Mientras la epidemia de coronavirus ocupa la agenda mundial, continúan los ataques del Estado turco invasor en Kurdistán y en Oriente Medio.
Se han presenciado muchas tragedias durante los ataques de la invasión del Estado turco en el noreste de Siria. Cada guerra tiene sus propias tragedias, pero algunas pueden y no deben ser olvidadas incluso transcurridos varios siglos.
Durante los ataques de invasión a Serêkaniyê y Girê Spî, el estado turco impuso a la humanidad la brutalidad del siglo. Los niños también fueron víctimas de esta, aunque no conocieran el significado de la guerra mundial. Algunos niños resultaron heridos, otros perdieron sus brazos o piernas y otros la vida.
Sara, que era la segunda de cuatro niños, vivía en el pueblo de Tilfindir en Gire Spî. Volvía del colegio, sin saber de los ataques de invasión. Sara y su tío iban en moto hacia el pueblo cuando su vida cambió para siempre. Sara cayó al suelo ensangrentada. Era el 1 de noviembre. Después de Afrin, el Estado turco y su cruel ejército comenzaron a matar gente de nuevo, atacando a mujeres y niños en la frontera con el noreste de Siria.
Era el 1 de noviembre... Fatma, madre de Sara, a quien dispararon en la cabeza los soldados del Estado turco, nunca olvidará esta fecha. Han pasado unos 8 meses desde el asesinato.
Fuimos a visitar a la madre de la pequeña Sara con un grupo de amigos. Cuando le preguntamos a Fatma sobre lo que pasó, lloraba e intentaba decírnoslo tragándose cada palabra. Incluso si no hablaba, el dolor era como un fuego ardiente en su corazón.
Fatma se quedó en silencio y no fue fácil hacerla pronunciar lo que guardaba en su corazón. El silencio de Fatma lo decía todo. Pero le pedimos que nos contara unas cuantas frases. Tal vez aquellos que no vieron su dolor ahora lo vean, aquellos que lo olvidaron ahora lo recuerden, sus corazones latiendo una vez más por la dignidad humana.
Fatma cuenta el fascismo del presidente turco Tayyip Erdogan con las palabras más simples y desgarradoras. No era la lengua de Fatma la que hablaba, sino su corazón ardiente.
"Sara tenía 6 años y no le apuntó con un arma a Erdogan, pero le dispararon. Como madre, me gustaría que mi hija fuera al colegio, que creciera y se educara".
Cada frase y cada palabra dicha por esta madre será escrita en la historia como la vergüenza de la humanidad, que se hizo la ciega, la sorda y la muda.
Y está el hermano menor de Sara, Aryen, que le pregunta a su madre todos los días. "Mamá, ¿dónde está mi hermana?" La madre, desesperada, no tiene otra respuesta que el silencio.
La madre de Sara guarda toda la ropa de su hija en una maleta. Cuando Fatma nos mostró la ropa de su hija, dijo que no separa "la ropa de mi hija de la mía propia. Porque si lo hago, siento que mi hija me dejará".
El único deseo de esta madre triste es que los ataques del estado turco invasor terminen y que todas las personas que se llaman a sí mismas humanas dejen de guardar silencio.