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Seyit Evran, un periodista, un camarada, un amigo

Seyit Evran no sólo mostró el camino, sino que también lo recorrió. Heval Seyit fue un compañero en una batalla interminable, una batalla que cada día traía novedades y se hacía cada vez más amplia.

Seyit Evran vivió su vida tan deprisa, tan significativa y plenamente, como si cupiera en un momento, e imprimió cada instante de este fluir de la vida en su corazón.

Heval Seyit fue un viajero incansable en un largo viaje. Su filosofía de vida era escribir sobre sus camaradas, compartir su gran experiencia y conocimientos. No se limitó a despedirse de sus camaradas. Mientras respiraba, escribía sobre su vida y sus recuerdos y hablaba de ellos con todo su corazón. El objetivo de su vida y de su lucha era dejar esto a las generaciones siguientes.

A cada nuevo camarada que se incorporaba al trabajo de prensa le contaba con gran amor las condiciones en las que la prensa libre se había desarrollado hasta su estado actual, y hablaba de cómo todos sus camaradas periodistas caídos de la prensa libre siguen vivos con su trabajo. Que Seyit Evran siga viviendo no es una deuda, sino el deber de cada uno de sus camaradas, de cada persona del Kurdistán.

Su nombre sonaba constantemente en nuestros oídos. Shehîd Hozan (Caído el 8 de junio de 2020) hablaba constantemente de Heval Seyit. Incluso el brillo de sus ojos era suficiente para querer conocer a Heval Seyit.

Heval Seyit se convirtió en las piernas de su amigo discapacitado Hozan después de que éste perdiera las suyas en combate. No se limitó a llevar la carga del cuerpo de Hozan. Hizo suyos sus latidos, compartió su alegría, de modo que Hozan vivió con él como si hubieran convivido toda una vida. Y Hozan era sólo una de esas personas. Hubo cientos de miles de Hozans más para Heval Seyit.


No tuve la oportunidad de conocerle entonces. Nos vimos por primera vez en 2021. En ese momento, me di cuenta una vez más de que lo importante no es el número de personas, sino lo importante que es marcar la diferencia en esta sociedad. Heval Seyit era una de esas personas poderosas.


Iba y venía entre una docena de sillas y hablaba con cada uno de los compañeros. Durante todo el día corrió de un sitio a otro sin parar.


Era valiente en su análisis y servía a la lucha con convicción y dedicación. Era testarudo. No sólo escuchaba y evaluaba, sino que captaba cada momento con su cámara. Corría de un lugar a otro como si los momentos que quería capturar para la historia se le escaparan entre los dedos.

Vivía conscientemente, como si el tiempo se le escapara. Eso es lo que era: un revolucionario incansable que se enfrentaba a cualquier tarea sin llamarla grande o pequeña, un camarada que corría una auténtica carrera en busca de la verdad. Enseñaba a través de su práctica, es decir, no se contentaba con explicar algo sino que estaba en medio de ello. Sobre todo, el luchador por la libertad kurdo Seyit Evran enseñaba a abrir el corazón.


Acordamos que trabajaríamos juntos. "Las historias de vida de cada uno de nuestros camaradas, nuestra gente patriota, son demasiado numerosas para ponerlas en una novela. A veces tú escribes y yo hago fotos con mi cámara; a veces tú haces fotos y yo escribo", esa era nuestra idea. Pero las condiciones no eran favorables, no pudimos hacerlo.


Tu marcha fue repentina e inoportuna, pero con tu pluma mostraste a todo el mundo la verdad sobre la guerra en las montañas y en las ciudades. Seguiremos esta epopeya por el camino que nos has iluminado. Tus palabras - "A veces nuestra pluma sustituye a nuestra arma, a veces nuestra arma lo sustituye todo"- serán nuestra guía.

Y como tú has dicho, continuaremos con tu amor.