El Centro Cultural de Anka continúa su batalla contra la asimilación

El centro cultural de Anka, situado en Van, tiene un recorrido de más de 20 años. Su historia está marcada por la lucha contra la guerra, la asimilación cultural y la represión a través del teatro, el arte y la música.

El centro cultural de Anka, situado en Van, tiene un recorrido de más de 20 años. Su historia está marcada por la lucha artística contra la represión y la asimilación.

El centro organiza formaciones en muchas áreas diferentes de las artes escénicas y visuales, con un enfoque especial en la música. Al principio se enseñaban los instrumentos tradicionales kurdos, como el def (tambor), el zirne (chirimía) o el tembûr (laúd de cuello largo), pero la comprensión social de la música también ha cambiado, en tiempos de resistencia, en los centros culturales. “Ahora se puede encontrar un violín, un piano o un violonchelo en casi todas las casas”, declara Necdet Bayat, fundador de Anka. Mientras que el AKP organiza eventos permanentemente en Van, el centro cultural se ve impedido de organizar actividades por la prohibición de eventos y acciones que lleva más de cuatro años en vigor.

En esta entrevista con ANF, Necdet Bayat proporciona información sobre el trabajo en el centro y su labor, así como la situación actual en Van.

¿Cómo se metió en la música?

Soy natural de Uludere, en Şırnak, pero pasé mi infancia y juventud en Van. Empecé con la música en la época de la Guerra del Golfo. Mi familia había construido refugios en nuestro apartamento por miedo a las bombas. En los noventa era una práctica común instalar búnkeres contra el gas venenoso en los sótanos. Todos en Van lo hacían por entonces. Yo tenía unos diez años y tuve un pequeño accidente. Lloré increíblemente fuerte durante mucho tiempo, pero cuando vi el tembûr de mi tío me quedé en silencio. Me pusieron el laúd en el regazo y empecé a conectar con el instrumento. Pro más tarde experimenté mucha presión para que no hiciera música.

¿Qué quiere decir con “presión”?

La música no estaba realmente apoyada dentro de la sociedad en aquel momento. La gente tenía preocupaciones más superficiales, y no había un mercado de la música. La religión también jugó un papel crucial en esto. Uno era considerado “un creyente no verdadero”. Las familias se avergonzaban cuando un miembro se dedicaba a la música. Yo también sufrí mucho por ello. Pero de alguna manera me las arreglé para conseguir un laúd. Mi padre no estaba nada entusiasmado con mi ocupación y destruyó mi laúd varias veces. Seguí arreglándolo, pero él nunca perdió la oportunidad de volver a romperlo.

¿Tuvo una educación musical?

Sí, estudié en el Conservatorio de la Universidad de Akdeniz. Pero no pude graduarme.

¿Por qué?

Por un lado, había razones políticas. Pero también porque creía que la clásica comprensión turca de la educación no me ayudaría. Durante este tiempo, también compuse música para películas.

¿Cómo convenció a su familia?

No fue fácil. Era el año 2000 cuando escapé de la presión y volé hasta Estambul. Mi familia me trajo de vuelta a Van, pero dejaron de interferir con mi música. En ese entonces quería conseguir un laúd de nuevo y fui a una tienda, pero me pareció increíblemente caro. Llamé al fabricante y le ofrecí vender sus instrumentos en Van. Al principio respondieron bien, pero cuando dije que no tenía dinero dejaron de interesarse y me colgaron. Después de una semana, cientos de productos de la compañía llegaron de repente. Así que el camino estaba preparado para romper la mala relación habitual con la música en esta ciudad.

¿Entonces abrió su primera tienda de música en Van?

En efecto. Trajimos todo tipo de instrumentos a Van.

¿Cuál era la atmósfera en ese entonces?

Al principio, la gente sólo venía a la tienda a tomar fotos. Con el tiempo, mucha gente se interesó por el violín.

Entonces, ¿ese fue también el comienzo de Anka?

Sí, a medida que aumentaba el número de personas que querían aprender a tocar un instrumento, Anka fue encontrando gradualmente su camino hacia la vida. Anka lleva 20 años artísticamente activo. Empezamos con cursos en diferentes áreas.

¿Y fue eso difícil?

Al principio no podíamos enseñar a tocar todos los instrumentos. Comenzamos con el laúd y la percusión. Venía gente de otras ciudades, trabajaban para nosotros y se formaban para ser profesores. Ahora pueden encontrarse en casi todas las casas de Van un violín, un piano o un violonchelo. Eso ocurrió bajo condiciones difíciles. No tuvimos ningún apoyo.

¿Qué cambios ha provocado tu trabajo? ¿Cómo va la lucha contra la asimilación cultural?

Es un problema histórico. La asimilación cultural se produce en todas las sociedades. Las condiciones en Turquía hicieron que la gente se sintiera más preocupada por sus necesidades básicas. El área cultural se veía más como algo perteneciente a las sociedades occidentales. Hubo procesos políticos y sociales que iniciaron su desarrollo. Vivimos en esta región, cuyo nombre histórico es Kurdistán, y aquí se habla kurdo pero está prohibido hacer música en ese idioma. Primero empezamos a tocar y a enseñar canciones kurdas. Dijimos que las obras kurdas también se pueden tocar con el violín y el piano. Creo que la riqueza cultural de esta sociedad asimilada ayudó.

¿Cómo surgió la resistencia a la represión?

Miramos el sistema y el orden imperante desde el punto de vista de la oposición y también dimos forma a nuestro arte de esa manera. Hoy en día, mucha gente de Van nos trae a sus hijos para que aprendan a tocar el piano. Quieren que toquen piezas kurdas también en instrumentos clásicos occidentales.

Hay un estado de emergencia de facto en Van que lleva más de 1.500 días. ¿Cuáles son las consecuencias de esto en su trabajo?

Supone, nada menos, que 1.500 de nuestras actividades han sido prohibidas. Seguimos trabajando en un entorno muy restringido. Pero queremos realizar eventos en los que todos puedan participar. Deberían ser eventos abiertos. No es posible hacer públicas nuestras ofertas, ni podemos trabajar según nuestros deseos y planes.

¿Esto ha empujado a la gente hacia otras áreas?

Sí. Se puede ver muy claramente en Van. Se ha desarrollado un tipo muy problemático de cultura de “cafetería”.

No se trata sólo de prohibiciones: la gente de esta ciudad fue separada y aislada en edificios prefabricados de propiedad estatal en los suburbios después del terremoto de 2011. Antes teníamos que rechazar a la gente porque no había más espacio en nuestros cursos u otros eventos. Los reflejos culturales también han cambiado. El partido gobernante continúa sus actividades ya que la prohibición no se aplica a ellos. La gente cercana a ellos también participa en estos eventos. Nuestras ofertas están prohibidas en lugares independientes como nuestro centro cultural. En este momento estamos preparando una obra de teatro llamada ‘Anrecht’. Ni siquiera sabemos si será permitida o no. Pero aún estamos preparándola.