Michael Panser, (nombre de guerra Bager Nujiyan, anteriormente Xelîl Viyan), fue un revolucionario alemán, que se unió al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) por su creencia en la posibilidad de la revolución y de la libertad. Comenzó sus actividades políticas a temprana edad en las luchas antifascistas y revolucionarias en Alemania. Su encuentro con el movimiento de liberación kurdo lo familiarizó con la filosofía de Abdullah Öcalan. Pensador y activista entusiasta, Bager Nujiyan pronto viajó a Kurdistán, donde decidió convertirse en un luchador por la libertad de los pueblos y conectar mundos a través de la lucha. Participó en las actividades sociales y culturales de la revolución de Rojava, así como en la liberación de comunidades en el Medio Oriente, asediadas por ISIS.
El 14 de diciembre de 2018, Bager Nujiyan murió durante un ataque aéreo turco en las áreas de defensa de Medya en Kurdistán.
Poco antes de su muerte, escribió la siguiente carta en honor del levantamiento zapatista:
Desde las montañas libres de Kurdistán hasta el sudoeste de México: hacia una cultura revolucionaria de lucha de liberación global
En estos tiempos de incertidumbre y caos, el fantasma de la revolución ha comenzado a reaparecer, empezando un tiempo en el cual el poder de la imaginación trae nuevas esperanzas para la lucha.
Los dos períodos de la revolución están más vivos que nunca, representando la continuidad de nuestro movimiento y nuestra historia. El primer período, marcado por la larga línea de luchas de liberación iniciadas con Marx en post de una sociedad libre, es aquel de la línea de las utopías socialistas, del despertar lento y paciente, del encuentro de experiencias y concientización. El segundo período es el período de la insurrección, el momento de las luchas, una fracción de segundo de la historia en el que todo es posible y en el que se anticipa el mundo venidero. Es nuestro momento de libertad y de acción. Ambos momentos constituyen una unidad, nuestra unidad, las dos caras de nuestra historia, de nuestros caminos. Son estos los dos polos de nuestro movimiento: por un lado, la línea histórica de socialidad, el legado de comunalidad neolítica y la búsqueda profético-filosófica de la verdad. Por otro lado, el poder creativo de los eventos ocurridos a partir del levantamiento de 1968 y que por un momento sacudió a la realidad dominante. Un levantamiento que aún no ha terminado, sino que sigue iluminando como un fuego secreto hasta el día de hoy, convirtiéndose en el punto de partida de una nueva línea de lucha. Una línea que conecta mundos, períodos, crea conexiones desde Vietnam hasta México y Kurdistán, porque todxs somos lxs hijxs de este momento de esperanza.
Los grandes campos de lucha que determinarán nuestro siglo ya han sido establecidos. Es la razón, la razón del sistema, la que hoy más que nunca amenaza la vida social, la vida sobre este planeta. Es la razón del hombre dominante, la idea positiva de la mente racional que ha sometido a la naturaleza y formado a este mundo en torno a su voluntad. Una creación masculina del poder. Con sumo dolor hemos advertido hacia dónde nos puede llevar la dominación de la razón sin restricciones; una razón patriarcal, una racionalidad fría de hombres blancos que se enfrenta a la “naturaleza salvaje”, a las “sociedades primitivas” y a lo femenino. Y esto no lo hemos evidenciado únicamente a partir de la destrucción de nuestro planeta y por el horror del asesinato en masa industrializado en manos del fascismo. Sabemos que esta razón que divide, analiza, segrega en clases y jerarquías, fragmenta la diversidad viva y la transforma en objetos muertos y materia prima, no es la expresión máxima de la creación cultural humana sino su fin. No es la sociedad avanzada, sino su decadencia.
Es nuestra utopía de una sociedad libre en contra su dominación de estados nacionales, de capitalismo y explotación industrial; nuestro confederalismo democrático contra el aislamiento y la dominación del dinero. Nuestra cultura de la vida, el espíritu de la comuna, nuestro partido global que arremete contra su falta de cultura, asimilación y genocidio, contra su explotación, destrucción y alienación.
Lo que está en juego es el desarrollo de una cultura democrática que haga realidad estos pensamientos. Porque la sociedad libre no es una idea abstracta, sino que es una forma concreta de vivir, nuestra forma de vincularnos diariamente con la lucha y la utopía. Nuestra cultura es significado, es vida, es creatividad, es conciencia, es empatía y comprensión. Es la búsqueda, un proceso de acción, de interrupción, de crítica, de superación. Nuestra cultura es auto organización, autodefensa, una lucha común, una creación diaria – una labor social de rechazo y creación más allá de la valorización y el trabajo muerto.
La cultura de resistencia debe encontrar hoy su inicio en el rechazo radical a la modernidad capitalista, en adquirir nuestras vidas mediante conciencia y voluntad – un proceso de rechazo y creación. La persona para nosotrxs no es un individuo único, ni mucho menos el hombre en solitario. Sabemos que la persona es sociedad, es la vida comunitaria, organizada en torno a la mujer, es la conciencia y la igualdad, sentimiento y pensamiento, un proceso de lucha y trabajo en conjunto, una vida en dignidad. Somos lxs hijxs de la línea materna, la cultura de la diosa madre que es naturaleza, sociedad, vida y unidad – un crecimiento, un final y devenir, una profundidad, una experiencia y sabiduría, un deseo que no se apaga. Esta cultura es mito, es conocimiento, y es miles de años más antigua que el sistema al cual nos enfrentamos. Es tan utópica como la fuerza de nuestra fantasía y tan real como la resistencia de las sociedades históricas, las brujas, lxs esclavxs, lxs profetas, los movimientos comunales de todos los tiempos, tan determinada como la lucha de lxs trabajadorxs, tan dinámica como el 68’, un caudal bajo tierra y digna como les insurgentes en el sur de México, llevada por el amor y la ira como en las guerrillas en las montañas libres, tan tímida y clara en su significado como la búsqueda a tientas de otro mundo.
Es verdad que nos encontramos en guerra, pero no es la guerra la que nos vence. Nosotrxs perdemos en vida al momento que no logramos desarrollar una cultura de la resistencia y de la vida autodeterminada. Así como la guerrilla es más que la fuerza de la defensa de un área o de la vida desnuda, es también la defensora de la sociedad, y portadora de una cultura de la vida libre, de la responsabilidad y de significancia, una fuerza de la creatividad. Esta es también la razón por la cual el EZLN se ha convertido en un símbolo de la búsqueda de una vida diferente, inspirando a les buscadores de libertad de todos los continentes. En el día de Año Nuevo, lxs compañerxs en resistencia del EZLN celebran el 25° aniversario de su levantamiento por la dignidad. Su lucha y nuestra lucha es una, indivisible, parte de una revolución global y por ende una revolución cultural: la lucha por una otra forma de vivir.
Es tiempo de una nueva alianza. Una nueva cultura de la diplomacia, una internacional de la esperanza que vaya en contra de su modernidad capitalista y que permita una era democrática, una modernidad democrática.
Bager Nûjiyan Diciembre de 2018,
Área de defensa de Medya, Kurdistán del Sur