Eren Keskin: “La tortura sexual es una antigua política de Estado”

Eren Keskin afirma que la tortura sexual es una política de Estado y se extiende también debido al silencio de la oposición.

TORTURA SEXUAL

Continúa la indignación pública por las agresiones sexuales y las torturas al desnudo infligidas a los jóvenes detenidos durante las protestas de Saraçhane, que comenzaron tras la anulación del título universitario de 30 años del alcalde del municipio metropolitano de Estambul y candidato presidencial del Partido Popular Republicano (CHP), Ekrem Imamoğlu, y su encarcelamiento.

Eren Keskin, co-presidenta de la Asociación de Derechos Humanos (IHD) y una de las fundadoras de la Oficina Jurídica contra el Acoso Sexual y la Violación durante la Detención, declaró a ANF que la tortura sexual durante las detenciones se ha aplicado como política de Estado durante muchos años.

Keskin subrayó que la tortura siempre se ha utilizado como método de política estatal en esta región, y señaló que una de las formas de esta tortura es la tortura sexual.

Keskin dijo que tuvo conocimiento por primera vez de la existencia de la tortura sexual durante su propia detención ilegal en la década de 1990: “En la década de 1990 éramos conscientes de que el acoso sexual y la violación bajo custodia policial se utilizaban como métodos de tortura, pero nadie hablaba de ello. Sin embargo, cuando me encarcelaron en 1995, me encontré cara a cara con la realidad de una forma mucho más directa. Una mujer a la que representaba como abogada me contó que había sido sometida a agresiones sexuales y violaciones mientras estaba detenida”.

Política de guerra en el Kurdistán

Eren Keskin cuenta que, tras salir de la cárcel, emprendió acciones contra este método silenciado de tortura. En 1997, junto con la abogada alemana Jutta Hermans, que se encontraba en Turquía en ese momento, creó la Oficina Jurídica contra el Acoso Sexual y la Violación durante la Detención.

Destacó que durante ese periodo, el acoso sexual y las violaciones durante las detenciones se utilizaban especialmente en el Kurdistán como parte de una política de guerra especial, y agregó: “Primero empezamos por evaluar la situación legal.

En aquella época, por ejemplo, no se mencionaba el término 'mujer' en el Código Penal turco. No había ninguna sección titulada 'violencia contra las mujeres'. La única referencia era al delito de violación. Esa sección se llamaba ‘delitos contra la moralidad general y la familia’. En otras palabras, el concepto de mujer era inexistente en el Código Penal. Ni siquiera existía una definición legal de ‘acoso sexual’.

La definición de violación también era extremadamente limitada. Según las sentencias del Tribunal Supremo, la violación se define únicamente como la penetración forzada de la vagina de una mujer por el órgano sexual de un hombre. Pero las mujeres no sólo sufrían violencia sexual a través de la agresión genital; también eran violadas con porras, bastones y agredidas anal y oralmente. Ninguno de estos actos estaba reconocido legalmente en el Código Penal turco.

Gracias a las largas luchas del movimiento de mujeres y de nosotras, como abogadas, en 2005 se introdujeron cambios significativos en el Código Penal turco. La agresión sexual se definió como un delito penal específico. Se amplió la definición de violación y por fin se reconoció el acoso sexual como delito”.

La tortura sexual es la forma de abuso de la que más les cuesta hablar a las mujeres.

Eren Keskin señaló que la tortura sexual bajo custodia es la forma de abuso de la que más les cuesta hablar a las mujeres. Explicó que, si bien muchas mujeres eran capaces de describir cómo las sometían a descargas eléctricas o a la posición de ahorcamiento palestino (suspensión por los brazos con los brazos atados a la espalda, una técnica muy utilizada por el Estado israelí) durante la detención, a menudo se sentían avergonzadas, asustadas y excluidas cuando se trataba de hablar de la tortura sexual que sufrían. Keskin contó que cuando preguntaba a las mujeres por qué no hablaban de esta forma de tortura, la respuesta más común era: “Mi padre no lo aceptaría, mi marido no lo aceptaría”. Afirmó: “La mayoría de las mujeres guardaban silencio porque creían que los hombres de sus familias no serían capaces de soportarlo. Esto era, de hecho, el resultado del código moral patriarcal que se nos ha impuesto. Pero con los años, sobre todo a medida que las mujeres kurdas y las presas políticas fueron adquiriendo mayor conciencia de sus derechos, empezaron a hablar, aunque todavía no lo suficiente, de la tortura sexual. Por ejemplo, todavía hay mujeres que acuden a mí y me dicen: 'Me violaron bajo custodia durante el periodo del 12 de septiembre, pero nunca se lo había contado a nadie hasta ahora'. Es una forma de tortura de la que es muy difícil hablar, y está completamente silenciada, incluso está prohibido hablar de ella. Sin embargo, la tortura sexual existe. Es un método muy utilizado”.

