Cinco meses bajo tortura del estado turco

M.S. y su hijo C.S. no pudieron abandonar su aldea después de que el Estado de Turquía invadiera Afrin, y fueron objeto de tortura durante cinco meses. La familia habla sobre su experiencia y lo que allí presenciaron.

El ejército turco y los grupos mercenarios aliados continúan cometiendo crímenes de guerra durante la ocupación de Afrin. Han destruido edificios en el centro de la ciudad y en las aldeas, saqueado el patrimonio cultural histórico y tratan de llevar a cabo un cambio demográfico.

M.S. y su hijo C.S han sido sometidos a torturas durante meses hasta que finalmente huyeron de su aldea.

M.S. estuvo paralizado durante meses y perdió un ojo debido a las torturas infligidas por el estado turco y los grupos mercenarios aliados: “Cuando llegamos a Afrin, exigieron que todo el mundo se presentará a la mezquita. Nos golpearon mientras llegábamos, nos golpearon en los vehículos en los que nos metieron y mientras estábamos en ellos. Nos pusieron en prisión. Luego continuaron con las torturas mientras nos insultaban. Nos dejaron salir tras dos días. Pero unos días más tarde volvieron y nos volvieron a llevar a la prisión. Pasamos por lo mismo otra vez. Perdí la vista por la tortura. Nos dejaron libres tras unos días. Cuando volvieron la tercera vez nos llevaron al mismo sitio y me dijeron que habían decidido decapitarme. Me preguntaron que le quería decir a mi hijo como mi última voluntad. Le dije :’hijo nunca abandones el camino de la humanidad’. Cuando me oyeron, dijeron que le estaba diciendo a mi hijo que siguiera el camino del PKK y me pusieron un cuchillo al cuello”.

Comenzaron a destruirlo todo

M.S. ha informado que el estado turco y sus grupos mercenarios aliados comenzaron a destruirlo todo cuando entraron en Afrin. “Talaron los olivos. Saquearon los lugares históricos, bombardearon los cementerios de los mártires, prendieron fuego a las montañas, derruyeron las mezquitas y lugares de culto ezidí. Querían destruir Afrin, su naturaleza, su pueblo… absolutamente todo. Querían cambiar demográficamente al pueblo. Cambiaron los nombres de los barrios, las aldeas, las escuelas, las calles todo tenía que ser en turco. Pusieron fotografías de Erdogan en las calles de Afrin. Trajeron grupos armados mercenarios de Ghouta, Deir ez-Zor y otros lugares para asentarlos en Afrin. El estado turco lo controla todo.”

Padre e hijo torturados al mismo tiempo

C. S. ha perdido el 70% de su visión bajo tortura del Estado de Turquía. Ha explicado lo siguiente sobre lo sucedido: “Cuando entraron en nuestro pueblo, reunieron a la gente en la mezquita. Todo el mundo tuvo que dormir allí aquella noche. Volvieron al día siguiente y dijeron que aquellos que no habían rezado debían salir. Mi padre salió detrás de mí. Tan pronto como salió, empezaron a golpearle. Cuando yo salí, empezaron a golpearme a mí también. Nos llevaron a la población de Qirmitlik, en Shiye. Nos torturaron de todas las formas imaginables. Me cuesta trabajo contar algunas cosas. Nos hicieron cosas extremadamente degradantes. Nos torturaron uno frente al otro. Dijeron que mi padre debía morir, y le dijeron que se preparara para ello. Se pusieron furiosos cuando mi padre me dijo que nunca se apartaría del camino de la humanidad. Lo arrastraron, y le dijeron que lo decapitarían. Hubo una discusión entre ellos. Uno de ellos decía que deberían decapitarlo, el otro no estaba de acuerdo. Este era el modo en que jugaban con la psicología de las personas. Volvimos a casa como dos hombres muertos cuando nos soltaron.


Queríamos morir

Unos días después volvieron por la noche y nos llevaron al mismo sitio. Éramos 5 personas, sometidas a duras torturas. Nos metieron en un coche y nos llevaron a algún otro lugar, donde continuaron torturándonos. Sin comida, sin agua, sin baño. Los turcos, y el intérprete kurdo, llevaban a cabo la tortura. Fue tan intensa que queríamos morir, les dijimos que nos mataran.

Pérdida de un ojo, paralizado

Unos pocos días después nos soltaron. Cuando vi el estado de mi padre al llegar a casa, me sentí doblemente herido. Estaba tendido en el suelo. Había perdido su ojo, y tenía paralizado medio cuerpo. Durante tres días, no tuvo nada para comer o beber. Mi padre y yo estuvimos en esa situación durante una semana, no tuvimos comida durante una semana. Ni siquiera teníamos pan. Nadie se quería acercar a nosotros por miedo a los mercenarios. Hubieran castigado a cualquiera que nos hubiera ayudado.

Les dimos dinero y nos fuimos

Unos pocos días después, volvieron. Tenían una foto mía haciendo el signo de la victoria. Dijeron que habían venido para llevarme, pero que igual podría salvarme si les daba dinero. Nos pidieron 2.000 dólares estadounidenses, a pagar en tres días. Les dimos el dinero y abandonamos Afrin. Porque podrían haber vuelto diariamente. Podrían habernos torturado y extorsionado cada día.

En Afrin suceden todo tipo de desgracias. Las casas son incendiadas y saqueadas, las tumbas derribadas, hacen contrabando con todo tipo de objetos que encuentran, prenden fuego a la tierra, la montaña, los olivos. Las mujeres son violadas y los hombres secuestrados a cambio de un rescate. El Estado de Turquía está ahora construyendo nuevas bases y cortando miles de olivos para ello. Llevan a cabo incendios en todas partes. El único fin del Estado de Turquía es cargarse la naturaleza de Afrin, su identidad y su historia. Están tratando de alejar a las pocas personas que quedan de Afrin por medio de tortura reiterada y constantes saqueos”.