Las personas que se encuentran en el campamento de refugiados de Makhmur en Kurdistán Sur tienen una historia común: todos ellos fueron expulsados de su tierra por el gobierno turco durante la política de vaciamiento de aldeas de los 90.
Su huída terminó después de muchas paradas distintas hace 20 años, en la ciudad de Hewlêr (Erbil) en medio del desierto. Aquí, bajo protección de las Naciones Unidas, un campamento de refugiados fue construido, el cual se autogestiona y tiene sus propias escuelas, sistema sanitario, centros culturales y de mujeres.
Uno de los habitantes del campamento, que ya parece una pequeña ciudad con una infraestructura relativamente buena teniendo en cuenta las circunstancias que dieron nacimiento al campamento, es Elî Mûsa Mijînî. Para él “el estado turco nos expulsó de nuestra tierra, nuestros campos, de nuestras montañas y huertas. Nuestras aldeas fueron quemadas y destruidas. Nos forzaron a huir. Sin embargo, nunca hemos parado de cultivar la tierra. No hemos abandonado nuestra cultura. Cuando llegamos a Makhmur, era un desierto. No había agua. Del desierto hemos hecho huertas y cultivado árboles. Ahora la vida inunda este lugar, hay árboles y huertas por todos sitios.”
En Makhmur, efectivamente, existen ahora innumerables frutales y huertas cuyos frutos son repartidos entre los residentes del campamento.