"La Habana es el escenario de mis novelas, ya que es el lugar que mejor conozco"

Entrevista con el escritor cubano Ahmel Echevarria

Nacido en La Habana en 1974, Ahmel Echevarria se graduó en ingeniería mecánica pero ejerce, en sus propias palabras, el oficio de escritor. Ha publicado cinco libros, el primero fue una colección de cuentos, al que siguieron dos novelas, Esquirlas (Astillas) y Días de entrenamiento. Estos tres libros conforman lo que Ahmel llama "el ciclo de la memoria". De hecho, el narrador-protagonista se llama Ahmel y trata de describir lo que le sucedió a una familia cubana típica desde finales de 1958 hasta el 2000. A estos títulos se unieron más tarde las novelas Bufalo camino al matadero (Buffalo al matadero) y La Noria.

Echevarria ganó uno de los premios más prestigiosos de Cuba en 2017, el premio Alejo Carpentier por novela.

Nos encontramos con Ahmel en la casa que comparte con su compañera, la artista Cirenaica Moreira, en Cojimar, el pueblo de pescadores amado por Ernest Hemingway. La casa mira hacia el mar y tiene una vista del muelle donde Hemingway amarró su bote.

¿Cómo pasaste de ser un ingeniero mecánico a escribir?

¿Cómo puedo explicarte esto? Después de graduarme como ingeniero, hice mi tiempo de "servicio social" y conocí a nuevos amigos, algunos de ellos escritores. Serví mi "servicio social" en la Unidad Militar y en los primeros meses el trabajo no fue tan pesado. Poco a poco comencé a escribir pequeñas cosas, mini historias cortas, así como lo que llamé en ese momento poemas. Entonces un amigo, Michel Encinosa, actualmente traductor, escritor y editor, me sugirió que me uniera a un taller literario que en ese momento estaba coordinado por el autor Jorge Alberto Aguiar.

Estuve de acuerdo y, al hacerlo, conocí a alguien a quien no dudaría en llamar la persona ideal. Comenzó a hablar de literatura no solo desde el punto de vista de la técnica narrativa. Nos invitó a "pensar en la literatura", entendiendo la sociedad en la que vivimos y los factores que la afectan, como la política, la economía y la cultura. Con el tiempo, mis textos comenzaron a distanciarse de mis experiencias. Dejé de escribir desde mi propia biografía personal para crear una especie de biografía de "el otro".

¿Cómo evaluarías la literatura cubana contemporánea?

Muchos jóvenes y no tan jóvenes escriben en Cuba. Son hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales, y los temas sobre los que escriben son tan diversos y diversos como sus formas de abordarlos. Podría decirse que se encuentra en un estado bastante saludable. Sin embargo, más allá de este estado saludable, estoy interesado en el estado "menos saludable" de nuestra literatura: los escritores que han decidido emprender el camino más tortuoso, el camino que los aleja de las reglas, y que se lanzan en este espacio inexplorado sin un paracaídas o una red. Me refiero a los que se arriesgan cuando el dolor no es pequeño, ni el vacío, el engaño, las derrotas que sufren.

Hay una generación de escritores cuyo enfoque fundamental considero muy interesante. Nombrando rápidamente nombres que podría mencionar, por ejemplo, Jorge Enrique Lage, Raúl Flores Iriarte, Osdany Morales, Orlando Luis Pardo o Daniel Díaz Mantilla, cuando se trata de ficción. La literatura de los dos primeros escritores está llena de elementos absurdos, superestrellas de Hollywood, famosos cantantes y escritores internacionales en un contexto tan real como La Habana; estos lujosos mamíferos pasean e interactúan con el pueblo cubano común. Lage es muy político, Raúl, por otro lado, es más sincero e ingenuo. Osdany se propone crear una trama en la que los elementos literarios tengan múltiples capas: trama, estructura y misterio. Daniel es como una bomba de tiempo sentado en el salón de una casa que parece agradable. Orlando Luis Pardo es un animal político, coloca sus historias "por ahí", arriesgándolo todo con su discurso, su lenguaje: en su trabajo, la palabra en sí misma tiene más importancia que el conflicto.

Cuando se trata de ensayos, podría hablar sobre Jamila Medina y Gilberto Padilla. Jamila es poeta y narradora, su prosa es difícil e intensa y esto hace que la militancia en su trabajo sea dos veces más profunda e inspiradora. Gilberto se sitúa en el campo opuesto y su crítica literaria y sus ensayos tienen la ligereza, el peso y el poder letal de una bala de plata.

En cuanto a la poesía, podría nombrar a Jamila y luego a Oscar Cruz, José Ramón Sánchez, Sergio García Zamora y Javier L. Mora. Es una larga lista, realmente.

De la misma manera que hablo sobre este grupo de escritores, puedo ir un poco más atrás y mencionar escritores que ya no tienen entre 30 y 40 años, pero cuyo enfoque es muy atractivo. Pienso, por ejemplo, en Marcial Gala, Victor Flow como ensayista y poeta, Alberto Garrandés como escritor, ensayista y crítico (ha escrito algunos ensayos y ensayos literarios muy interesantes sobre el cine, centrándose en la relación entre el erotismo y el sexo en el cine, por ejemplo). Agregaría a esa lista a Ricardo Alberto Pérez, Rito Ramón Aroche, Soleida Ríos, Nara Mansur, Antón Arrufat ... y me detengo aquí sabiendo que he dejado a alguien afuera.

