El pueblo baluche de Irán resiste la cacería estatal

El pueblo baluche de Irán es blanco de una represión descarnada desde que, en el país, estallaron cientos de protestas, luego de la muerte de la joven kurda Jina Mahsa Amini.

El 30 de septiembre será recordado por el pueblo baluche de Irán como el “viernes sangriento”. Ese día, las fuerzas de seguridad iraníes lanzaron una represión total en la provincia de Sistán y Baluchistán, en el sudeste del país. Desde que comenzaron las masivas protestas contra el régimen de Teherán, luego de la muerte de la joven kurda Jina Mahsa Amini -ocurrida el 16 de septiembre tras ser arrestada por la “policía moral”-, los y las baluches se convirtieron en un blanco predilecto de la persecución oficial. En Zahedán, capital de la provincia, las movilizaciones en contra del poder central iraní se multiplicaron con el paso de los días.

Según diferentes organizaciones de derechos humanos, entre ellas, Amnistía Internacional (AI), ese viernes, al menos 66 personas fueron asesinadas (niños y niñas incluidas) por las fuerzas de seguridad. Después del “viernes sangriento”, otros 16 ciudadanos y ciudadanas cayeron por el accionar represivo.

Las protestas del 30 de septiembre comenzaron tras las oraciones en la Gran Masulla, cercana a la mezquita principal de la ciudad. Ese día, los y las pobladoras de la capital provincial demandaron el esclarecimiento de la violación de una niña de 15 años por parte de un jefe policial de la región. En una movilización hacia una comisaría, los y las manifestantes fueron recibidos por disparos con munición real, perdigones y gases lacrimógenos. Según un comunicado de AI, los disparos se efectuaron “desde el tejado de la comisaría”. A su vez, policías de civil también abrieron fuego contra manifestantes y transeúntes, “como han corroborado fotografías difundidas por activistas”, indicó AI. La represión, además, se desplegó en la misma Gran Masulla, donde cientos de personas, entre ellas, niños y niñas, finalizaban las oraciones.

Desde que comenzaron las masivas protestas en Irán, el gobierno del presidente Ebrahim Raisi dejó en claro que cualquier acción contraria al Estado se debía “reprimir con severidad”, en especial contra quienes calificó de “alborotadores y antirrevolucionarios”.

Amnistía Internacional reveló que, en el “viernes sangriento”, la mayoría de las víctimas “recibieron disparos en la cabeza, el corazón, el cuello y el torso, lo que revela una intención clara de matar o causar daños graves”.

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La población baluche en Asia Central conforma un grupo de entre 12 y 15 millones de personas, repartidas en Pakistán, irán y Afganistán. El denominado Baluchistán se extiende en el 44 por ciento del territorio pakistaní, el este de Irán y el sur de Afganistán. En Irán, totalizan el dos por ciento de la población del país, con menos de un millón y medio de habitantes.

Sistán y Baluchistán tiene a Zahedán como su capital, en la cual viven alrededor de 500 mil personas. La provincia es la tercera en importancia territorial en Irán, con una extensión de 181.785 kilómetros cuadrados. Además de ser fronteriza de países en permanente conflicto, como Pakistán y Afganistán, por el subsuelo de la región pasan gasoductos y oleoductos.


El Baluchistán iraní es una zona árida, de vientos fuertes y suelos pedregosos o arenosos, pero además tiene cordones montañosos, en los cuales hay una variedad importante de climas por su cercanía con el mar de Omán y el monte Taftán. La provincia está cruzada por varios ríos y lagos. En la región, la población –principalmente campesina- cría cabras y ovejas, y cultivan trigo, mijo, patata, melocotón y manzana, sobre todo en los valles interiores. A su vez, en la provincia, hay minerales como oro, carbón, plata, cobre, platino, aluminio y uranio.


En el artículo Los baluches de Baluchistán, publicado en 2021 en Nueva Tribuna, se apuntó algo por demás de importante: todo el territorio baluche “es una posible zona de salida de las riquezas petroleras del mar Caspio y de las repúblicas del centro de Asia. Se encuentra en una posición estratégica increíble, haciendo frontera con el este de Irán, con dos grandes puertos y cerca del estrecho de Ormuz por donde pasa el 30 por ciento del comercio petrolífero mundial”.

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Zahedán es el epicentro de las protestas de los y las baluches, por lo cual es donde la represión estatal es más encarnizada. La capital provincial se llamó, hasta 1930, Dozz-aab, derivado del baluche Dozd-aap, que significa “ladrón de agua”, término que se le da a una formación de terreno arenoso que filtra rápidamente el agua. Zahedán, un poco menos pobre que el resto del Baluchistán iraní, tiene industrias pequeñas y medianas que confeccionan textiles, alfombras, cerámicas y producen alimentos.

El pasado 21 de octubre, se conoció que al menos 57 personas en Zahedán fueron arrestadas durante varias protestas. Así lo confirmó el comandante de policía de la provincia, Ahmed Tameri. El funcionario no dudó en calificarles como “matones y alborotadores”, siguiendo la línea oficial de Teherán.

Otra vez, la oración de los viernes fue el detonante del malestar de la población, que en su mayoría es musulmana sunita. Un grupo de personas comenzaron a agitar las calles, al grito de “Muerte a Jamenei” y “Muerte al dictador”.

El 1 de octubre, el jefe de Inteligencia de la Guardia Revolucionaria en Sistán y Baluchistán, Alí Musavi, perdió la vida en la capital provincial. El gobierno iraní anunció una investigación “exhaustiva” sobre lo sucedido.

