Rojava: "La lucha de la verdad kurda contra la propaganda de difamación histórica"

Turquía está llevando a cabo una intensa campaña de propaganda junto con sus ataques militares para destruir el movimiento popular revolucionario de Rojava. Esta estrategia refleja una versión moderna de las masacres históricas.

LA LUCHA POR LA VERDAD

Rojava representa un modelo de paz, libertad e igualdad en las tierras que el pueblo kurdo ha habitado durante miles de años. Este modelo conlleva la esperanza de coexistencia y valores democráticos no sólo para los kurdos, sino para todos los pueblos de la región. Desde sus inicios, la realidad de Rojava ha sido blanco implacable de la maquinaria propagandística del Estado turco. Siguiendo una especie de reflejo histórico, el Estado turco ha transformado su hostilidad hacia los kurdos en una estrategia política contra la realidad de Rojava, empleando una narrativa de 'cuestión de supervivencia' para justificar toda forma de campaña de desprestigio y difamación.

La maquinaria propagandística del Estado turco tiene como objetivo Rojava para socavar, negar y vilipendiar la lucha kurda por proteger su identidad y su propia existencia. Se distorsionan las realidades y se consideran aceptables todos los medios para criminalizar la lucha por la libertad de un pueblo. Los logros sociales y políticos de los kurdos se presentan como una amenaza a través de los medios de comunicación, la política y la diplomacia internacional, perpetuando una campaña de propaganda arraigada en la animadversión histórica. Este esfuerzo por desacreditar la reivindicación de identidad y valores culturales de los kurdos en plataformas nacionales e internacionales subraya la profundidad y el carácter sistemático de la hostilidad a la que se han enfrentado los kurdos a lo largo de la historia.

Desde su fundación, el Estado turco ha ignorado sistemáticamente a los kurdos y reprimido sus reivindicaciones de derechos mediante el uso estratégico de herramientas de influencia social. Las invariables políticas de difamación, que se remontan a la década de 1925, abarcan un amplio espectro que va desde los medios de comunicación a la literatura, desde la retórica religiosa a las manipulaciones en las relaciones culturales.

Un proceso propagandístico arraigado en las masacres

El Estado turco estableció medios de comunicación bajo su discurso oficial, retratando siempre a los kurdos como un pueblo "atrasado" e "incivilizado". Los escritores e intelectuales de la época dedicaron su energía a producir propaganda para vilipendiar a los kurdos a través de la literatura, los periódicos y las revistas. Durante este periodo nunca se abandonaron dos políticas fundamentales: en primer lugar, difamar a los kurdos; y en segundo lugar, crear divisiones internas entre los kurdos para fomentar la enemistad y la destrucción.

Cuando la lucha de los kurdos por sus derechos se convirtió en un conflicto abierto en 1925, el Estado empezó a ver los resultados de estas políticas. El proceso de aniquilación de los kurdos se inició junto con el aparato de propaganda. Se crearon contradicciones internas entre los kurdos y surgieron publicaciones que afirmaban que los kurdos no eran un pueblo e incluso cuestionaban su existencia. Pero si los kurdos no eran un pueblo, ¿por qué el Estado invertía tanta energía, economía y relaciones internacionales en este asunto? Mientras el pueblo sufría en la pobreza, ¿por qué el Estado dedicaba sus recursos a demostrar la ausencia de un pueblo que afirmaba que no existía?

Este artículo se adentra en la resistencia kurda ininterrumpida durante 100 años, examinando cómo el aparato propagandístico del Estado turco ha sido utilizado como arma para invertir la verdad y manipular a la sociedad.

La resistencia de la verdad contra la propaganda bajo la sombra de las armas

Después de 1925, comenzó una era represiva en muchas partes del Kurdistán en la que estaba prohibido decir "soy kurdo". A diferencia del periodo otomano, el Estado turco adquirió la capacidad de estacionar amplias fuerzas militares en el Kurdistán. Esta amenaza militar pronto se convirtió en masacres masivas. El Estado movilizó todos sus recursos para aniquilar o asimilar a una población indefensa. Es interesante que, al tiempo que afirmaba que los kurdos eran turcos, el Estado lanzaba campañas de promoción del uso de la lengua turca, incluso concediendo premios a quienes aprendieran turco. Los mismos medios de comunicación que organizaban concursos de lengua turca también publicaban una propaganda implacable que negaba la existencia misma de los kurdos y su capacidad para formar una identidad social. La construcción de la identidad turca se configuró mediante la negación de la existencia kurda, y esta negación se impuso sobre el terreno. Todos los kurdos que se resistían a la asimilación eran sistemáticamente eliminados.