En Turquía, como la tortura es una política de Estado, los fiscales y los jueces sólo aceptan como pruebas válidas los informes del ATK. Pero el propio ATK es una institución estatal oficial.

Eren Keskin también destacó que la tortura sexual es una de las formas de tortura más difíciles de documentar. Explicó que si una mujer es sometida a agresión sexual o violación bajo custodia policial, para demostrarlo es necesario que queden pruebas de ADN en su cuerpo u obtener un informe médico antes del lavado. Si no es virgen y el traumatismo no se detecta inmediatamente, a menudo se registra en los informes como un “desgarro vaginal antiguo”. Afirmó que, en esos casos, la única vía que queda es la documentación psicológica. En aquel momento, como Oficina Jurídica contra el Acoso Sexual y la Violación durante la Detención, empezaron a trabajar con el centro dirigido por la profesora Sahika Yüksel para obtener informes psicológicos para las supervivientes.

Keskin subrayó que el mayor obstáculo siempre ha sido, y sigue siendo, el Instituto de Medicina Legal (ATK), cuyas decisiones siguen suscitando controversias en la actualidad. Afirmó: “En Turquía, como la tortura es una política de Estado, los fiscales y los jueces sólo aceptan como pruebas válidas los informes del ATK. Pero el propio ATK es una institución estatal oficial. Esperan que un brazo del Estado documente las torturas cometidas por el otro brazo. Naturalmente, nunca se proporciona tal documentación. Este problema también afecta a los presos y las presas enfermos; los fiscales y los jueces insisten en los informes del ATK, aunque también deberían aceptarse los historiales hospitalarios o los informes de centros de rehabilitación y médicos independientes, como los de la Fundación de Derechos Humanos”.

Recordó un caso emblemático: “En 1993, una mujer llamada Şükran Aydın fue agredida sexualmente bajo custodia por una unidad militar al mando de Musa Çitil. Cuando el caso quedó impune en Turquía, nosotros, Osman Baydemir, Meral Danış Beştaş, Reyhan Yalçındağ y yo, llevamos el caso ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH). El TEDH condenó a Turquía, y una de las razones clave fue la ausencia de un informe médico de un facultativo independiente, porque el ATK no había documentado las torturas. Presentamos esta sentencia del TEDH en todos los casos similares que tramitamos y, a pesar de ello, se siguen enviando expedientes al ATK de forma rutinaria. Esto se debe a que forma parte de un sistema arraigado”.

Informes psicológicos como pruebas de abusos

Eren Keskin recordó el reciente testimonio de una joven detenida durante las protestas de Saraçhane, en el que afirmaba que un agente de policía le había tocado los pechos. Hizo hincapié en que tocar el cuerpo de una mujer y utilizar insultos basados en el género constituyen actos de tortura sexual. Aunque estos abusos pueden ser difíciles de documentar físicamente debido a la falta de huellas visibles, Keskin explicó que pueden probarse mediante un informe psicológico, que también puede obtenerse en un hospital.

Keskin subrayó que la tortura sexual es un delito y no debe quedar impune, y afirmó: “En general, hay una impunidad generalizada en los casos de tortura en Turquía, pero los informes psicológicos pueden servir como prueba. Como mínimo, tener un informe de este tipo en la mano permite al superviviente agotar las vías legales nacionales y llevar el caso ante el TEDH. Se trata de una forma de lucha legal. Por ejemplo, cuando abrimos por primera vez la oficina jurídica en 1997, había un número alarmante de casos de violación bajo custodia policial. Hoy recibimos menos solicitudes, no porque la violencia haya desaparecido, sino porque ahora hay más conciencia de los derechos legales, se han hecho cambios en la ley y tanto la sociedad como el movimiento de mujeres se están pronunciando sobre estos delitos”.

El ministro de Justicia Tunç y cualquier otro político que niegue esta realidad deberían visitar las cárceles con nosotros y nosotras y hablar con las mujeres.

Aunque hoy lo niega el ministro de Justicia, Yılmaz Tunç, Keskin afirmó que los cacheos sin ropa siempre han existido durante las detenciones o a la entrada de las prisiones. Recordó que los cacheos sin ropa son un método de tortura y malos tratos. Haciendo hincapié en que “nadie puede ser sometido a un trato que humille su dignidad”, Eren Keskin añadió que la República de Turquía es un Estado que ha firmado las Reglas Mandela de las Naciones Unidas, y que estas reglas definen las normas para el trato de las personas detenidas.

