El bajo precio del petróleo desencadena una crisis sin precedentes

La brusca caída de la demanda internacional de petróleo, como resultado de la pandemia internacional de coronavirus, se ha visto agravada por la congestión en la capacidad de almacenamiento.

El acuerdo alcanzado hace dos semanas, en la OPEP + Rusia, e impulsado por las presiones del Presidente de los Estados Unidos, para reducir la producción en casi 10 millones de barriles a partir de mayo, fue seguido por las declaraciones de Trump de que los EEUU contribuirían a una nueva caída de la producción.

Sin embargo, la fuerte caída de la demanda internacional, como resultado de la pandemia internacional de coronavirus, se ha visto agravada por la congestión de la capacidad de almacenamiento, por lo que la anunciada reducción de la producción de petróleo está todavía muy lejos de estabilizar los precios en el mercado.

Así, el pasado lunes 20 de abril, el petróleo de tipo Texas, referencia en los Estados Unidos, vivió la inusual situación de cotizar a menos de 40 dólares el barril, es decir: casi se tuvo que pagar para venderlo y transportarlo.

La promesa de Trump de que el Gobierno de EEUU llenaría toda su capacidad de almacenamiento estratégico condujo a un retorno positivo para el barril de Texas para el miércoles, y la tasa Brent de referencia europea vio su precio subir ligeramente.

En cualquier caso, el precio medio del crudo durante el fin de semana apenas alcanzó los 20 dólares por barril, por lo que todos los países productores, sin excepción, extraían su crudo a pérdida y ya no tenían capacidad para almacenarlo.

Según los especialistas, las condiciones actuales están lejos de cambiar a corto plazo, por lo que señalan que las primeras quiebras del sistema actual deberían producirse en las empresas norteamericanas que producen el crudo a través del controvertido método del fracking, que tiene el mayor coste de extracción, lo que podría suponer una fuerte cadena de quiebras financieras en los bancos norteamericanos.

La solución a corto plazo, para evitar una cadena de quiebras, parece pasar por una posible intervención del gobierno norteamericano, como rescate de las tres grandes empresas privadas de fracking.

Una intervención estatal que no sólo contravendría la política neoliberal que defiende Estados Unidos, sino que tendría un coste financiero difícil de calcular y una sostenibilidad limitada, dado que las condiciones del mercado internacional, así como la demanda, parecen todavía muy lejos de recuperar cierta "normalidad".