El gobierno turco ha anunciado un plan de “desarrollo regional” de 14.000 millones de dólares, cuyo objetivo es abordar los desafíos económicos que enfrentan las regiones del sudeste, habitadas predominantemente por kurdos. Esta iniciativa fue presentada por el Ministro de Industria y Tecnología Fatih Kacir como parte de una estrategia más amplia para cerrar la brecha económica entre esta región y el resto del país.
El gobierno turco planea destinar 496.200 millones de liras turcas (unos 14.150 millones de dólares) para financiar 198 proyectos hasta 2028 en el marco del Plan de Acción del Proyecto Anatolia Sudoriental (GAP). Este plan se centra en el desarrollo sostenible y las mejoras de infraestructura en las provincias del sudeste, según la definición del gobierno, que también incluye dimensiones demográficas y de seguridad no reveladas.
Una política de empobrecimiento sistemático
La región kurda enfrenta importantes desafíos económicos, con un ingreso per cápita promedio de 4971 dólares por año, muy inferior al promedio nacional de 13.243 dólares. El gobierno turco espera que la implementación de estos proyectos aumente el ingreso per cápita en 49.000 liras turcas adicionales (aproximadamente 1400 dólares) para 2028.
El anuncio del gobierno turco coincide con el aumento de las esperanzas de un acuerdo entre Ankara y el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Este optimismo se atribuye al nuevo clima político, incluidas las recientes reuniones entre representantes del Partido de la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (DEM) y otros partidos turcos en el Parlamento, así como las conversaciones entre funcionarios de la Administración Autónoma del Norte y el Este de Siria y el nuevo liderazgo en Damasco, que mantiene estrechos vínculos con Ankara.
El plan de desarrollo turco comprende una amplia gama de proyectos, entre ellos mejoras de infraestructura, como la construcción de nuevas carreteras, y la modernización de las existentes para conectar las zonas rurales con los centros urbanos, la mejora de las redes de agua y saneamiento, el desarrollo de sistemas de electricidad y comunicación en zonas remotas y la promoción de la agricultura y el riego mediante proyectos de riego sostenibles para apoyar a los agricultores. El plan también pretende desarrollar técnicas agrícolas modernas para crear oportunidades de empleo e impulsar la producción agrícola, además de apoyar la educación y la atención sanitaria mediante la construcción de nuevas escuelas y hospitales y la oferta de programas de formación para aumentar las capacidades locales.
Además, el plan incluye estrategias de desarrollo económico e industrial, como la creación de nuevas zonas industriales para atraer inversiones y el apoyo a las pequeñas y medianas empresas mediante programas de financiación favorables. También busca potenciar el turismo cultural e histórico en la región, junto con proyectos medioambientales como la reforestación, la mejora de la gestión de residuos y la reducción de la contaminación.
Desde la creación de la República, estos proyectos han seguido un doble enfoque: un “desarrollo destructivo” que, en última instancia, favorece la turquificación de la vida pública. Lamentablemente, pocas de estas iniciativas, que comenzaron con la “Reforma del Este” en 1925, han tenido resultados neutrales en términos de desarrollo.
Sin embargo, la región kurda ha experimentado un importante crecimiento agrícola en los últimos años, como lo demuestran las cifras de exportación de cereales y legumbres durante los primeros cinco meses del año anterior, que alcanzaron los 1400 millones de dólares, con un aumento del 9,2% en comparación con el mismo período del año anterior. La pasta constituye una parte sustancial de estas exportaciones, representando el 31,6% de las exportaciones totales de la región, generando aproximadamente 234 millones de dólares. Oriente Medio representa el 51,5% de estas exportaciones, mientras que África comprende el 24,1%.