Keskin subrayó que la República de Turquía ha firmado tanto las Reglas Mandela como la CEDH, y recalcó que los países que son parte de estos acuerdos no pueden someter a nadie a tortura o malos tratos. Afirmó que los cacheos sin ropa constituyen una forma de tortura sexual y señaló que este método de tortura pretende humillar a una mujer, doblegarla psicológicamente y violar su espacio privado.

Llamando la atención sobre el hecho de que los cacheos al desnudo son hoy en día un método de tortura ampliamente utilizado en Turquía, Eren Keskin señaló que, por ejemplo, ninguna mujer es admitida en la prisión cerrada de mujeres de Bakırköy sin ser sometida a un cacheo al desnudo. A pesar de esta realidad, señaló que nunca se ha encontrado con un solo ministro que haya reconocido la existencia de los cacheos sin ropa y, por ese motivo, afirmó que no le sorprende en absoluto la negativa del ministro de Justicia, Yılmaz Tunç.

Eren Keskin recordó: “Hace años, cuando hicimos una declaración pública sobre una mujer que fue violada con una porra durante la detención, uno de los ministros de entonces pudo decir: ‘Nuestros policías están hechos como rocas, ¿por qué tendrían que usar porras?’ Esta mentalidad se ha normalizado en sus mentes. Así que esta es mi propuesta: el ministro de Justicia Tunç y cualquier otro político que niegue esta realidad deberían visitar las cárceles con nosotros y nosotras y hablar con las mujeres”.

Si tu oposición a la tortura depende de la identidad política, entonces la tortura continuará.

Eren Keskin recordó que la generalización de métodos de tortura como las agresiones sexuales bajo custodia policial y los cacheos al desnudo en la actualidad también se debe en gran medida a la oposición y su evasión del tema. Dijo: “En nuestra geografía, especialmente en la década de 1990, se infligían torturas sexuales a las mujeres kurdas, pero nadie hablaba de ello. Hicimos declaraciones una y otra vez, se editaron publicaciones, hablamos de ello en paneles, pero nadie lo incluyó en su agenda. Por ejemplo, cuando se expuso el cuerpo desnudo de Ekin Wan en Varto, sólo reaccionaron las mujeres kurdas. No entró en la agenda de la oposición principal, ni en la de nadie más. Sólo prestan atención cuando ellos mismos son las víctimas.

En esta geografía, no se puede conseguir nada culpando únicamente al Estado. También debes enfrentarte a tu propio doble rasero. Lo mismo ocurre con la situación de los presos y las presas enfermos. Según los datos de la IHD, actualmente hay entre 1.600 y 1.700 presos y presas gravemente enfermos en las cárceles de Turquía. No se habla de ninguno de ellos. Han sido condenados a las despiadadas decisiones del ATK, y están muriendo en prisión.

Ahora por fin se habla ampliamente de este asunto, y con razón, por lo que le ocurrió a Mahir Polat. Eso es importante, por supuesto. Pero es precisamente por no haber hablado antes por lo que Mahir Polat ha sufrido ahora esta crueldad. Hay gente que sale en la tele y dice: “Han torturado a mi hijo, ¿es mi hijo un terrorista?” Si haces esa pregunta, nunca llegarás a ninguna parte. Porque todo el mundo sabe que cuando dicen “terrorista” se refieren a los kurdos.

Por ejemplo, en mi opinión, una de las figuras políticamente más peligrosas de esta geografía es Umit Ozdağ. Pero si Umit Ozdağ fuera torturado hoy, me opondría a ello. Si tu oposición a la tortura depende de la identidad política, entonces la tortura continuará. En el momento en que dices: 'Está bien si se hace a alguien que no es de los nuestros', ya has perdido tu derecho a oponerte a la tortura”.

El doble rasero de la oposición

Y concluyó: “En esta geografía, por desgracia, quienes se autodenominan oposición son extremadamente selectivos cuando se trata de víctimas, y aplican constantemente un doble rasero. Creo que esto está en la raíz de muchos de los problemas a los que nos enfrentamos hoy en día. Lo vimos también durante el incidente del algodón de azúcar. Nadie en esta geografía ha sufrido violaciones de los derechos humanos como los kurdos. Perdieron a sus seres más queridos. Sus hijos e hijas fueron torturados hasta la muerte, sus aldeas fueron incendiadas, desaparecieron personas detenidas, hubo ejecuciones contraguerrilleras y nada de esto llegó a la agenda de la mitad del país. Nadie habló.

Pero ahora, porque un policía dio algodón de azúcar a niños kurdos, alguien como Mansur Yavaş, un fascista, y hablando en nombre de la oposición, dice: 'Aquí tratáis así a los niños, pero allí repartís algodón de azúcar'. Como si la tortura sólo hubiera comenzado durante el gobierno del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Pero no es así. La tortura siempre ha existido en esta geografía. Y se mantiene hoy precisamente porque ustedes guardaron silencio”.