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La provincia de Sistán y Baluchistán es una de las más militarizadas y la pobreza y la miseria campean a sus anchas. Como si fuera poco, la mano dura del régimen de los ayatolas es implacable en la región: en 2018, el 19 por ciento del total de presos y presas políticas en Irán pertenecían al pueblo baluche.

Uno de los ejemplos más patentes del patriarcado defendido por el régimen iraní es el siguiente: en 2021, en Sistán y Baluchistán, se registraron 2.400 matrimonios infantiles, según los datos oficiales difundidos por la Dirección de Planificación de la Población de Irán.

Otra alarma que suena permanentemente en la región la confirmó, en 2020, el relator especial de la ONU sobre la situación de los derechos humanos en Irán, Javaid Rehman. En un informe publicado en marzo de ese año, advirtió sobre “el número desproporcionado de ejecuciones de miembros de comunidades minoritarias, en particular, de las minorías baluche y kurda” en el país.

En junio de este año, la ONG Iran Human Rights (IHRNGO) reveló que 251 personas, entre ellas, 6 mujeres y 67 miembros de la minoría baluche, fueron ejecutados en el país desde principios de 2022, un número que duplica el total de ejecución en 2021.

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Entre las versiones sobre los orígenes del pueblo baluche, la más certera es que su nacimiento fue con las tribus que se desplazaron desde el mar Caspio hacia los territorios de Pakistán, Irán y Afganistán entre los siglos V al VIII de nuestra Era (nE). Igualmente, el actual Baluchistán está habitado desde el año 4.000 antes de nuestra Era (aE).

En el detallado artículo Los baluches: otra nación olvidada, el investigador y académico Manuel Férez Gil explicó que el pueblo baluche formó parte del Imperio Persa desde el año 1510 hasta el 1736 (nE), cuando el denominado Kanato de Brahui de Kalat obtuvo el control del territorio. A partir de ese momento, se estableció una dinastía hasta el año 1839, cuando fue ocupado por tropas británicas. A finales del siglo XIX, Gran Bretaña firmó acuerdos con persas y afganos para dividir Baluchistán entre el este, controlado por Londres, y el oeste, bajo control persa.


Férez Gil puntualizó que el idioma de los y las baluches pertenece al grupo noroccidental de las lenguas iranias -con similitudes con el kurdo- y está dividido en tres grandes subgrupos. En los siglos XIX y XX, en Baluchistán, se utilizó el persa como forma escrita de su idioma materno y, a mediados del siglo pasado, adoptaron el Urdu. La mayoría de los baluches son musulmanes sunitas, pero existe una minoría chiita y, en Pakistán, hay zikis, otra minoría conocida como mahdavismo, un subgrupo del Islam fundado por Syed Muhammad Jaunpuri en el siglo XV.


Según la investigación de Edmundo Fayanás Escuer, publicada en Nueva Tribuna, a lo largo del XIX, “asistimos a la división del Baluchistán entre Irán, Pakistán y la India inglesa. Cuando, en 1947, se procede a la descolonización, surgen dos países, la India y el Pakistán, con dos territorios, el occidental y el oriental, que posteriormente se transformará en Bangladesh”. En ese año, Mir Ahmed Yarkhan, el Khan de Kalat, acordó con Gran Bretaña la independencia del territorio, lo que “permitía a cada príncipe decidir a cuál de los nuevos estados se unía o bien plantear sobre su propia independencia”. Pero, rápidamente, el ejército paquistaní tomó el control y Baluchistán pasó a ser una provincia más del Pakistán occidental.

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Quienes habitan las tierras baluches en Irán sufren las mismas persecuciones que los y las kurdas del oeste del país. En Baluchistán o en Rohjilat (Kurdistán iraní), las fuerzas de seguridad y los servicios de inteligencia están compuestas por cancerberos de la ideología y las leyes emanadas por el Estado iraní, en su versión islámica después de la revolución de 1979 encabezada por el ayatola Ruhollah Jomeini. Es bueno recordar que la revolución islámica tuvo entre sus protagonistas principales a los propios kurdos y a los y las comunistas del partido Tudeh. Los miembros de ambos grupos, concretada la llegada de Jomeini a Irán, fueron secuestrados, desaparecidos y asesinados.

Aunque Irán es una nación multiétnica, kurdos y baluches son perseguidos hasta el día de hoy. Las ONG, asociaciones y organizaciones políticas de Baluchistán –muchas de ellas asentadas en Pakistán, donde son perseguidas e ilegalizadas, y donde tienen expresiones armadas- reiteraron en varias ocasiones que los Estados que ocupan Baluchistán roban sus bienes naturales y sostienen planes similares de asimilación y represión. Lo mismo ocurre en Rohjilat, donde comenzaron las protestas por el asesinato de Jina Mahsa Amini. En el caso kurdo, en las montañas que separan naturalmente Irán e Irak, varios grupos insurgentes kurdos resisten los ataques permanentes del Estado iraní.

Las manifestaciones en Irán, que ya cumplieron 40 días ininterrumpidos, van desapareciendo de los grandes medios y de las declaraciones de líderes mundiales. Los pueblos baluche y kurdo seguirán en sus tierras, sembradas con demasiadas muertes, pero que, en estos tiempos, tiemblan en demanda de libertad.

Fuente: Leandro Albani para La tinta / Foto de portada: AFP