En su trabajo de crítica literaria y en otros lugares a menudo habla de grupos y autores que no viven en La Habana. Del mismo modo, muchos de sus artículos aparecen en revistas culturales que no se editan en la capital. ¿Discute usted por la descentralización de la literatura cubana, para que no se confunda con lo que se produce solo en La Habana?

Lo que pasa es que hay proyectos literarios interesantes, de gran rigor y riesgo, creados fuera de la capital. Podría mencionar, por ejemplo, lo que está sucediendo en el este de Cuba. Además de ser poetas, Oscar Cruz y José Ramón publican una revista llamada La Noria. Allí invitan a escritores cubanos que comparten una imaginación creativa similar, intereses y otras conexiones culturales para colaborar con ellos. Esta revista también ofrece una ventana al mundo a través de traducciones y colaboración con autores cubanos que viven fuera de Cuba y escritores extranjeros.

Otro ejemplo sería Yunier Riquenes nacido en Granma y viviendo en Santiago de Cuba. Además de ser un prolífico escritor infantil, también tiene un proyecto digital, Claustrofobias, que va más allá de la región y tiene como objetivo mostrar al mundo lo que se está creando en términos literarios en Cuba. En Holguín está el poeta Luis Yussef, que dirige una pequeña editorial llamada La Luz, que se ha convertido en una de las más importantes del país. En Villa Clara están Anisley Negrín Ruiz y Sergio García Zamora. Aunque algunos de ellos viven en La Habana y algunos fuera de Cuba, también debemos mencionar a Camagüey, de Nueva Paz, Osdani Morales (en Nueva York), de Holguín, Jamila Medina, de Pinar del Río, Agnieska Hernández.

La lista podría ser más larga, pero podemos dejarla allí, ¡mejor dejar a alguien fuera que poner a alguien que no se lo merece!

Hablemos de usted. Eres de La Habana. ¿Cómo influye la ciudad en tu escritura?

La Habana es el entorno que conozco, por eso ha terminado siendo el escenario principal de la mayoría de mis libros. Sin embargo, hay algo de mi trabajo que va más allá de este espacio personal, ya que lo que también me intriga es escribir o inventar una biografía diferente, otros escenarios.

Con el libro Búfalos camino al matadero, dejo el contexto nacional. Digamos que "viajé" a los Estados Unidos porque estaba interesado en el contexto de la vida de un tipo marginal que había estado en la guerra de Iraq y que regresa a su país con un plan: crear un plan.

Gracias a la correspondencia con un amigo cubano que vivía en Nueva York y era un trabajador social, pude conocer la esencia de esta vida. Decidí explorar un universo diferente porque quería desconectarme de un escenario que podría haberse convertido en una prisión. A medida que te alejas, también regresas. Siento que esta novela, que no ocurre en La Habana, sin embargo tiene un punto de contacto con esta ciudad y con Cuba.

Sin dudas, creo que sí, La Habana tiene un lugar en mi trabajo.

¿Qué influencias reconocerías para ti y para tu escritura?

Para mí, una influencia muy fuerte ha sido Pablo Picasso, especialmente con su pintura Les Demoiselles d'Avignon. Estoy muy interesado en las artes visuales, por eso uno de mis modelos literarios es Pablo Picasso, por la forma en que muestra interés en lo que está sucediendo, cómo se preocupa por otros artistas y culturas y luego produce una especie de traducción de lo que tiene lo cautivó.

 Entre mis influencias también están el cine, la música y, por supuesto, la literatura. Me gusta Reinaldo Arenas, Virgilio Piñera, parte de la obra completa de Cervantes y Guillermo Rosales, que no es mucho. Hay otros: Claudio Magris, Chéjov, Borges y Eco ... Como habrás notado, trato de definir la genealogía no solo en términos de su punto de partida, porque también es desde ese contexto que me gusta ser entendido. Intento producir trabajos que no teman mirar a otros escritos, trabajos que puedan incorporar las herramientas adecuadas que me ayudarán a situarme en el camino hacia la obra maestra del futuro ... aunque no lo haga alcanzarlo. Con mis propios recursos, habilidades y errores, quiero avanzar, como las manecillas del reloj.

¿Qué piensas de la política cultural cubana, especialmente con respecto al campo de la literatura?

Esta es una pregunta bastante difícil de responder dado que el estado cubano ve la cultura como la espada y el escudo de la nación. Una palabra es suficiente para el sabio: en una fortaleza bajo asedio, el escudo es para defensa, la espada para el ataque.

Hay más de unos pocos casos de autores y libros considerados políticamente incorrectos o inapropiados debido a los conflictos que abordan. El momento en que vivimos ahora no es el mismo que en los años 70; digamos que la política cultural o editorial ahora permite alguna licencia: prostitución, racismo, diversidad sexual, capítulos dolorosos de nuestra historia post '59, pero es solo "alguna licencia". Hasta que se publique más de una parte del trabajo de un autor, o de otros autores que no se pueden mencionar, ni siquiera en la televisión, hasta que un emprendedor -con sus propios recursos y asumiendo el riesgo por sí mismo- pueda establecer una editorial y circula un catálogo de autores y una revista a los quioscos de prensa, entonces la política cultural aún mantendrá esta mentalidad de sitio.

¿Qué propondrías a este respecto?

El trabajo de un intelectual es observar, conectarse y analizar, de manera crítica, el contexto en el que vive y luego compartir y hacer circular su trabajo. Por supuesto, es casi un deber elegir no solo a quién quiere dirigirse, sino también la forma de elaborar y distribuir el contenido. No es suficiente por sí solo para abrir un blog, una revista digital o convertirse en un editor independiente.

Pensar es crear, y crear es resistir.