El Movimiento de Liberación de Base de Kenia llamó la atención de muchas personas en todo el mundo hace varias semanas con una impresionante campaña de murales expresando la solidaridad internacional en apoyo de la causa de la libertad del líder kurdo Abdullah Öcalan, encarcelado por Turquía en régimen de aislamiento total en la isla-prisión de Imrali.
Ahora, el grupo de jóvenes artistas que está detrás de la campaña de murales, un grupo conocido como los Wahenga, está en el punto de mira del gobierno municipal de Nairobi, que les amenaza con detenerlos si siguen pintando murales.
El Movimiento de Liberación de Base ha declarado lo siguiente en un comunicado: “Los Wahenga llevan más de cinco años pintando murales. Han realizado más de 100 murales, pero nunca antes se habían tenido que enfrentar a las autoridades de esta manera. De hecho, no hace mucho tiempo, el Estado incluso los contrató para hacer murales sobre la Covid-19 que informaran al público. Pero ahora se acusa a los Wahenga de haber provocado “una alteración del orden público”. Las autoridades municipales amenazan blandiendo ordenanzas según las cuales los jóvenes artistas podrían ser detenidos y procesados por seguir con su trabajo. Evidentemente, al centrar la causa de Öcalan en sus murales, los Wahenga se han salido del guión”.
El comunicado añade: “Este incidente sirve para revelar la naturaleza neocolonial del Estado keniano, la facilidad con la que las potencias de la OTAN pueden conseguir que las autoridades locales hagan su sucio trabajo. Porque lo más probable es que la embajada turca y/o el aparato de inteligencia hayan intervenido para lograr este resultado. Aunque tampoco se puede descartar que la CIA actuara directamente en nombre de sus aliados turcos. Tampoco es del todo imposible que esto sea el resultado de alguna iniciativa autónoma, local, destinada a cortar de raíz un brebaje ideológico potencialmente explosivo”.
Y sigue: “De hecho, el incidente también subraya lo peligrosa que el Estado percibe la conexión entre la causa de Öcalan y la movilización de los jóvenes del gueto. No hay que olvidar que sólo durante la presidencia de Kibaki se exoneró oficialmente a los Mau Mau en el país, quitándoles el estatus de organización terrorista. Las condiciones de existencia en los asentamientos informales son pésimas. Las bases materiales del consentimiento parecen estar totalmente ausentes. La manipulación ideológica combinada con la coerción bruta, el modo de gobierno dominante. Se avivan las divisiones étnicas, se propaga la violencia horizontal, se estimula el servilismo religioso, se promueve el poder policial. Estos son los trucos del oficio, mediante los cuales el pueblo ha sido hasta ahora efectivamente dividido y conquistado, desde hace generaciones. Pero ahora se dan las condiciones para una revolución. Por eso se consideran tan peligrosas las armas de los wahenga, los murales, la música, el mensaje revolucionario expresado a través del arte. Porque es peligrosoun sistema que permite a las multitudes languidecer en la más absoluta pobreza mientras unos pocos viven en el regazo del lujo, al estilo de Lavington”.
El comunicado subraya que “el padre del actual presidente fue el fundador de la nación. El legado que dejó su padre fue el de una gran desigualdad. Y en la generación posterior, bajo Moi, luego Kibaki y ahora (aún no) “Uhuru”, esas desigualdades no han hecho más que exacerbarse mucho más. Los centros de justicia social, y ahora el Movimiento de Liberación de Base, han infundido miedo en los corazones de aquellos cuyo trabajo es proteger y preservar las relaciones de propiedad social existentes. Por ello, las autoridades arremeten contra los mensajeros para intimidarlos y hacerlos callar. Pero los wahenga no se dejan intimidar tan fácilmente. Porque están convencidos de que tienen a Jah de su lado. Creen en la promesa, en que las profecías se están cumpliendo, en que el reino de la igualdad de derechos y la justicia está cerca.
No es una mera coincidencia que Abdullah Öcalan fuera secuestrado en Nairobi. Porque era el portador de una llama revolucionaria, una llama que sigue ardiendo, un fuego que puede y ha sido encendido, y cuyo calor irradia cada día con más intensidad. El mensaje profético de Öcalan, su paradigma de ecología social, su programa de confederalismo democrático, ha sido recibido con entusiasmo en todos los asentamientos informales. Entre los que no tienen nada que perder más que sus cadenas. Así que que tiemble el orden establecido, si es que debe hacerlo. Porque Babilonia está cayendo, y Sión está destinada a levantarse. De las cenizas, como un ave fénix, se forjará un nuevo mundo, el nuevo mundo de los Wahenga”.
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