Mardin: un ejemplo de solidaridad liberada del Estado
Tras atender las necesidades más básicas lo más rápido posible, los grupos de solidaridad que se habían trasladado a la zona del sismo se enfrentaron a la reacción de los damnificados.
Tras atender las necesidades más básicas lo más rápido posible, los grupos de solidaridad que se habían trasladado a la zona del sismo se enfrentaron a la reacción de los damnificados.
Como resultado de los terremotos que tuvieron lugar en el centro de Maraş el 6 de febrero de 2023, más de cincuenta mil personas perdieron la vida y más de cien mil resultaron heridas, según cifras “oficiales”. Por supuesto, la imagen real es mucho más aterradora. Miles de edificios han quedado demolidos y convertidos en cementerios, y sus espacios habitables han resultado destruidos. Muchos más sufrieron graves daños y han quedado inutilizables, y lo que quedó, quedó en la oscuridad. Teniendo en cuenta el tamaño del desastre, hay mucho que evaluar, tanto respecto al antes como al después del 6 de febrero. También es importante que el desastre, junto con sus dimensiones materiales, coincida con un proceso que abra la puerta a cambios tanto políticos como sociales.
En el primer momento del terremoto del 6 de febrero, especialmente en las primeras 72 horas -que son absolutamente críticas para el rescate de las personas bajo los escombros- se comprobó que el Estado no estaba sobre el terreno. Esto evidenció no solo la ausencia de esfuerzos de búsqueda y rescate, sino también la imposibilidad de obtener suministros de alimentos, incluida agua potable, de materiales para búsqueda y rescate, y la imposibilidad de satisfacer necesidades muy básicas de alojamiento, como tiendas de campaña y estufas, para las personas que tenían que vivir en las calles con temperaturas bajo cero. Es un hecho conocido que muchas personas que sobrevivieron a la destrucción del terremoto, murieron debido a la hipotermia por las condiciones climáticas. Especialmente en esas primeras 72 horas, los equipos de búsqueda y rescate de AFAD, una de las organizaciones básicas que el Estado tuvo que enviar a la región, carecían de material para realizar su trabajo. Como no se enviaba material, se aconsejó a los equipos que utilizaran los medios de los equipos de búsqueda y rescate provenientes del extranjero. Además, los equipos de otros municipios que fueron trasladados a la zona del sismo en un primer momento encontraron diversos obstáculos. Por ejemplo, los equipos de búsqueda y rescate de la Municipalidad Metropolitana de Estambul quedaron retenidos en el aeropuerto durante 6 horas. Los materiales pertenecientes a los equipos de AFAD no fueron transportados a las ciudades siniestradas.
Es de señalar la opinión expresada por personas afectadas por el terremoto de que, puesto que la estructura etnorreligiosa de la región afectada por el terremoto son áreas donde habitan principalmente kurdos y árabes alevíes, habían sido discriminadas y se les indicaba que abandonaran los espacios en los que sus vidas ya habían quedado destruidas. La opinión principal que surge de las indagaciones realizadas respecto a la prevención de la ayuda en diversas formas o la prevención de su entrega a los necesitados, es que se ve la ocurrencia del terremoto como una «oportunidad» para el despoblamiento de la región. En otras palabras: aparte de la dimensión del desastre natural causado por los terremotos del 6 de febrero, la debilidad de las instituciones estatales desde el primer momento del terremoto se muestra como un desastre adicional.
La aparición de redes espontáneas de solidaridad se consideró como un desarrollo esperanzador surgido en el momento del desastre, así como la debilidad del Estado en la zona del terremoto. A pesar del abandono de la sociedad por parte del Estado, ha quedado patente que aún no se han olvidado los núcleos de solidaridad, a través de los cuales las personas pueden fortalecerse, manteniendo viva una memoria social para que la solidaridad pueda ser recordada cuando sea necesaria. Se ha mostrado que el recuerdo de la solidaridad sigue vivo en Hatay, una de las tres ciudades donde se vivió con mayor intensidad la destrucción; así como en Amed, que pese a estar afectada por el terremoto, rápidamente vendó sus heridas y se solidarizó con otras ciudades. Se ha mostrado que se mantiene viva la tendencia a no dejar a la sociedad a su suerte como consecuencia del colapso del Estado, que no se siente afectado por el terremoto, sino que la solidaridad popular logra actuar con rapidez.