De 1925 a la década de 1930 y hasta 1938, a medida que el dominio militar reforzaba la confianza, la retórica religiosa se convirtió en una parte importante de la propaganda del Estado. Se reformaron las mezquitas y las prácticas religiosas para alinearlas con esta política. Se presionó al pueblo kurdo para que aceptara el papel de liderazgo de los turcos en la religión. Las masacres, migraciones forzosas, ejecuciones y destrucción de asentamientos durante este periodo se ignoraron y, en su lugar, se presentaron como parte de la difamación de los kurdos. Los medios de comunicación, los intelectuales y otros elementos de propaganda funcionaron como herramientas ideológicas del Estado, profundizando la marginación social del pueblo kurdo.

La propaganda religiosa y la aniquilación kurda

La religión se convirtió en una de las principales herramientas de este proceso de propaganda. La propaganda elaborada mediante una retórica religiosa dirigida a los kurdos suníes ahondó las divisiones confesionales entre los kurdos y se utilizó sin piedad para legitimar las masacres de los alevíes kurdos. Sin embargo, antes de esta etapa, se consideró necesaria la represión del segundo mayor levantamiento de los kurdos, la Resistencia Ağrı.

Durante este periodo, la maquinaria propagandística funcionó a toda velocidad, rompiendo todos los límites morales. Novelas, revistas, periódicos y obras literarias se convirtieron en instrumentos de propaganda. Las figuras propagandísticas que hoy vemos en las pantallas de televisión, estaban constituidas por estos medios de comunicación en aquella época. Todos estos elementos se activaron como instrumentos auxiliares en la guerra destinada a suprimir la lucha del pueblo kurdo por la existencia y a borrar la memoria colectiva de la sociedad.

Primero se mató la verdad

¿Por qué un Estado se empeña en negar la existencia de un pueblo? La respuesta es sencilla: esta estrategia pretende dar legitimidad a su aniquilación. Lo que se sacrifica a la propaganda es la propia verdad. El levantamiento de Ağrı sirve como ejemplo significativo de cómo opera la propaganda. El examen de los escritos del corresponsal del periódico Cumhuriyet, Mahmut Esat Karakut, de ese período arroja luz sobre cómo se construyó este proceso. La novela de Karakut, Dağda Bekleyen Kız (La niña que espera en las montañas), era una obra explícitamente diseñada para degradar sistemáticamente a los kurdos.

Se utilizaron los medios de comunicación para construir tales percepciones, al igual que hoy en día. El Estado distorsionaba la verdad y manipulaba la memoria pública para controlar a la sociedad. A través de estos aparatos de propaganda, los kurdos eran retratados no como un pueblo, sino como un grupo bárbaro indigno incluso de vivir. De este modo, el objetivo era borrar los derechos históricos y el patrimonio cultural de los kurdos.

Sin embargo, esta propaganda estaba llena de contradicciones. ¿La verdad era el pueblo kurdo, los habitantes autóctonos de la región durante miles de años con una rica cultura y civilización? ¿O era la cara brutal del Estado, que masacró a miles de mujeres, niños, ancianos y civiles en lugares como el valle de Zilan, recurriendo incluso a matar a bayonetazos a mujeres embarazadas? La respuesta a esta pregunta revela las tácticas manipuladoras del Estado y cómo distorsionó la verdad. Al negar la existencia de un pueblo y ocultar la verdad de su cultura y su presencia, el Estado trató de legitimar su opresión. Sin embargo, como siempre, la verdad está más allá de la propaganda.

Decenas de miles de civiles inocentes fueron masacrados con bayonetas, gas venenoso y fuego de artillería, y estas atrocidades se presentaron como victorias en los titulares. Así es como la maquinaria propagandística de aquella época invirtió la verdad. Toma la tierra de los kurdos, roba su cultura, haz que te den cobijo, aprende civilización de ellos y luego masacra. Luego actúa como si nunca hubiera pasado nada. Así es como la verdad fue sacrificada a la máquina de propaganda del recién establecido Estado turco en estas tierras. Hoy en día, la situación en Rojava se ve afectada precisamente por las mismas tácticas de propaganda. Sin embargo, la historia no se escribe sobre la supuesta maldad de los kurdos, sino sobre las masacres y barbaridades que han soportado. Ahora, un siglo después, la maquinaria propagandística del Estado que distorsionó esta verdad histórica está de nuevo en acción en Rojava, atacando a los kurdos una vez más.

