Como todos los líderes que han logrado perpetuarse en el poder largo tiempo, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, posee unas marcadas dotes camaleónicas. El Erdogan vitriólico y con una retórica anti-occidental que recorrió Turquía durante la campaña poco tiene que ver con aquel joven primer ministro que a principios de siglo exhibía templanza y llamaba a la puerta de la Unión Europea (UE). Con una gestión del poder cada vez más personalista, la gran pregunta que se hacen tanto dentro de Turquía como en las cancillerías de varios continentes es: ¿cuál será la versión de Erdogan que veremos los próximos cinco años?
“En política exterior, creo que habrá una línea continuista, ya que Erdogan interpretará que las urnas han validado sus políticas”, sostiene Sinan Ulgen, director del think tank EDAM, basado en Estambul. Este analista considera que Ankara continuará manteniendo su “autonomía estratégica” frente a Occidente y la OTAN, los aliados del país desde hace décadas. Desde el inicio de la guerra en Ucrania, esta ambigüedad calculada en sus relaciones con Washington y Moscú le ha reportado a Turquía unos buenos réditos.
A la vez que proporcionaba -y promocionaba- sus drones Bayraktar a Ucrania, el astuto Erdogan descartó aplicar las sanciones occidentales a Rusia, situando a la economía turca en una interesante posición de intermediario. Por si ello fuera poco, Ankara ha aprovechado su posición para jugar un papel crucial en el acuerdo entre Kiev y Moscú auspiciado por la ONU para permitir la exportación del grano ucraniano a través del Mar Negro, lo que ha realzado a nivel internacional la figura del presidente turco.
Ahora bien, según el profesor Omer Taspinar, la capacidad del gobierno de aplicar esta política independiente dependerá de la situación económica del país. Horas antes de las elecciones se supo que el Banco Central se ha quedado prácticamente sin reservas de divisas, suscitando el temor a una brusca devaluación o a la aplicación de un “corralito” (confiscación de depósitos).
“Es probable que tarde o temprano Erdogan tenga que acudir al FMI, y eso le obligará a moderar sus posiciones y acercarse a Occidente. El principal socio comercial del país es la Unión Europea. Ni Rusia ni China lo sacarán del apriete”, augura Taspinar. Una primera señal de las intenciones de Erdogan llegará pronto, con su decisión de levantar o no el veto a la entrada de Suecia a la OTAN.
El frente interno
En el frente interno, Erdogan tiene pocos incentivos para dar marcha atrás en su deriva autoritaria, que ha incluido la persecución legal de disidentes y el haber puesto las instituciones públicas a disposición de sus intereses partidistas. Además, el hecho de que el nuevo Parlamento sea el más conservador y nacionalista de la historia del país no augura nada bueno para las minorías, como la LGTBI o la kurda, así como para los derechos de las mujeres. De hecho, incluso en su discurso de victoria tuvo tiempo para acusar a la oposición de amenazar los valores nacionales por su apoyo a los derechos LGTBI.
Según el analista Soner Cagaptay, las perspectivas para la democracia turca son muy oscuras, e incluso teme que las elecciones recién celebradas sean las últimas en las que la oposición tenga opciones de desbancar al partido gobernante. “Creo que Turquía se convertirá en una autocracia, en una autocracia casi perfecta. El Estado de derecho desaparecerá, y también los últimos vestigios de autonomía (de las instituciones)”, desliza.
En cambio, Taspinar se muestra más optimista. “No creo que Turquía termine como Rusia o China. Los turcos tienen un fuerte apego a la democracia, como demuestra la participación de las últimas elecciones. Además, el empeoramiento de la crisis económica también moderará los instintos de Erdogan a nivel interno”, apunta el profesor universitario.
El futuro
Una de las principales dudas ahora es si Erdogan se retirará de la política en 2027, pues entonces ya habrá cumplido el máximo de dos mandatos presidenciales que establece la Constitución. Su partido, el AKP, y sus aliados gozan de la mayoría absoluta en el Parlamento, pero no de una super mayoría que les permita reformar la Constitución para eliminar el tope de dos mandatos. Sin embargo, sus detractores sospechan que, de una u otra forma, encontrará alguna artimaña para mantenerse en el poder.
Más allá de la Constitución, su otro límite puede ser biológico, debido a los rumores sobre presuntos problemas de salud. De hecho, tuvo que suspender su campaña durante tres días por una extraña indisposición, y su aspecto suele ser cansado y ojeroso, aparentando una mayor edad que sus 69 años. En todo caso, el horizonte tanto de Erdogan como de la atribulada oposición son las municipales que se celebrarán de aquí unos meses. Estarán en juego sobre todo las alcaldías de las dos grandes ciudades del país, Estambul y Ankara, hoy en día a manos de la oposición. Y es que cualquier de sus dos jóvenes y energéticos alcaldes podrían representar una amenaza al poder del AKP mayor que la del gris Kiliçdaroglu.
FUENTE: Ricard González / La Nación