La población de Zergelê está localizada en el valle de las montañas de Qandil, en Bashur, y está dividido por un arroyo y la carretera principal. A primera hora de la mañana del 1 de agosto de 2015, la población fue testigo de una masacre turca cuando varios aviones F-16 arrojaron nueve bombas en tres olas de ataque destruyendo seis casas. Ocho habitantes perdieron la vida en el bombardeo y otros quince resultaron heridos, alguno gravemente, entre ellos niños.
Un informe de investigación del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), que envió una delegación a Zergelê tan solo unas horas después de la masacre, señala:
“Según los supervivientes, la zona fue ampliamente inspeccionada por aviones no tripulados uno o dos días antes de los ataques aéreos; se nos dijo que el primer ataque aéreo del 1 de agosto de 2015 comenzó alrededor de las 4 AM y que la aldea fue bombardeada al menos tres veces.
El primer ataque: a eso de las 4 de la mañana, se pudo escuchar el sonido de un avión seguido de una explosión. La casa golpeada por el bombardeo fue arrasada y un hombre de 70 años llamado Ayşe Ahmed Mustafa murió en el ataque.
El segundo ataque: Mientras los vecinos trataban de rescatar a Ayşe Ahmed Mustafa, que estaba enterrado bajo los escombros de su casa, tuvo lugar el segundo ataque, alrededor de las 4.50 de la mañana. Según testigos presenciales, se sucedieron cuatro explosiones diferentes en intervalos cortos en el curso de este ataque, todas causadas por el lanzamiento de cohetes desde los aviones. Este segundo ataque causó la muerte de los civiles Hybet Resul Muhammed Emin, de 60 años de edad; Karox Muhammed Emin Hidir; Abdulkadir Ebubekir Ali; y Necip Abdullah, que trataban de rescatar de los escombros a Ayşe Ahmed Mustafa en el momento del ataque.
El tercer ataque: Mientras los residentes trataban de rescatar a los heridos de los escombros tras los primeros dos ataques, tuvo lugar un tercero alrededor de las 4:10 AM, momento en el que se lanzaron cuatro misiles”.
El gobierno de Turquía justificó la masacre de 8 civiles en Zergelê reivindicando que el ataque estaba dirigido contra un campamento de la guerrilla donde se encontraban altos mandos del PKK –esta ha sido la justificación estandarizada de las autoridades turcas para cometer crímenes de guerra contra la población del Kurdistán durante décadas. Pero sólo unos días antes de la masacre en Zergelê, el presidente Erdoğan había anunciado el fin del proceso de paz entre el gobierno turco y el PKK. “Los políticos con vínculos con grupos terroristas perderán su inmunidad y serán perseguidos. Cualquiera que apoye a los terroristas debe pagar el precio”, dijo entonces Erdoğan en referencia a los representantes del HDP.
El HDP, de base democrática, había obtenido por entonces más del 13 % de los votos en las elecciones parlamentarias, lo que impidió que el AKP de Erdoğan alcanzara la mayoría absoluta. Cuando entonces, en agosto, se proclamó el autogobierno en varios pueblos y ciudades de Bakur en los que había obtenido la mayoría, lo que representaba un contrapunto al “sistema presidencial” totalitario propuesto por el AKP, Erdoğan optó una vez más por la guerra total contra el pueblo kurdo. En septiembre de 2015 se impusieron los primeros toques de queda en barrios y ciudades enteras, seguidos de un asedio militar que duró meses. Según las cifras oficiales, 1.464 personas fueron asesinadas, pero es probable que el número de casos no reportados sea mucho mayor.
No se han vengado los crímenes cometidos por Turquía durante el asedio de las ciudades kurdas, ni la masacre de Zergelê u otros asesinatos en masa cometidos por las fuerzas de seguridad turcas contra los kurdos. En las masacres y crímenes de guerra turcos, la reacción de la comunidad internacional suele ser similar a la de los tres monos de Nikko: “No ver nada, no oír nada y no decir nada”.