Encarcelar la música y la voz de Kurdistán

Nûdem Durak entonó sus primeras canciones a los 12 años. En su pueblo, el canto tiene una larga tradición. Para los kurdos, está relacionado con la supervivencia: a través de esas canciones transmiten su historia oralmente.

Nûdem Durak entonó sus primeras canciones a los 12 años. En su pueblo, el canto tiene una larga tradición. Para los kurdos, está relacionado con la supervivencia: a través de esas canciones transmiten su historia oralmente, ya que en los estados donde quedó atrapado su territorio está prohibida su lengua materna.

Nûdem no sólo quería cantar, sino aprender a tocar un instrumento. Para eso, su madre Hatice, tomó una decisión: vendió su anillo de boda para comprarle una guitarra. En 2015, en declaraciones a la cadena Al Jazzera, la cantante kurda recordó: “Mi madre me dio su anillo de bodas y me dijo: ‘Vende este anillo y cómprate una guitarra’. Cuando tuve la guitarra, significó el mundo para mí”.

Para esa fecha, Nûdem ya había sido detenida, encarcelada y liberada. El gobierno y la justicia turcas la acusaron (y todavía lo hacen) de pertenecer a una organización terrorista, en referencia al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), considerado ilegal por Ankara.

Antes de que se ordenara su arresto en 2015, Nûdem ya había pasado por la cárcel en 2009 y 2012. En ambas ocasiones, las imputaciones fueron las mismas: su supuesta participación en una “organización terrorista”. En Turquía, esta figura acusatoria es utilizada de forma sistemática por el Estado para encarcelar a militantes, periodistas, políticos opositores y cualquier persona que critique al gobierno. Desde el intento de golpe de Estado contra el presidente Recep Tayyip Erdogan, en 2016, miles de personas (sean turcos, kurdos o de otras minorías) pasan sus días tras las rejas.

La vida de Nûdem no fue muy diferente a la de sus hermanos y hermanas kurdas. Nació el 1 de enero de 1988 y creció en la ciudad de Kumcati, en la provincia de Sirnak, en Bakur (Kurdistán turco, sudeste de Turquía). Esta región, habitada por unos 20 millones de kurdos y kurdas, es la más castigada por la represión del Estado turco. Nûdem trabajó como profesora de música en el Centro Cultural Men u Zîn, en la localidad de Cizîrê, lugar demolido recientemente por orden del Estado turco. La cantante y guitarrista también fundó junto a varios colegas el grupo musical Koma Sorxwin. Mientras su trabajo avanzaba, Nûdem aprendió a tocar el saz, un instrumento de la región con el que acompañaba sus canciones.

Condenada a 19 año de prisión en 2015, hace varios meses que se desarrolla una campaña internacional en demanda de su liberación. Angela Davis, Noam Chomsky, Michael Löwy, Ken Loach, Ana Tijoux, Peter Gabriel, Roger Waters, Brian May, Mark Ruffalo y Jonh Cusack son solo algunos de los intelectuales, escritoras y artistas internacionales que hoy reclaman que Nûdem reciba un juicio justo, ya que sus abogados aseguran que no existen pruebas reales y concretas que sostengan la acusación en su contra.

En un artículo publicado el 18 de febrero pasado en la revista Rolling Stone, varios músicos hablaron sobre la situación que atraviesa Nûdem. Waters, ex bajista y cantante de Pink Floyd, declaró que la cantante kurda “es nuestra hermana y tenemos la responsabilidad absoluta de apoyarla a ella y a los cientos de miles de personas que continúan sufriendo su destino con encarcelamientos falsos en todo el mundo, sobre todo en los Estados Unidos y el Reino Unido”.

Peter Towshend, líder de The Who, también se sumó a los reclamos. “Nûdem resulta ser kurda. Su voz está conectada a su alma y su alma siempre cantará para su familia, su gente y su nación –aseguró el guitarrista-. Como músicos, no podemos detenernos (…) Sucede que la música de Nûdem es buena música, y es muy triste que un país con el inmenso legado artístico histórico de Turquía trate a una buena música de la forma en que han tratado a Nûdem, independientemente de lo que sientan sobre el deseo de reconocimiento de los kurdos”.

En un artículo firmado por Irfan Aktan se reproducen algunas declaraciones de Rojhat Dilsiz, decano del colegio de abogados de Şırnak, que analizó la condena de la cantante kurda. Dilsiz explicó: “Nûdem trabajaba como artista vocal en el Centro cultural Mem û Zîn que organizaba actividades culturales en Cizîrê. Este centro no ejercía ninguna actividad de carácter político, su labor se centraba en el ámbito cultural y artístico. Pero ya que las actividades se realizaban en lengua kurda, fueron declaradas ilegales. En paralelo a las operaciones contra KCK (Uniónd e Comunidades de Kurdistán), también se llevaron a cabo acciones contra los empleados de las instituciones que participaban en las actividades artísticas, tal y como sucedió con Nûdem. Y añadieron su nombre al expediente”. 

Dilsiz agregó que en el expediente contra Nûdem, “se registraron conversaciones telefónicas confidenciales y se incluyeron como pruebas las declaraciones de ‘testigos secretos’ y las conferencias de prensa en las que participaron” diferentes imputados. 

Hatice, la madre de la música kurda, afirmó días atrás al portal Medya News: “La encarcelaron sólo por su trabajo. No hizo nada malo, no infringió ninguna norma. Sólo cantaba, y en realidad no sólo canciones kurdas, sino a veces también turcas”. Además, Hatice alertó que su hija se encuentra con un deterioro acelerado de su salud debido a las condiciones en que vive en la cárcel de Bayburt. Hatice manifestó que Nûdem “está sometida a mucha opresión en la celda” y que todos los días ella y muchas otras prisioneras políticas son requisadas por los guardias. “Una vez, incluso, me dijo que no son capaces de dormir por la noche debido a estos registros”, aseveró la madre de la cantante.

Hatice resumió en pocas palabras una realidad evidente: “Si algunos estados hubieran pedido a Erdogan la liberación de sus ciudadanos encarcelados, Erdogan los habría liberado, aunque estas personas hubieran cometido un asesinato, aunque hubieran matado a un policía. Pero hace oídos sordos a las peticiones de mi hija. Debería liberarla. Es muy joven e inocente”.
Cuando Nûdem fue encarcelada, tuvo la oportunidad de llevar una guitarra con ella. Quienes la visitaron, cuenta que ella cantaba y tocaba todos los días, hasta que los guardias de seguridad rompieron su guitarra. Pese a esto, la voz y la música de Nûdem se siguen escuchando, como también se oyen cada vez más los reclamos del pueblo kurdo para que el Estado turco respete su cultura, su libertad y su autonomía.

FUENTE: Leandro Albani / Revista Sudestada