Tîjda Zagros: "Un símbolo del espíritu internacionalista y la resistencia"

Tîjda Zagros cayó mártir el 29 de abril de 2025 en Girê Bahar durante un ataque turco, dejando tras de sí una historia que ahora pertenece a la historia del Kurdistán.

SEHID NAMIRIN

La expresión más palpable de la transformación de la lucha por la libertad kurda, desde lo local hasta lo universal, se manifiesta en las y los guerrilleros internacionalistas que se unieron a esta causa y fueron martirizados en sus filas. Quienes no se desviaron de la esencia moral de la humanidad, y quienes resistieron a pesar del brillo engañoso de la civilización moderna, ocupan hoy su lugar en el Movimiento de Liberación del Kurdistán.

En espíritu y en emoción, estas personas se hallan profundamente arraigadas a esta lucha. En su búsqueda de sentido y en la persecución de sus utopías, encuentran las respuestas más claras y genuinas en el paradigma del Presidente Öcalan. Caminan junto a un pueblo que lucha por decidir su destino, combatiendo codo a codo con él.

Figuras como Ronahî (Andrea Wolf), Nûdem (Uta Schneiderbanger), Şiyar (Jakob Riemer), Sara (Sarah Handelmann), Bager (Michael Panser), Azad (Thomas Johann Spies), Elefteria (Eva Maria Steiger) y, más recientemente, Tîjda Zagros (Kelly Freygang), han quedado inscritas en la historia por su integridad, su compromiso y su espíritu revolucionario.

De Kelly a Tîjda

Tîjda Zagros nació en Hamburgo, Alemania. Criada en una tradición familiar de izquierda socialista, desde pequeña declaraba que quería ser revolucionaria cuando creciera. Su búsqueda de sentido y sus sueños siempre estuvieron marcados por esa convicción. Y cuando llegó el momento, fue fiel a ese anhelo infantil y lo cumplió.

Mientras estudiaba Derecho en la universidad, el fulgor de la resistencia de Kobanê alcanzó toda Europa. Era un momento en que el mundo entero era testigo de la lucha del pueblo kurdo contra la brutalidad del ISIS, y en que la Revolución de Rojava despertaba un enorme interés entre los pueblos de Europa. Tîjda fue una de las muchas personas que siguieron este proceso con atención.

Cuando se encontró con la resistencia de un pueblo que no conocía, en una tierra que nunca había pisado, su vida llegó a un punto de inflexión. Quiso comprender esa realidad, acercarse a ella. Con el deseo de profundizar en la ideología del Presidente Öcalan, comenzó a participar en el trabajo político. Descubrió que las respuestas a todas sus preguntas estaban ocultas en ese paradigma. Y a medida que su vínculo con el pensamiento de Öcalan se hacía más fuerte, también crecía su conexión con la lucha por la libertad kurda.

No pudo permanecer indiferente ante lo que veía y aprendía. Lo que más la conmovió fue la ideología de liberación de las mujeres desarrollada por Öcalan. La historia de las mujeres, lo suficientemente poderosa como para abrazar las vivencias de una joven europea, la marcó con claridad y urgencia. Comprendió que el primer paso hacia la libertad consistía en romper con el sistema. Sabía que las montañas del Kurdistán eran el lugar donde las enseñanzas del Presidente cobraban vida, y que allí podría experimentar esa belleza en plenitud.

Sintió en lo más profundo el dolor y la opresión que sufría el pueblo kurdo. Costara lo que costara, estaba convencida de que aquello debía cambiar, y dio pasos siempre hacia adelante. Hacía tiempo que había comprendido que el internacionalismo no consistía solo en mostrar solidaridad, sino en asumir la lucha como propia. Creía que, a través de la lucha por la libertad del pueblo kurdo, podía superar la fragmentación y la sensación de incompletitud en su propia vida.

Este movimiento, esta lucha, esta utopía, le dieron esa certeza. Consciente de que unirse significaba algo más que palabras, que implicaba un compromiso total, tomó su decisión.

Ya no podía reprimir su curiosidad por la vida guerrillera, y en 2017 dirigió su rostro a las montañas y su corazón a la lucha. Tîjda, que nunca gustaba de dejar decisiones a medias, apoyó plenamente su elección. No conoció el arrepentimiento ni la duda: para ella, la promesa dada era sagrada.

