Miles de personas, vestidas de negro, se congregaron ayer para rendir homenaje a las victimas de la masacre del genocidio de Halabja con motivo del 31 aniversario de la masacre. Los asistentes acudieron al monumento y museo de Halabja, construidos en recuerdo de las victimas, desde primera hora de la mañana de ayer. La masacre se cobró la vida de más de 5.000 victimas de Sulaymaniyah, Ranya, Kaledizê, Sharbajar, Sharezor, Erbil y Behdinan.
Al acto han acudido autoridades del gobierno regional, así como gobernadores de Sulaymaniyah y de Halabja y dirigentes del PUK.
Tras la ceremonia oficial, se han dejado coronas de flores en el monumento. Las asociaciones Tevgera Azadi y Umut han realizado una visita al cementerio en el que los mártires de Halabja descansan.
El 16 de marzo de 1988 alrededor de 5.000 kurdos, fundamentalmente niños y mujeres, fueron asesinados por un gas mortal que fue lanzado sobre la ciudad de Halabja por las fuerzas de Saddam Husein. Un equipo belga, de la ONG Médicos Sin Fronteras, fue el primero en confirmar el uso de gas mostaza y probablemente de cianuro. No fue hasta el 23 de marzo que comenzaron a surgir las primeras imágenes que fueron retransmitidas por la televisión iraní. Las imágenes mostraban los cuerpos sin vida tumbados en la calle, pero sin ningún tipo de herida o lesión. Algunos testigos informarían posteriormente que en algunos cuerpos se podía ver sangre saliendo de las fosas nasales.
El enviado especial de AFP, Michel Leclerq, describió el horror en un artículo del 1 de abril de aquel año: “No existe ni el más mínima movimiento, ni llanto: Halabja parece congelada, inmovilizada en un profundo letargo, mientras en la distancia, se pueden oír los cañones”.
“Las casas permanecen intactas así como las tiendas llenas, pero ni un solo alma habita ya esta ciudad, desde que los aviones iraquíes lanzaran el gas venenoso”.
No sería hasta 20 años más tarde, en el 2010, que el General Ali Hassa al-Majid, conocido como ‘Alí el Químico’ por ser el artífice de los ataques con gas venenosos, fue ahorcado por sus crímenes entre ellos, la masacre de Halabja.
Al-Majid, primo de Saddam Hussein, fue condenado por el ataque de Halabja. La pena fueron cuatro sentencias de muerte pero este general siempre insistió que actuaba en interés del estado iraquí y su seguridad y jamás se arrepintió.
En 2012, el gobierno iraquí entregó al pueblo de Halabja la soga con la que fue ahorcado Al-Majid.