Los resultados de los comicios dibujan una sociedad muy polarizada, que podría sufrir una mayor erosión de derechos y libertad de expresión. En política exterior, se espera una continuidad de las medidas personalistas del presidente, Recep Tayyip Erdogan.
Debe agarrar el timón de una economía descontrolada
La inestabilidad económica es el gran desafío de la nueva presidencia, con una crisis inflacionaria del 40% -más del 100% en algunas ciudades del país-, una moneda descontrolada, las reservas del Banco Central bajas y un crecimiento lento. Pocas horas después de anunciarse el ganador de los comicios, la lira turca volvió a depreciarse cerca del 1% respecto al euro y al dólar, evidenciando la fragilidad de la moneda ante cualquier suceso. Se espera que caiga más en los próximos meses, después de que el gobierno de Erdogan la mantuviera estable de forma artificial cambiando moneda extranjera. Ahora las reservas han caído drásticamente y el país podría perder su capacidad de pagar a acreedores extranjeros. Ante la falta de recursos para defender la lira, cuya caída causa aún más inflación, a Erdogan solo le queda girar el timón hacia una política monetaria más ortodoxa para volver a ganar la confianza de los inversores extranjeros. Durante la campaña electoral, el mandatario no prometió mejoras económicas, e incluso llegó a negar el aumento de precios. En su primer discurso tras vencer de nuevo la presidencia, mencionó un posible cambio de política monetaria, con un plan de instalar una “gestión financiera” que tenga credibilidad internacional. Sin embargo, también criticó a los “usureros”, defendiendo de nuevo su política de tipos de interés bajos, que ha sido criticada por expertos economistas por causar un aumento de precios.
Un Parlamento más inestable
El partido de Erdogan, el islamista AKP, ha perdido casi treinta escaños respecto a los comicios anteriores, pero mantiene la mayoría en el hemiciclo gracias a una coalición con partidos de ultraderecha e islamistas. Alcanzó una mayoría de 322 escaños, lejos de los 360 necesarios para poder aprobar cambios constitucionales, que lo forzarán a intentar pactar alianzas con partidos opositores. “Los resultados de las elecciones apuntan a una ampliación de vías de actuación para los partidos nacionalistas en política y burocracia. Esto podría crear presión al gobierno de Erdogan”, señala Hakki Ozdal, periodista y analista político. Ozdal cree que la presencia de partidos nacionalistas tanto en el gobierno como en la oposición, con cerca de 400 escaños en manos de estas formaciones, puede empeorar la situación de la minoría kurda del país o de los refugiados sirios. A eso se le añade la entrada en el Parlamento de los partidos islamistas YRP y Huda-Par, que apoyaron a Erdogan a cambio de una serie de exigencias como el cierre de asociaciones LGBTI o la reforma de la ley de protección contra la violencia machista.
En materia de derechos y libertad de expresión no se espera una mejora, especialmente después de la campaña electoral de Erdogan, en la que insistió en atacar a la comunidad LGBTI y a presos opositores como herramienta para debilitar a la oposición. En su discurso de victoria, hizo alusión al ex líder de la izquierda pro-kurda, Selahattin Demirtas, en prisión desde 2016 pese a tener una sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) que pide su liberación, acusando a las autoridades turcas de encarcelarlo para limitar la pluralidad y debate político. “Liberar a Demirtas está fuera de discusión”, declaró Erdogan, tras remarcar que el líder opositor no verá la calle mientras él esté en el gobierno.
Continuidad en política exterior
Se espera que Turquía continúe con su política mediadora en la guerra en Ucrania, tanto para mantener los acuerdos económicos y el acuerdo del corredor de grano con Kiev y Moscú, como para conservar una posición más clave dentro de la OTAN. El presidente ruso, Vladimir Putin, fue uno de los primeros en felicitar la victoria de Erdogan. Moscú intervino en la campaña electoral turca para inclinar la balanza a su favor, permitiendo a Ankara que aplazara los pagos de 600 millones de euros por el gas natural y participando en la inauguración, en plena campaña, de la primera central nuclear turca. El líder ruso lleva meses insistiendo a Ankara para un acercamiento con el régimen sirio de Bashar Al Assad. Durante la campaña electoral, Turquía y Siria acordaron continuar el diálogo hacia una normalización con un encuentro con Moscú e Irán. Damasco exige la retirada de la presencia militar turca en el norte del país como condición previa a la normalización de relaciones. Sin embargo, tras la victoria de Erdogan, parece que este proceso se podría estancar. “Por el momento no hay fecha para una reunión. Las conversaciones no están previstas para un futuro próximo”, declaró el lunes el portavoz de la presidencia, Ibrahim Kalin.
Por otro lado, Ankara ratificó la entrada de Finlandia en la OTAN en marzo y dio señales de aceptar también a Suecia pasadas las elecciones, antes de la cumbre de la Alianza prevista para julio en Lituania. La ratificación de Suecia sería bienvenida también por la Unión Europea (UE), uno de los socios comerciales más importantes para Turquía. Las relaciones entre Ankara y Bruselas han pasado por muchos altibajos en la última década, especialmente después del intento de golpe de Estado en 2016, en el que Erdogan respondió imponiendo el estado de emergencia y mayores restricciones a los derechos democráticos. El gobierno de Erdogan ha pedido en varias ocasiones una renovación del acuerdo de refugiados, en el que Turquía se comprometía a acoger casi cuatro millones de sirios, con apoyo financiero de la UE. Los líderes europeos felicitaron la victoria de Erdogan, con mensajes de encaminados a hacer borrón y cuenta nueva y mejorar las relaciones con su vecino turco. Sin embargo, no se espera una reactivación de las conversaciones de adhesión. Turquía tendría que cumplir primero con una larga lista de medidas, como seguir las sentencias del TEDH o reconocer a Chipre como miembro de la UE.
FUENTE: Lara Villalón / El Mundo