Tîjda dedicó sus años en la lucha a un compromiso firme y a una disciplina militante. Vivió cada momento con intensidad, procurando convertirlo en un paso hacia el éxito. Describía su vida revolucionaria dentro de la tradición apoísta con estas palabras:

“Todo comienza con el cambio y la transformación. El objetivo de nuestros compañeros es nuestro objetivo, y nuestro objetivo es el de ellos. Son inseparables. Nos preparamos para lograr la libertad física del Presidente Öcalan. Esta lucha me da esperanza.”

En las montañas del Kurdistán, Tîjda vivió la libertad en su forma más plena. Siempre se consideró afortunada de haber tenido la oportunidad de vivir con tanta dignidad y profundidad.

En el santuario de quienes se entregan por completo

Tîjda sentía una profunda devoción por las montañas del Kurdistán. Su propósito y dirección eran claros; creía en ellos con el corazón y actuaba con plena conciencia. Su entrega fue deliberada y consciente. Abrazó la belleza del crecimiento, del cambio, de la transformación. Fue alguien que dejó de vivir para sí misma y dedicó su vida a que la humanidad pudiera vivir en libertad.

Las montañas le dieron mucho, y lo que ella entregó a cambio no será olvidado. En las montañas libres del Kurdistán, participó en muchas tareas. Obtuvo experiencia tanto ideológica como militar, y atravesó varias etapas de formación. Se acercó cada vez más a su propia verdad. Nunca trató como ordinario el tiempo que compartía con sus compañeras y compañeros; vivió cada momento con un aprecio profundo por su valor.

En 2021, tomó una nueva decisión: vivir y luchar en el camino del militante que se entrega por completo. Ella también escuchó el llamado de libertad que una vez pronunció Zîlan. Zîlan vivía ahora en su corazón. Sentía el espíritu de entrega y sacrificio en cada fibra de su ser.

Había entrado en el santuario de quienes aman la vida tan profundamente que están dispuestos a morir por ella. Sabía que al convertirse en militante entregada alcanzaría una vida de mayor sentido. Si en Kurdistán, el nombre para esa entrega, esa militancia y ese espíritu revolucionario es “convertirse en Zîlan”, ahora otro nombre para ello es Tîjda Zagros.

Partida hacia el frente

En un vídeo grabado antes de partir al campo de batalla, Tîjda dijo: “Voy en nombre de mi compromiso con los compañeros caídos en la lucha por la libertad y con el Presidente Öcalan”. Partió con la promesa de que no aceptaría nada menos que la victoria, y que lucharía hasta alcanzarla. Tal vez porque detestaba dejar algo inconcluso, tomó su lugar en la primera línea con una fe inquebrantable.

En otra entrevista, añadió: “La libertad física del Presidente Öcalan es nuestro objetivo incuestionable. Estoy dispuesta a pagar el precio que sea necesario.” Así se dispuso a convertirse en la estrella roja de la lucha.

Incluso en los momentos más intensos de la guerra, nunca abandonó su posición. Ese lugar era donde sus sueños de infancia se habían hecho realidad. Era la materialización de su utopía. Después de la existencia fría y sin vida en Europa, fue en las trincheras de la resistencia donde comprendió de verdad el significado de la vida.

Enfrentó dificultades e imposibilidades con pasión y con una sonrisa. Vivió y luchó como militante entregada. Se mantuvo firme en sus compromisos y llevó su esperanza con un espíritu noble y una postura digna.

Su historia, que comenzó en la ciudad de Hamburgo, en Europa, continuó en las montañas rebeldes del Kurdistán. Se convirtió en una valiente guerrillera del Kurdistán, en una defensora decidida de los principios vitales del socialismo. Grabó su coraje, su fe y su alma en estas montañas. Por eso esta resistencia noble ha superado fronteras y se ha hecho universal.

Tîjda Zagros fue martirizada el 29 de abril de 2025 en la zona de resistencia de Girê Bahar, en la región de Martyr Delîl del Zap occidental, durante un ataque militar turco. Vivió y se hizo eterna de un modo que honra el significado de su nombre. Su historia pertenece ya a la historia del Kurdistán.