Makbule Özer fue detenida en el distrito de Artemêtan (Edremit), en la provincia de Van (Bakur, Kurdistán turco), acusada de “ayudar a una organización (terrorista)”, y el 7 de septiembre de 2022 fue puesta en libertad.
Sin embargo, el 22 de abril de 2024 fue detenida de nuevo después de que la Institución de Medicina Forense (ATK) elaborara un informe en el que se decía que “podría permanecer en prisión”.
El 31 de agosto de 2024 fue puesta en libertad tras 254 días de encierro.
Makbule se encontraba en un pabellón junto con Hanife Arslan, de 75 años, y un niño de tres años. “Nos meten en prisión, seamos mayores o niños, porque somos kurdas”, declaró Makbule Özer a JINHA.
La presa enferma Hanife Arslan es trasladada al hospital casi todos los días, pero su salud se está deteriorando, nos cuenta Makbule. “En invierno y en verano había distintos problemas”, explica, añadiendo que las cárceles no son buenos lugares ni para los niños ni para los enfermos.
Hanife Arslan fue puesta en libertad bajo control judicial, por lo que tiene que presentarse en la comisaría cuatro veces por semana. “Ni mi salud ni la de Hanife eran buenas en la cárcel -relató-. La trasladaban al hospital casi todos los días, pero yo no quería que me trasladaran a un hospital después de darme cuenta de que nada había cambiado”.
A esta descripción, la mujer kurda agregó: “Las comidas en la cárcel eran muy malas. Todo el mundo enfermaba por culpa de las comidas en prisión. Aunque Hanife era trasladada al hospital todos los días, no había ningún cambio en su enfermedad ni en sus dolores. La llevaban al hospital por la mañana y luego la llevaban de vuelta a la cárcel. En la cárcel le daban su medicación y le daban comidas diferentes, pero la cárcel seguía sin ser un lugar ni para ella ni para mí”.
Cuando Makbule salió de prisión, su salud empeoró y ahora tiene que tomar muchos medicamentos. “Cuando estaba en prisión, me caí dos veces de la litera y me golpeé la cabeza. El aire y las comidas en prisión hacían que la gente se enfermara. Me sentí triste, no por mí, sino por los jóvenes que estaban en prisión. Las cárceles no son buenos lugares para los jóvenes. Cuando enfermaban, me sentía fatal. En invierno hacía mucho frío en las salas y en verano mucho calor”, aseguró.
En el mismo pabellón que se encontraba Makbule, se encontraban una mujer y su hijo de tres años. “En la prisión había gente de todas las edades -dijo la mujer-. Había una niña llamada Şahane. Siempre nos preguntaba por qué la tenían allí. Se aburría en prisión. También había niños recluidos en otros pabellones. Lo único que hacía era mirar la televisión. Cuando salí de la cárcel, no me permitieron despedirme de ella. Metieron mi vestido en una bolsa de basura y me liberaron”.
Makbule se hizo un pañuelo decorado con cuentas amarillas, rojas y verdes en la prisión, pero los guardias se lo quitaron. “Me quitaron el pañuelo y me lo devolvieron después de quitarle las cuentas -indicó-. Ni yo, ni Hanife, ni esa niña éramos culpables. Aunque éramos inocentes, nos encarcelaron. Nos metieron en la cárcel, ya seamos viejos o niños, porque somos kurdos. Todos los presos y niños enfermos deberían ser liberados de la prisión de inmediato”.
FUENTE: Medina Mamedoğlu / JINHA / Traducción y edición: Kurdistán América Latina