Irak sigue siendo el mayor mercado de exportación de la región, con exportaciones a Irak que crecieron un 16,2% en comparación con el año anterior. Las exportaciones de las regiones kurdas alcanzaron los 11.700 millones de dólares en 2024, un aumento significativo del 2,7% con respecto al año anterior. Las exportaciones consisten en una amplia gama de productos, que incluyen alfombras hechas a máquina, productos de pastelería, plásticos, telas, entre otras.
El gobierno turco cree que su plan de desarrollo elevará el ingreso per cápita, mejorará el PIB de la región y reducirá las tasas de desempleo mediante la creación de nuevas oportunidades de empleo. El objetivo es mejorar la educación, la salud y los servicios básicos, atraer inversores y promover proyectos económicos, mitigando así los conflictos y los enfrentamientos armados en este entorno empobrecido.
Tras el derrumbe del régimen del partido Baath, que estuvo 61 años en el poder en Siria, los exportadores de las regiones kurdas prevén un nuevo aumento de las cifras de exportación. Ahmet Fikret Kilici, presidente de la Asociación de Exportadores del Sudeste de Anatolia (GAİB), señaló que los acontecimientos en Siria presentan un escenario prometedor tanto para Turquía como para los residentes de la región, y destacó que poner fin al conflicto es crucial para mejorar la seguridad y abrir nuevas oportunidades económicas.
El objetivo inicial de exportaciones a Siria es superar los 1000 millones de dólares, cifra que se espera que aumente en los próximos años. Se prevé que el sector alimentario experimente un aumento de la actividad con la normalización de las relaciones, como señaló Celal Gadoglu, director de la Asociación de Exportadores de Cereales, Legumbres y Productos Petrolíferos, que dijo que el sector exportó bienes por valor de 3100 millones de dólares en los primeros 11 meses del año, incluidos 250 millones a Siria, y las proyecciones sugieren que esta cifra podría acercarse a los 600 millones a medida que mejoren las relaciones comerciales.
La carga económica del conflicto sobre Turquía
El líder del PKK, Abdullah Öcalan, expresó su disposición a iniciar esfuerzos de paz después de una década de interrupción del contacto político directo. La reunión con Öcalan se produjo tras un llamamiento de Devlet Bahçeli, líder del Partido del Movimiento Nacionalista (MHP), de extrema derecha, para que el partido cesara sus actividades, sin detallar las medidas que adoptaría el gobierno para abordar los derechos y las demandas culturales de los ciudadanos kurdos.
Los parlamentarios de la gobernante Alianza Popular (AKP y sus aliados) sostienen que el estado de guerra ha causado graves daños al país, en particular a los kurdos de las regiones oriental y sudoriental. Sostienen que “la eliminación del terrorismo” creará un entorno más seguro y pacífico, propicio para el desarrollo de los residentes de esas zonas.
Por el contrario, las figuras políticas y activistas kurdos afirman que las disparidades económicas crónicas en el sudeste de Turquía son parte de una estrategia de larga data del Estado turco, que apunta a inducir cambios demográficos obligando a los jóvenes a abandonar sus pueblos históricos u obligándolos a participar en proyectos gubernamentales disfrazados de iniciativas económicas.
Al invertir de manera significativa en infraestructura y proyectos comunitarios, Ankara busca impulsar la economía local y, al mismo tiempo, intentar reducir las bases de apoyo del PKK. Históricamente, el gobierno turco ha mantenido un “Plan B”: si el desarrollo no es parte de la paz, sirve como componente de la guerra, y ambos caminos son fácilmente intercambiables.
Los expertos creen que un acuerdo de paz permitiría reducir el gasto militar, reasignar esos recursos a proyectos de desarrollo y mejorar los servicios educativos y sanitarios en la región. Además, mejorar la relación entre el gobierno y las comunidades locales mediante el desarrollo participativo puede aumentar las posibilidades de que el presidente Recep Tayyip Erdogan triunfe en las próximas elecciones constitucionales, un objetivo que comparte con su socio en el poder, Bahçeli.