En primer lugar, pensar un poco sobre por qué el Estado ha fallado a la sociedad como consecuencia de los terremotos puede ser beneficioso tanto para revivir la memoria como para tener una idea sobre la transformación de las relaciones entre el Estado y la sociedad en Turquía. La República turca se construyó sobre una relación Estado-sociedad heredada de su predecesor, el Imperio otomano. Si bien se piensa que el régimen republicano condujo a la participación popular, como afirma la narrativa oficial, es posible decir que la relación entre la clase dominante y los súbditos en el Imperio otomano realmente progresó de distinta forma, pero conservando su esencia, durante y después del establecimiento de Turquía. En otras palabras: a lo largo de la historia de la República, se puede argumentar que ha habido un momento histórico en el que las élites político-militares-burocráticas son las determinantes -contrariamente a lo que se pretende-, mientras que la participación del pueblo sólo sirve como una especie de legitimación en cuanto al voto para la elección de los gobiernos, y en un claro sentido, las demandas del pueblo por autogobierno son respondidas por la fuerza y la coerción. Este argumento, por otro lado, puede ser apoyado por el surgimiento de una especie de régimen de junta casi cada diez años, legitimado por el culto ejército-nación creado por el Estado.
En la década de 2000, la relación entre el Estado y la sociedad en Turquía se transformó de una forma diferente. Con la llegada al poder del Partido Justicia y Desarrollo en 2002, las políticas neoliberales se implementaron de manera consistente. Cabe destacar que la historia de las políticas neoliberales, luego implementadas por el AKP, se remonta a los gobiernos de la ANAP en la persona de Turgut Özal y posteriores. El AKP, por otro lado, es el perfeccionador de las políticas neoliberales que se han implementado como programa desde 1980. Si bien estas políticas definieron una especie de programa económico, provocaron una transformación integral de las relaciones políticas y sociales. En última instancia, el gobierno del AKP-MHP, que se estableció con el colapso del proceso de paz en 2015 y la introducción del sistema presidencial después del intento de golpe de estado del 15 de julio en 2016, ha implementafo la última etapa de este programa con la seguridad de su aparato de fuerza, y ha descendido sobre la sociedad como una pesadilla. Por supuesto, el punto principal a enfatizar aquí es que el sistema presidencial representa una comprensión estricta del centralismo en el que se elimina en lo posible la separación de poderes y, en la medida de lo posible, la descentralización. El regreso de la guerra, que se puso en práctica en la geografía de Kurdistán, se ha concretado en el desarrollo del centralismo y la creación de un orden de máxima ganancia de manera que afecta a los pueblos de Turquía en su conjunto.
Especialmente con la declaración de la epidemia de Covid-19 como pandemia mundial en marzo de 2020, el derrumbe de la lucha de la clase trabajadora a gran escala, el retroceso de los derechos sindicales, el saqueo de la naturaleza, la masacre de mujeres y personas LGBTI+, discriminación y opresión contra los grupos étnico-religiosos se ha formado el carácter del aparato de fuerza del Estado, que se ha llevado a cabo mediante la guerra contra los kurdos. Mientras el Estado crecía tanto como podía, la sociedad civil se reducía gradualmente. Hubo olas de represión y arrestos, asesinatos en masa y deportaciones. Se llevaron a cabo operaciones de ocupación militar transfronteriza, especialmente en el NE de Siria. Más de un centenar de municipios del Partido Democrático de los Pueblos (HDP), que superó el umbral electoral del 10% con el 13,2% de los votos el 7 de junio de 2015, fueron usurpados dos veces, en 2016 y 2019. Cabe señalar que este es el mayor golpe para la sociedad civil: la designación de síndicos en los municipios del HDP, pues ha llevado en gran medida a la eliminación de las redes solidarias. Sin embargo, como se decía al inicio del artículo, una vez insertos en la sociedad los núcleos de la política socialista común, la conciencia solidaria resurge ante posibles situaciones de desastre.
