B.Y., una joven kurda de Amed (tr. Diyarbakir), contó a ANF cómo las mujeres son explotadas como camareras en cafés y bares y empujadas a la prostitución debido al desempleo y los problemas financieros imperantes. Es su propia historia y ha encontrado una salida. Muchas otras mujeres de Amed no lo han conseguido.
"El sistema educativo y el desempleo plantean a muchos jóvenes la alternativa de quitarse la vida o trabajar en un bar como última esperanza. Por el trabajo de todo el día en los bares y cafeterías, hay un salario de 2000 a 3000 TL, que no alcanza ni para la electricidad y el agua. Acepté trabajar por un salario aún más bajo. Para evitar que me despidieran, hacía constantemente horas extras. Sabía que me llevaría mucho tiempo encontrar un nuevo trabajo. Por lo tanto, trabajé con todas mis fuerzas y a costa de mi salud y de mí misma. En el trabajo siempre te enfrentas a miradas o palabras desagradables y a coacciones, por parte del jefe y de los clientes. Con el tiempo, esto se convierte en un hábito, lo sientes como algo normal. Cuando alguien viene y es amable contigo, crees que te quiere. Pero esto cambia al cabo de unos días. El hombre cambia su comportamiento y de repente determina cuándo os veis y qué tenéis que hacer. Como no quieres que los demás lo sepan, te distancias primero de tu familia y luego de tu círculo de amigos. Y de repente te encuentras en el pantano de la prostitución. Yo volví a salir, pero hay muchas mujeres que no lo consiguen", cuenta B.Y.
Lugares de encuentro para los proxenetas
Los bares son lugares de encuentro para los proxenetas, continúa B.Y: "Los primeros días de trabajo, piensas que son clientes normales. Con el paso del tiempo, su comportamiento y sus conversaciones te hacen ver que se trata de algo más. Ves que negocian sobre las prostitutas en el bar, y cuando no se ponen de acuerdo, llegan a discutir. Bajo la influencia del alcohol, a veces hay discusiones muy violentas. En esos momentos tienes miedo, temes por tu vida. En los bares, no sólo se empuja a las mujeres a la prostitución, sino que también son los lugares de encuentro de las bandas. Los hombres llevan a las mujeres al bar, beben durante horas y llegan a un acuerdo, luego las mujeres se van con los hombres. A los dueños de los bares no les importa porque consideran a todos clientes y no quieren perderlos".
La policía coopera con los proxenetas
B.Y. dice que muchos de los asistentes a los bares son miembros del ejército y policías: "Los policías y soldados destinados aquí van a los bares todas las noches. Saben lo que ocurre allí, pero lo pasan por alto. A menudo son estos hombres los que acosan verbal y físicamente a las camareras". En el distrito central de Ofis hay muchas "casas", informa B.Y., refiriéndose a los pisos utilizados para la prostitución: "Siempre hay policías delante de una casa que conozco. Cuando la gente del barrio y los comerciantes se quejan, la policía se ve obligada a ir a esas casas, pero no hacen nada. Ellos mismos forman parte de las bandas de proxenetas".
Por último, B.Y. nombra los cafés y bares en los que se induce a las mujeres a la prostitución y se las procura a los clientes: "Hay muchos. Conozco el Tren, el Hayal Kahvesi, el Babel Teras, el Maşiri, el Curcuna y el Penguen. El peligro para las mujeres es elevado".