Un informe del investigador Izzet Akyol para el Instituto para el Progreso Democrático indica que Turquía ha incurrido en pérdidas de aproximadamente tres billones de dólares debido a su enfoque centrado en la seguridad en la cuestión kurda durante los últimos 40 años, lo que ilustra la importante carga financiera que el conflicto actual y los gastos militares imponen a Ankara.
Durante casi un siglo desde la fundación de la República turca, los sucesivos gobiernos han abordado la cuestión kurda como un problema de seguridad, para luego etiquetarla como terrorismo en medio de la lucha armada que comenzó en los años 1980, descuidando los aspectos democráticos y de derechos humanos. Durante décadas, la manipulación de los temores de seguridad ha obstaculizado los debates sobre la cuestión kurda, presentándola como un asunto de paranoia en lugar de reconocerla como una preocupación legítima.
El estudio sostiene que esta perspectiva ha obstaculizado las posibles soluciones al ignorar factores políticos y sociales fundamentales. Al calificar al PKK únicamente de organización terrorista, el gobierno turco no ha logrado abordar las causas profundas del conflicto, lo que ha dado lugar a un creciente apoyo al PKK en las comunidades kurdas con el paso del tiempo.
El informe afirma que cualquier victoria militar sobre el PKK sería efímera si no se llega a una solución política. Si Ankara se niega a dialogar políticamente con los kurdos y sus demandas, es probable que el PKK o entidades similares reaparezcan, perpetuando así un ciclo de violencia e inestabilidad.
El informe sostiene que la solución de la cuestión kurda podría reposicionar a Turquía como centro regional de inversiones. Al fomentar un entorno más pacífico, Turquía podría atraer a personas e inversores cualificados, mejorando así sus perspectivas económicas y convirtiéndose potencialmente en un modelo de cooperación regional, en particular con países vecinos como Irak y Siria, que también cuentan con poblaciones kurdas.
Unidad en la injusticia y la pobreza
Además de las importantes pérdidas materiales, la incapacidad de Turquía para abordar la cuestión kurda ha erosionado su influencia internacional y ha llevado a una tendencia hacia una política exterior más militarizada, junto con un aumento de las tendencias autoritarias, en particular en un contexto de inestabilidad global. La vacilación del Estado turco a abordar la cuestión kurda surge de un temor más amplio a perder el control sobre la dinámica regional, especialmente a la luz de los acontecimientos en países vecinos como Irán e Irak.
Por el contrario, un enfoque justo y equitativo de esta cuestión podría fomentar la interdependencia entre los actores regionales, fortaleciendo tanto la estabilidad como la cooperación económica. Si no se aborda la cuestión kurda, Turquía podría verse perjudicada por su capacidad de utilizar eficazmente todos sus recursos, incluida el agua. El conflicto en curso seguirá infligiendo a Turquía importantes costos humanos y materiales, exacerbando la pobreza y alimentando los sentimientos antiestatales.
El estudio expone argumentos sólidos sobre la urgente necesidad de abordar la cuestión kurda en Turquía, subrayando los inmensos costos económicos asociados con el enfoque actual y destacando los beneficios potenciales de una solución política, no sólo para Turquía sino para toda la región. Este contexto ha permitido al gobierno de Erdogan vincular el renovado proceso de paz en las últimas semanas con el anuncio de proyectos de desarrollo por valor de 14.000 millones de dólares.
Todo esto ilustra la necesidad de adoptar una perspectiva moral y madura al abordar la cuestión kurda, sobre todo porque los asuntos no resueltos exacerban la polarización y los conflictos dentro de las sociedades. Según una encuesta de opinión del Centro Dijlah, el 85% de los turcos expresaron su insatisfacción con los acontecimientos en Turquía, ya sean turcos o kurdos, lo que refleja un sentimiento compartido de injusticia y pobreza.
FUENTE: Sarkis Kassargian / The Kurdish Center for Studies / Traducción y edición: Kurdistán América Latina