La mortífera invasión y limpieza étnica de Gaza por parte de Israel está provocando ondas de choque en todo Medio Oriente y brindando al régimen teocrático y brutal de Irán la oportunidad de presentarse como protector de los intereses étnicos minoritarios en toda la región. Irán ha canalizado apoyo a Hamás en Gaza y a Hezbolá a través de la frontera norte de Israel en el Líbano, ejerciendo (al menos) un grado significativo de influencia sobre los dos grupos. Lo mismo ocurre con los hutíes en Yemen.
En diversos grados, todas estas fuerzas afirman defender los derechos de los grupos étnicos y religiosos minoritarios en conflicto: los musulmanes chiítas en el Líbano, los palestinos (suníes) que han sufrido una violencia sin precedentes a manos de las Fuerzas Armadas de Israel desde el 7 de octubre, y la mayoría de yemeníes que han sufrido devastación y hambruna a manos de la Coalición liderada por Arabia Saudita. Como líder de un Estado de seguridad aislado con la sangre de cientos de miles de sus propios ciudadanos en sus manos, Bashar al Asad tiene menos derecho a defender a alguien contra la violencia estatal, pero incluso él es capaz de presentarse como el defensor de la clase alauita dominante del país contra los ataques yihadistas patrocinados por el Estado Islámico (ISIS). Y él también se beneficia del apoyo iraní y cuenta con la influencia iraní en su política, mientras la bestia negra de Estados Unidos busca beneficiarse del empeoramiento del caos y la desestabilización en toda la región para lograr su propio “lugar en el sol” en todo el Levante y más allá, frente a sus propios inciertos y menguantes esfuerzos por proyectar su influencia en la región. En Irak, más que en cualquier otro lugar, Irán ha logrado una influencia extraordinaria y está ejerciendo una fuerte presión sobre Estados Unidos para que retire su pequeña fuerza restante en la región, en lo que sería una prueba positiva de que la política de Teherán de proyección de poder y captura del Estado está dando dividendos.
Irán, al igual que Estados Unidos, justifica su política mediante llamamientos morales de alto nivel con poca relevancia para su programa político real porque, en última instancia, la intervención de Estados Unidos posterior a 2003 ha servido para fortalecer a Teherán. Oponerse al papel de Estados Unidos al permitir que Israel, Arabia Saudita y los Estados del Golfo propaguen sus propios tipos de destrucción patrocinada por el Estado en todo el Medio Oriente significa reconocer que la presencia de Estados Unidos no es mala sólo en sí misma, sino que ha deformado aún más el contexto geopolítico. La política estadounidense hacia Oriente Medio ha sido definida por lo que los analistas llaman la “excepción de Oriente Medio”, término que implica que Estados Unidos se ha entregado al autoritarismo para mantener la región estable y en línea con sus intereses, al tiempo que promueve la democracia liberal en otros lugares. El término no logra captar hasta qué punto Estados Unidos ha dependido de regímenes autoritarios y de la violencia estatal para imponer sin mayores problemas la expansión del mercado y las reformas neoliberales. Y también exculpa a Irán, al permitir que los gobernantes del país se presenten como defensores de la autoconservación y los derechos de las minorías, incluso cuando pisotean estos principios en casa, especialmente contra las minorías kurda y baluche.
En particular, no sorprende leer en un informe reciente que Irán ha utilizado los disturbios regionales como tapadera para llevar a cabo cientos de ejecuciones a lo largo de 2023, centradas en los grupos minoritarios antes mencionados como parte de una ola más amplia de represión, dirigida especialmente a personas involucradas en las protestas “Mujer, vida, libertad” que exigen reformas democráticas y el fin de la violencia estatal. Irán justificó recientemente sus acciones alegando falsamente vínculos entre los partidos políticos kurdos en Irán y la agencia de inteligencia Mossad de Israel, sabiendo que estas acusaciones justificarán cualquier exceso en el contexto actual de Medio Oriente. Estas afirmaciones fueron repetidas acríticamente por Al Jazeera, una organización de noticias que a menudo ha tratado de presentarse como la voz de los movimientos democráticos en Medio Oriente, siempre y cuando estos movimientos no entren en conflicto con los intereses de las autoridades de Qatar.
Irán ha reprimido manifestaciones por la autodeterminación y los derechos de las minorías étnicas en su país, incluso cuando afirma defender estos valores. Se ha observado que existen paralelos asombrosos entre los dos Estados, con la misión de Estados Unidos en Medio Oriente (particularmente bajo administraciones republicanas como la de George Bush) caracterizado por una escatología similar y un sentido teocrático del destino al rehacer la región para adaptarla a su propia agenda. Y en ambos casos, esta agenda ha estado enmascarada por una retórica política de altos vuelos: la de la liberalización y la democratización en el caso de Estados Unidos, la de la autodeterminación y el antiimperialismo en el de Irán. Y, por supuesto, ambos Estados están cada vez más aislados internacionalmente por su uso continuo de la pena de muerte.
Cada uno de ellos está vigilado por una elite política envejecida, que busca gestionar las esperanzas y expectativas de poblaciones cansadas con falsos llamamientos a valores nobles. La retórica puede diferir, pero no debemos dejarnos engañar en ninguno de los dos casos: estos regímenes manchados de sangre no tienen ningún interés genuino ni en la democracia ni en la autodeterminación.
FUENTE: Matt Broomfield / Medya News / Traducido y editado por Rojava Azadi Madrid/ Edición Kurdistán América Latina