre de 1980. La pandemia está siendo utilizada como coartada para un trato degradante, escriben las once mujeres. Se ignoran la salud y los derechos humanos. "Incluso el aire que respiramos está sujeto a obstáculos burocráticos con el pretexto de las medidas de COVID-19", escriben las mujeres.
Desde hace meses se han cancelado las salas comunes y las actividades sociales y sólo se pueden realizar visitas de una sola persona. Además, se interceptan las conversaciones de los abogados.
"Se están anulando los derechos uno por uno"
En relación con las violaciones legales que se están produciendo, las prisioneras escribieron: "Se está utilizando la pandemia como coartada para cancelar nuestros derechos legales y humanitarios. Muchas de nosotras sufrimos enfermedades crónicas, pero sólo hay un médico que viene a la enfermería un día a la semana. Si se llama al servicio de emergencia en casos urgentes, aparece después de 30 o 40 minutos, aunque el hospital esté a sólo cinco minutos de distancia".
Encadenan a las presas durante los traslados
"Se utiliza la doble restricción en el traslado al juzgado o al hospital. Se esposan ambas manos y la persona es encadenada a otra con un segundo juego de esposas. Este método no sólo es degradante, también es una amenaza abierta a nuestra salud por la falta de distanciamiento social durante la pandemia. Por este motivo, llevamos casi un año sin ir al hospital o al juzgado. Así se nos priva del derecho a defendernos personalmente en los tribunales. Hay compañeras que pretendían ir al juzgado y al hospital a pesar de la doble restricción y han sufrido problemas respiratorios en el traslado, que es pequeño y parece un ataúd. Tuvieron que ser transportadas de vuelta a mitad de camino".
Cámara de vigilancia 24/7
Las prisioneras continuaron: "Nuestro espacio vital está monitoreado 24/7 con cámaras. La cámara en el patio está preparada para que puedan verse nuestras camas y el baño. La habitación que usamos durante el día es monitoreada por otra cámara. Como prisioneras, consideramos la vigilancia 24/7 como una violación y un ataque a nuestras vidas íntimas. Además, las celdas son revisadas cada semana numerosas veces".
Registros al desnudo, sin vendas, cuarentena
Como las mujeres escribieron, las prisioneras recién llegadas son forzadas a someterse a un registro completo desnudas. A esto le sigue una cuarentena de dos semanas, durante la cual no se garantizan las necesidades básicas. Las mujeres tienen que rasgar sus sábanas o ropas y usarlas cuando están menstruando. Las madres detenidas con bebés y niños pequeños también deben permanecer en cuarentena durante dos semanas".
Los libros que ponen en peligro la seguridad de la institución
Los presas también escribieron: "Aunque se han cancelado todas las actividades sociales, el número de libros distribuidos se ha limitado a diez en dos meses por persona. Algunos libros se clasifican como peligrosos y se confiscan".
El libro "La libertad de expresión, los principios y Turquía" fue retenido recientemente porque alegan que contiene propaganda del PKK y, por lo tanto, pone en peligro la seguridad institucional. En la justificación dice que pueden ganarse simpatizantes del PKK con su lectura. Las mujeres apelaron en vano. Un capítulo de dicho libro está escrito por el Presidente del Tribunal Constitucional. "El hecho de que esto ponga en peligro la seguridad de la institución resume la falta de derechos y la arbitrariedad en las prisiones de Turquía", escribieron las mujeres. Excepto los medios de comunicación principales, todos los periódicos, revistas, folletos e incluso los crucigramas están prohibidos.
Las madres son separadas de sus hijos
Salvo un número limitado de prendas de vestir, no se pueden enviar cosas básicas a las prisioneras desde el exterior. Sólo pueden ser compradas en el economato, pero faltan muchas cosas. "Y los productos existentes son de muy mala calidad y extremadamente caros", escribieron las mujeres en su carta.
Como último punto, las prisioneras denuncian que que las autoridades separan a las madres de sus hijos y que no han permitido las visitas durante meses.