La historia no registra las masacres, las sangrientas atrocidades y el genocidio de Dersim como actos cometidos por los kurdos. Los alevíes kurdos, que vivieron en paz durante miles de años con sus tradiciones, sistemas tribales y enseñanzas espirituales, fueron primero el blanco de la maquinaria propagandística y luego sometidos a algunas de las escenas de masacre más brutales de la historia de la humanidad. La maquinaria propagandística tachó a los alevíes de 'impíos e infieles', legitimando así el proceso que condujo a su exterminio. Esta es la verdad, y la historia lo ha documentado como tal.

Tras estos acontecimientos, hubo un prolongado periodo sin resistencia significativa en el Kurdistán. El dominio militar se había establecido en toda la región, allanando el camino para una nueva era de asimilación cultural mediante el uso de modernas herramientas de propaganda. Durante este tiempo, se aplicaron políticas para borrar miles de años de tradiciones y la lengua kurda. Miles de obras de arte y piezas musicales kurdas fueron traducidas al turco. Se apropiaron de la música kurda, la rebautizaron como música artística turca o música folclórica y la reivindicaron como parte del patrimonio turco.

Las décadas de 1980 y 1990: El uso activo del aparato de propaganda

La década de 1990 marcó un periodo en el que el Movimiento Político Kurdo ganó fuerza y una mayor aceptación en la sociedad. Esto supuso un nuevo reto para el Estado. Para contrarrestarlo, el Estado reintrodujo sus políticas centradas en dividir, fragmentar y vilipendiar a los kurdos, imponiéndolas por la fuerza a la sociedad a través de su maquinaria propagandística. Todos los aspectos de la vida se convirtieron en parte de una guerra sucia. Decenas de miles de guardias rurales, la JITEM (Unidad de Inteligencia y Antiterrorista de la Gendarmería) y su extensión, Hizbul Kontra, fueron activados como escuadrones de la muerte. Las ejecuciones extrajudiciales, las desapariciones forzadas y la tortura se convirtieron en parte rutinaria de la vida cotidiana. La maquinaria propagandística del Estado trabajó sin descanso para encubrir esta brutalidad y justificar las atrocidades cometidas.

Los propagandistas que hablaban en las pantallas de televisión y los titulares de los periódicos se centraban en justificar las masacres y la destrucción que habían tenido lugar. Los pueblos quemados, los civiles asesinados y los actos de brutalidad se presentaban a la sociedad como si fueran legítimos. La existencia de los kurdos ya no se negaba rotundamente, sino que se degradaba con una perspectiva arrogante y condescendiente.

Los medios de comunicación competían por absolver las masacres cometidas por el JITEM y otros escuadrones de la muerte, que atacaban indiscriminadamente a hombres, mujeres y niños. Estas herramientas mediáticas se movilizaron para difamar al pueblo kurdo y sus reivindicaciones.

Durante este periodo, la verdad se invirtió una vez más para los kurdos. El Estado encubrió los crímenes que cometió contra los kurdos y silenció a la sociedad, presentando todo el dolor y la opresión como realidades justificables distorsionadas para el consumo público.

Rojava y la actualidad: La continuación de la propaganda

Mientras Rojava añade un nuevo capítulo a la epopeya de resistencia del pueblo kurdo, la maquinaria propagandística del Estado turco trabaja incansablemente para oscurecer esta verdad. La lucha por la libertad y la democracia del pueblo kurdo de la región se ha convertido en un faro de esperanza no sólo para los kurdos, sino para toda la humanidad.

Sin embargo, el Estado turco está llevando a cabo una intensa campaña de propaganda junto con ataques militares para destruir el movimiento popular revolucionario de Rojava. Al apoyar a grupos radicales y librar una guerra contra los kurdos, esta estrategia refleja una continuación moderna de las masacres históricas. Los medios de comunicación turcos perpetúan sin descanso narrativas manipuladoras para legitimar estas atrocidades y difamar a los kurdos.

En Rojava, sin embargo, se ha construido un modelo que demuestra la posibilidad de la igualdad social, la diversidad cultural, la coexistencia y la paz, especialmente bajo el liderazgo de las mujeres, a través de la resistencia contra las organizaciones más bárbaras. Esta verdad, a pesar de todas las presiones, se ha ganado un inmenso respeto en la opinión pública mundial y ha creado esperanza para el futuro.

Hoy, los kurdos siguen trascendiendo la propaganda estatal defendiendo su verdad. La historia que se está escribiendo en Rojava es un testimonio de la determinación del pueblo kurdo y de la dignidad colectiva de la humanidad.