Tras los sismos del 6 de febrero, el surgimiento de redes solidarias tiene un aporte innegable al municipalismo popular y la política comunalista. En los ejemplos de Antakya y Amed, la acción rápida de los componentes del HDP, Alianza Trabajo y Libertad, organizaciones no gubernamentales, sindicatos y grupos independientes es una indicación de ello. Se formaron grupos de solidaridad que apoyaban a la gente en la zona del terremoto. Debe enfatizarse nuevamente que este análisis está en gran parte directamente relacionada con las experiencias obtenidas de prácticas pasadas. Por tanto, en este artículo, sería apropiado examinar la práctica observada en Mardîn y sus distritos como otro ejemplo de red solidaria que no se menciona mucho, aparte de los ejemplos de Antakya y Amed.
Una práctica de solidaridad similar a las desarrolladas en Antakya y Amed también se observó en Mardîn tan pronto como se oyó la noticia del terremoto; se llevó a cabo en particular con el liderazgo de KESK, organizaciones no gubernamentales como TMMOB y el HDP. El segundo día del terremoto, los grupos solidarios que llegaron a la región comenzaron a curar las heridas en todos los ámbitos posibles. En Mardîn, una de las ciudades afectadas en menor medida por el terremoto, después de confrontar el choque vivido inicialmente, nos reunimos y planificamos lo que se podía hacer. Según Berivan Güneş, copresidenta de la Cámara de Urbanistas de Amed, que ha estado involucrada en la formación de grupos solidarios en todo Mardîn desde el primer momento, todos los segmentos políticos respondieron a las llamadas de las formaciones líderes y se generó un profundo sentido de solidaridad popular tras comprobarse el colapso de las instituciones estatales, especialmente después de verificar que entre quinientos y seiscientos voluntarios llegados a la región y que trabajaban en cuatro almacenes no eran funcionarios del gobierno, sino personas afectadas por el terremoto pero que habían sobrevivido con menos daños y se habían trasladado a las zonas de mayor afectación del terremoto. Tanto es así que cuando los grupos de voluntarios comenzaron a abandonar la zona, los sobrevivientes del terremoto preguntaron si regresarían.
Otro factor determinante en las relaciones entre las víctimas del terremoto y los voluntarios ha sido la unidad de lengua y cultura. Los voluntarios que fueron de Mardîn a Semsûr se comunicaban con el público principalmente en kurdo. Esta situación ayudó a crear un sentido de unidad y pertenencia e hizo posible que los sobrevivientes del terremoto sintieran que no estaban solos. A pesar de todas las trabas puestas por los funcionarios de las instituciones del Estado, en especial de AFAD, los damnificados y los voluntarios desarrollaron una resistencia conjunta. Como muestra de ello, se pueden poner como ejemplo las relaciones que mantienen actualmente los grupos de solidaridad establecidos en Mardîn y sus distritos con los más de cuarenta mil damnificados por el terremoto.
A la vista de estas circunstancias, el sentido de solidaridad surgido tras el colapso de las instituciones del Estado a raíz de los terremotos del 6 de febrero y la acción directa desarrollada mantienen vivas las esperanzas en el futuro. Especialmente por los ejemplos de Amed y Mardîn, no debe olvidarse que las personas que viven en estas ciudades, que se vieron afectadas por el terremoto en diferentes grados, rápidamente tomaron medidas de manera organizada después de vendar sus propias heridas. La debilidad del Estado, especialmente en Semsûr, fue superada por los esfuerzos de los voluntarios de estas ciudades. Sin duda, el hecho de que la esencia de la voluntad política del pueblo kurdo se base en una lógica de solidaridad tiene un gran papel en esto. En Turquía y Kurdistán, la nueva mentalidad kurda se basa en la política, la economía y las relaciones sociales comunes que han ido surgiendo de la esfera política kurda. Además, se convierte en una potencia dinamizadora de futuro en Oriente Medio e incluso en el mundo. Comprender cuán valiosa es esta visión política, especialmente en tiempos de desastre, y asociarse con ella se presenta como una responsabilidad humanitaria y política.
Artículo publicado originalmente en PolitikART y traducido por Rojava Azadî Madrid.