Genocidio armenio: historia, memoria y sus consecuencias en la actualidad

En La tinta, entrevistaron a Aram Mouratian, director del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica, y con Emiliano Lomlomdjian, integrante de la Unión Cultural Armenia.

¿Cómo abordar el genocidio armenio en la actualidad? ¿Qué decir en el mundo de hoy sobre esa masacre planificada y concretada por un Imperio otomano en decadencia en el lejano año 1915? ¿Cómo rescatar en la memoria a más de un millón y medio de mujeres y hombres que cayeron a sangre y fuego en el primer genocidio del siglo XX? Y tal vez lo más importante: ¿cómo leer un mecanismo de asesinato sistemático en nuestros días?

Para el Estado turco, que nació como república en 1923, el genocidio armenio es un hecho negado una y otra vez. Desde Armenia y en su extensa diáspora ―que se calcula en un total de ocho millones de personas―, no existen diferencias cuando se trata de denunciar a Turquía y su negacionismo. Tampoco hay divergencias a la hora de recordar lo que sucedió hace más de cien años y convertirlo en una memoria vigorosa, que recoge historias, vivencias, hechos de resistencia y la construcción social desde la ausencia de la tierra originaria. En el caso de Argentina, la profusa edición de libros al respecto es un ejemplo de la transmisión de la historia de generación en generación, pero también de comunicar lo que sucedió más allá de los propios armenios y armenias.

Otro eje importante para analizar el genocidio armenio es hacerlo desde la región convulsionada en donde está ubicada Armenia, donde dos de sus fronteras son con Turquía y Azerbaiyán. Este último país, aliado de Ankara y gobernado con mano de hierro por Ilham Alíyev, fue quien venció en la última guerra desatada en 2022 en Artsaj (Nagorno Karabaj), en la cual Bakú ocupó el territorio de esa república independiente de mayoría armenia. 

Para deshilvanar las madejas alrededor del genocidio armenio y sus consecuencias históricas y actuales, La tinta habló con Aram Mouratian, director del Consejo Nacional Armenio de Sudamérica (CNA), y con Emiliano Lomlomdjian, integrante de la Unión Cultural Armenia (UCA) y director del diario Nor Sevan.

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El genocidio armenio es sinónimo de memoria, verdad y justicia, asegura Lomlomdjian, y agrega que la lucha del pueblo armenio es “para que este crimen de lesa humanidad sea reconocido por el Estado turco y que, en los territorios donde vivieron los armenios asesinados y masacrados entre 1915 y 1923, vuelva a existir la cultura y la identidad armenia”. 

El miembro de la UCA remarca que no se puede entender el genocidio armenio «si no se lucha también contra otros genocidios que sufren los pueblos del mundo, como el pueblo palestino en Gaza y como lo sufrieron los armenios de Artsaj».

Según Mouratian, “si bien el carácter del crimen es transversal y la lucha por su reconocimiento es universal, el caso de la diáspora es constitutivo de su identidad. Es innegable que la existencia de la diáspora se debe al proceso genocida y sus marcas perduran al día de hoy. Es el lugar también, ante la ausencia de un Estado armenio independiente, desde donde se motorizaron los primeros reclamos ante la comunidad internacional y desde donde se lograron los primeros reconocimientos a pesar de las presiones de Turquía”.

El director del CNA explica que, para quienes habitan en la República de Armenia y vivían en Artsaj, el genocidio «es una amenaza y una realidad muy vinculada con el presente». «Recordemos que, en septiembre de 2023, Azerbaiyán terminó de ocupar y expulsar a todos los habitantes de la República de Artsaj en un nuevo episodio genocida, con la participación y la intervención de Turquía. El reclamo de justicia por el genocidio armenio y la posibilidad concreta de su repetición está tan vigente como hace 110 años», advierte.

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Imagen: Revista Livertá.


¿Qué significó la fundación de la República turca para el pueblo armenio? ¿Cuáles son las consecuencias históricas? ¿Existen en la actualidad peligros para un país como Armenia? ¿Por qué Turquía nunca fue condenada o sancionada por su responsabilidad en el genocidio?


Mouratian es claro en responder estas preguntas: «El Estado moderno turco fue edificado sobre la sangre de las víctimas de un proceso genocida y no sólo fue responsable de la última etapa del exterminio, sino también de hacer del negacionismo una política de Estado. No solo niega el crimen del pasado, sino que comete nuevos delitos. La República de Turquía y Azerbaiyán combaten, utilizando todos los medios a su alcance, cualquier avance o reconocimiento del genocidio, ya sea mediante sus representantes diplomáticos, presiones económicas e, incluso, amenazas y extorsiones».

