Jinetes de la libertad en Heftanin
Las historias siempre nos impulsan. Historias que escuchamos con curiosidad. Historias que a veces nos llevan lejos, a veces muy cerca.
Las historias siempre nos impulsan. Historias que escuchamos con curiosidad. Historias que a veces nos llevan lejos, a veces muy cerca.
Las historias cuentan siempre algo de todos nosotros; podemos encontrar algo de nosotros mismos en una historia, algo de nosotros en todas ellas. A veces, es algo que te enfada o, por el contrario, algo que te hace estar agradecido. A veces, no puedes entender, y otras te sorprende lo que escuchas. Las historias a menudo nos hacen reír o llorar, nos sorprenden o enfurecen o incluso nos hace felices.
Una historia es, pues, como una carretera; a medida que la escuchas, lees o ves, quieres seguir su camino, avanzar por él, buscar nuevas rutas. También son como un libro, mientras alguien habla, tu pasas la página de su corazón. En suma, las historias te hacen viajar por lugares nuevos.
La historia que yo estoy escuchando ahora comienza en Sinjar pero llega a Aleppo y las montañas de Heftanin. Esta historia es buena, una historia que debería…
Es una historia que nace en la guerra y se desarrolla y crece en el campo de batalla. Campos de batalla, sangre, crueldad, niños, piedad, lagrimas, sacrificio, voluntad, determinación, violaciones, ocupaciones, amor, emoción, ideas, fe, incendios, saqueos, pérdidas, jóvenes, madre, padre, mujer, hombre, una plaza con algo en medio; el campo de batalla. La historia de Demhat Afrin en el campo de batalla...
Demhat Afrin nació en 2001 de una madre árabe en Sinjar, la tierra de un pueblo antiguo que todavía no ha curado la herida dejada por 72 ‘ferman’ (genocidios). Con sus pies desnudos, Demhat creció rodeado de tierras de color marrón, bebió desde pequeño de las creencias de su pueblo. Los años pasaron y en un día cubierto de rojo apocalíptico, con el humo envolviendo la región, la oscuridad fluía desde los cielos y la tierra se llenaba de sangre y mujeres, sus jóvenes manos juraron que no obedecería a nadie. No tapó los oídos a los llantos del pueblo. Más bien, sus oídos se llenaron de los gritos, llantos, sonrisas oscuras con banderas negras. También sus ojos se inundaron con los peshmergas preparándose para abandonar Sinjar, los niños muriendo de hambre y sed, mujeres violadas, hombres asesinados, juventud secuestrada, desiertos empapados de sangre.
Pero algo cambió. No había visto antes a los 12 jinetes, no había oído hablar de ellos ni tan siquiera se los podía haber imaginado, pero en aquel instante en el que aparecieron el joven Demhat juró acabar con la insensatez de la traición.
Mientras todo el mundo se dirigía a las puertas de Sinjar para salir, ellos, los 12 jinetes, cruzaron esas mismas puertas hacia el interior de Sinjar a través del polvo blanco de la antigua ciudad. Desenvainaron sus espadas siguiendo las instrucciones del líder del pueblo kurdo, Abdullah Öcalan: “Oh, guerrillero protege tu corazón y tu mente”.
Mientras haya amor por la tierra y consciencia… Al igual que hay esclavos que son vendidos sin importar su edad, la libertad también se enamora de ti sin importar la edad que tengas. Y así, el joven Demhat siguió a los jinetes… Se montó en su caballo, empuñó una espada y comenzó a luchar. Demhat, sin ni siquiera saber el idioma que hablaban los jinetes, sencillamente los miró y emprendió el camino que abrían ante sus ojos.
Desde Sinjar a Aleppo y desde ahí a las montañas de Kurdistán. Demhat tiene ahora 20 años. Nació en un campo de batalla, su historia continúa ahora en Heftanin, una zona de guerra. Con un poco de filosofía, un poco de kurdo, un poco de amor, un poco de pasión por las montañas y la tierra, y mucha rabia contra los invasores así como una pasión inagotable por la libertad, ahora lucha contra los invasores junto con otros pueblos de Heftanin.
Su amor por Heftanin no es nuevo y fragmentado como su kurdo, sino precioso y grandioso como el árabe que habla. Esto le hace luchar y vivir; ya que él sabe y es consciente de que si no estuviesen ahí aquellos que se hicieron inmortales en el campo de batalla, su propio pueblo y otros pueblos estarían en el cementerio de la historia. Y es por ello, que Demhat Afrin, se sumó a aquellos jinetes por la libertad, desde Sinjar hasta Heftanin...