La infancia de Qandil en resistencia

Los niños de Manva en Qandil tienen un mensaje para el mundo. “Tomar nuestras fotografías, todavía vivimos en nuestras aldeas, todavía jugamos. ¡No tenemos miedo del estado turco!”

Cada generación nacida en Kurdistán aprende desde la infancia como es la fea cara del fascismo. Aquellos que dividieron las tierras de la resistencia en cuatro partes, también planeaban fracturar el espíritu de la lucha de los kurdos y enterrarlo, pero se enfrentan a la dura realidad del Movimiento de Liberación de Kurdistán y de su pueblo que la recrean en el tiempo. La sed de sangre del fascismo, enfrentada a este hecho, asesina cualquier ser vivo con el que se encuentra, bajo el disfraz de la “prosperidad del país”. Para mantenerse vivo el fascismo del AKP-MHP ataca las zonas donde vive el pueblo con el sucio plan de invasión contra las tierras de Qandil.

El pueblo de Qandil tiene un lema contra este intento de invasión. “La ciudadela de la resistencia de los kurdos no puede ser traspasada”, lo cual es una respuesta clara al fascismo. Una abrumadora mayoría del pueblo canta este lema, pero ¡los niños que han venido al mundo en el epicentro del Movimiento de Liberación también tienen algo que decir! Hemos hablado con los niños de Qandil que nos daban la bienvenida con señales de victoria en cada rincón mientras avanzábamos por las calles. Los niños de Qandil han tenido que aprender el concepto de enemigo demasiado temprano en sus vidas debido al lugar en el que viven, y dicen que el estado turco no tiene derecho a entrar en la tierra en la que viven.

Cantan “Bijî Serok Apo” constantemente, y al acabar, les preguntamos, “¿Tenéis miedo de los bombardeos?” Uno de los niños, con ojos brillantes, nos contestó: “Mi nombre es Ali Rizgar Mihemed. Tengo 12 años. Nací en Balayan. Siempre hay bombardeos como éste en la aldea, pero no tengo miedo. Hay personas que nos protegen. Por dios, los turcos no pueden entrar en nuestras aldeas, ¡no nos iremos de nuestras tierras!”

Otra parada en el viaje fue en la aldea de Mavna. Ahí nos encontramos con gritos entusiastas “Bi xêr hatin heval” (“bienvenidos amigos”). Las primeras preguntas que preguntaron los niños fueron quienes éramos y que hacíamos ahí. Cuando descubrieron que éramos periodistas dijeron que ellos también querían hablar. El tema común en los mensajes de los niños de Mavna fue éste: “Tomar nuestras fotografías, todavía vivimos en nuestras aldeas, todavía jugamos. ¡No tenemos miedo del estado turco!”

Entonces los niños nos despidieron con palabras cálidas. El espíritu de la resistencia en Qandil crece con los niños, y así la lucha de los kurdos es pasada a las siguientes generaciones.