El 20 de enero de 2018, el Estado turco lanzó una guerra contra la región de Afrín, el cantón occidental de la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria.
Día y noche, pueblos, campos de refugiados y lugares históricos fueron bombardeados por aviones de guerra y artillería turcos. El ataque de Turquía y sus milicias yihadistas aliadas continuó hasta el 18 de marzo.
Desde entonces, el cantón de Afrín, en el norte de Siria, ha estado bajo ocupación turca. Desde la invasión, se han cometido crímenes de guerra sistemáticamente. Gran parte de la población desplazada de Afrín vive en condiciones precarias en las regiones vecinas.
Cientos de civiles murieron y cientos más resultaron heridos en el curso de esta guerra. Cientos de miles de personas fueron desplazadas, obligadas a abandonar sus hogares. Desde entonces, Afrín ha estado bajo ocupación turca y todos los logros previos de autoorganización de las comunidades locales han sido destruidos.
La diversidades étnicas que vivían en Afrin ya no se encuentra, y los derechos de las mujeres por los que se luchó fueron abolidos en la práctica bajo la ocupación turca. Las casas vacías de las familias desplazadas fueron entregadas por el ejército turco a familias de combatientes de milicias islamistas y otras milicias respaldadas por Turquía.
Se establecieron nuevas administraciones regionales bajo control turco como parte del cambio demográfico de la región. Al mismo tiempo, la invasión turca ha alentado y brindado una oportunidad para que ISIS se reorganice.
La región de Afrín, en particular, desempeñó un papel central como epicentro de la revolución de las mujeres y en el establecimiento de estructuras democráticas directas y participativas en el norte y el este de Siria. Aquí se establecieron instituciones, comunas y consejos de mujeres, basados en la democracia directa, que contribuyeron a erradicar la desigualdad de género. Numerosos yacimientos arqueológicos históricos de la región, parte del patrimonio de las sociedades matriarcales locales, fueron destruidos deliberadamente durante la invasión del Estado turco y tras la ocupación, para borrar y ocupar la memoria de una región y un fragmento de la historia de las mujeres. Entre ellos, por ejemplo, el templo de Tel Ashtar en Ain Dara, dedicado a la diosa Ishtar.
La destrucción se extiende a una devastación masiva y a daños irreversibles en la rica naturaleza y el ecosistema de Afrín, compuesto por montañas, ríos y suelo fértil. Numerosos campos han sido quemados y decenas de miles de árboles, incluidos numerosos olivos, han sido talados como consecuencia de la ocupación turca y sus milicias yihadistas.
Las estructuras democráticas de base establecidas previamente por la población local, con comunidades y consejos organizados comunalmente, que permitían la coexistencia pluralista de los diferentes pueblos, así como su participación política, fueron reemplazadas con la ocupación turca por un proyecto de cambio demográfico y de aniquilación, no sólo de los kurdos locales, su lengua, cultura e historia, sino de la coexistencia diversa de los pueblos de la región.