Al respecto, Lomlomdjian denuncia que el Estado turco mantiene la política, desde su fundación, «de negación del genocidio armenio y enmarcar esta masacre y este crimen de lesa humanidad dentro de lo que fue la Primera Guerra Mundial». Según el discurso oficial turco, durante esa conflagración bélica, «se sucedieron batallas entre los armenios y los turcos, y también hablan de la reubicación de los armenios en otros vileyatos (provincias) de lo que era el Imperio otomano. Entonces, a partir de esta mentira y de esta deformación y reescritura de la historia, no nombran el genocidio y hablan de esta manera de lo que sucedió en 1915». 

El director de Nor Sevan también analiza que, si Turquía reconoce el genocidio armenio, debería «implementar medidas de justicia y reparación, ya sea en términos económicos, que serían las más dolorosas para el Estado turco, y también en términos culturales, que tendrían que garantizar que, en esos lugares donde vivieron los armenios en Anatolia, haya de vuelta la posibilidad de que exista cultura armenia».

Para Lomlomdjian, «estas últimas cuestiones pondrían en jaque al Estado nación turco, ya que no admite la plurinacionalidad de su conformación, por eso mismo, persigue y discrimina al pueblo kurdo, al asirio y a las decenas de nacionalidades que habitan el país». Con Recep Tayyip Erdogan al mando de Turquía desde hace dos décadas, el Estado turco «está enfocado en concretar su proyecto neotomano, inspirado en los Jóvenes Turcos que realizaron el genocidio armenio ―afirma el integrante de la UCA―. Su objetivo es unir a todos los pueblos turcos de la región: obviamente, con Azerbaiyán a la cabeza, con quien dicen ‘dos Estados, una misma nación’, y, después, también tiene acuerdos con los Estados túrquicos que están del otro lado del mar Caspio. Con esta política expansionista neotomana, que podemos emularla con el imperialismo norteamericano y con el sionismo israelí, Erdogan busca pasar a ser de un actor regional a un actor internacional fuerte en el marco de la geopolítica global».

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El actual gobierno armenio, liderado por el primer ministro Nikol Pashinián, está cuestionado por su postura ante el genocidio armenio y su posición frente a la pérdida de Artsaj. Esta política gubernamental se aplica en un contexto cada vez más frágil para el pueblo armenio, asediado por Turquía y Azerbaiyán.  

«Recientemente, el primer ministro Pashinián aseguró que el genocidio armenio no es prioridad en el marco de la política diplomática internacional armenia ―describe Lomlomdjian―. Esto quiere decir que no es una de las prioridades a la hora de hablar con los otros Estados para pedirles que reconozcan este crimen de lesa humanidad. Esta cuestión brilla por su ausencia a la hora de negociar con Turquía en el proceso de normalización de las relaciones diplomáticas y a la hora de hacerlo con Azerbaiyán en el proceso de paz y demarcación de las fronteras, tras lo que fue la guerra de los 44 días en 2020 en Karabaj y el desplazamiento forzado de los armenios en 2023, con la posterior entrega que hizo de Artsaj, cuando Pashinián dijo que eso es parte de la soberanía territorial de Azerbaiyán».

Mouratian recuerda que «si bien la República de Armenia no tiene demandas oficiales presentadas ante tribunales internacionales por el genocidio de 1915, es muy importante recordar la situación que enfrenta hoy el país. Desde el año 1993, tiene su frontera bloqueada con Turquía, tiene más de 250 kilómetros cuadrados de su territorio soberano, reconocido internacionalmente, ocupado por Azerbaiyán y una amenaza de guerra permanente por parte de los dos países». 

«El gobierno de Armenia viene intentando, sobre todo, en los últimos años, la firma de un acuerdo de paz y las respuestas que recibe de Azerbaiyán y de Turquía son permanentes concesiones que son contrarias a la legislación armenia e, incluso, a muchos principios del derecho internacional», alerta el director del CNA. 

El miembro de la UCA destaca que, ante la realidad armenia, su pueblo «va a seguir reclamando por el genocidio y va a marchar este 24 de abril en Ereván y en varias regiones. Toda la diáspora también seguirá reclamando por el reconocimiento del genocidio armenio por parte del Estado turco y por el retorno de los armenios de Karabaj a sus tierras ancestrales, así pueden vivir en paz”. 

En su última reflexión, Mouratian cree importante destacar que, en Argentina, «tenemos nuestros propios reclamos, como la soberanía sobre las Islas Malvinas, sobre la Antártida y, al igual que en Armenia y en Artsaj, nos asiste el derecho internacional en esos reclamos. Ante la falla de los organismos multilaterales cuando se legitima el uso de la fuerza como mecanismo para resolver los conflictos y se pueden violar todas las normas internacionales sin ningún tipo de consecuencia, es importante preguntarse cuáles son nuestras perspectivas y la de nuestro país para resolver esos reclamos que son fundamentales para nosotros, y tenemos que pensar cómo van a resolverse favorablemente en un futuro».

*Por Leandro Albani para La tinta / Imagen de portada: A/D.