Teherán castiga a los kurdos-iraníes en el exilio en Irak

La que hasta el pasado mes de noviembre era la sede del Partido Democrático del Kurdistán Iraní (KDPI), en la ciudad iraquí de Koya, ahora está repleta de escombros.

Un amasijo de hierros oxidados muestra las tripas de varios misiles balísticos que Teherán lanzó durante cien días contra la base de esta formación kurda en el exilio.

Uno de los edificios muestra el enorme agujero por donde penetró uno de ellos. Durante los ataques, 13 personas murieron y más de 30 quedaron heridas. La respuesta armada de Teherán contra la oposición kurdo-iraní radicada en el Kurdistán iraquí no es nueva. Uno de los episodios más mortíferos en la cronología de ataques contra este partido tuvo lugar en 2018, cuando Irán lanzó varios misiles balísiticos Fateh-110 contra la residencia donde se estaba celebrando una reunión de alto nivel, causando la muerte a 18 mandos y activistas.

A raíz de las protestas por la muerte de la joven kurda Jina Mahsa Amini a manos de la Policía de la Moral en Teherán el 16 de setiembre de 2022, el régimen se ha ensañado con la población kurda y los grupos opositores en el exilio, ignorando así las peticiones unánimes de democracia expresadas en todo el país. Desde que la llama prendió en Saqqez, la ciudad natal de Amini, el régimen ha recrudecido su hostilidad contra esta minoría, que solo en Irán suma 10 millones de personas. Como consecuencia de las detenciones, torturas y desapariciones, un número difícil de cuantificar de kurdos ha abandonado Rojalat -como se denomina en kurdo al Kurdistán iraní- y ha cruzado sin papeles a Irak, buscando seguridad al abrigo de alguno de los grupos políticos que operan desde el exilio.

Mohammed Nazif Ghaderi, miembro del Secretariado General del KDPI, censura que Irán no pague ningún precio a escala internacional, más allá de las sanciones, por la brutal represión que ejerce contra su pueblo. En este sentido, Ghaderi sostiene que el escenario de terror que se está viviendo dentro del país no ha creado divisiones dentro del régimen. “No hay ninguna fractura. Esta idea ha trascendido en la prensa occidental porque existe interés en difundir que el régimen está tocado, pero la República Islámica es una dictadura sólida y el sistema resiste”, lamenta, en una entrevista con GARA en Erbil, capital del Kurdistán iraquí.

El KDPI ha tenido que trasladar su sede a otro lugar y aumentar el nivel de alerta de los peshmergas (soldados kurdos) que realizan maniobras a diario en las montañas, para evitar ser blanco de nuevos ataques.

“Mientras el CGRI (Cuerpo de la Guardia Revolucionaria de Irán) tenga el poder económico, el régimen se mantendrá en pie. Lo que sí creemos es que está más cerca que antes de caer porque las protestas han aumentado la presión exterior, pero no lo suficiente como para esperar un cambio pronto”, asevera.

El KDPI renunció hace tiempo a la aspiración de un estado kurdo independiente. Defiende la convivencia de todas las naciones de Irán en un Estado federal. En 1946, este partido fundó, bajo el amparo de la URSS, la República de Mahabad, el único Estado kurdo independiente de la historia, aplastado por las fuerzas iraníes once meses después.

Los partidos kurdos iraníes luchan desde hace décadas por reivindicar su identidad y autonomía política sin éxito. Todos abandonaron Irán por la inseguridad que suponía permanecer en el país y se trasladaron al Kurdistán iraquí, desde donde ejercen de oposición a Teherán. Todos los grupos cuentan con un brazo armado integrado por cientos de hombres y mujeres peshmergas.

“A diferencia de lo que ocurre en las áreas de mayoría kurda de Turquía, Siria o Irak, los kurdos iraníes no pueden aprender su propia lengua en la escuela”, recuerda este líder, que acusa al régimen iraní de “racista” y de extender el miedo de que los kurdos quieren romper Irán.

Si bien la represión de Ankara contra los kurdos en Turquía, el norte de Irak y Siria es bien conocida, la lucha de Kurdistan Norte por sus derechos, de la que el PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán) es su expresión armada, tiene representación en el Parlamento turco, algo con lo que no pueden ni soñar los kurdos iraníes, que no tienen una representación efectiva en el Majlis (Parlamento persa). Asimismo, mientras que los kurdos de Irak gozan de una autonomía muy avanzada, con un Gobierno propio, el KRG (Gobierno Regional del Kurdistán), los kurdos de Irán no pueden organizarse políticamente a ningún nivel.

“Sucedió todo lo contrario”

A casi 200 kilómetros al este de Erbil, en la ciudad de Suleimaniya, se encuentra la sede de Komala, la otra formación histórica kurdo-iraní creada en 1969 y de ideología de izquierda. Su vicepresidente, Reza Kaabi, recuerda durante una entrevista con este diario que después de un mes y seis días de la fundación de la República Islámica, el nuevo régimen liderado por Jomeini atacó la ciudad kurda de Sanandaj, donde la gente se manifestaba pacíficamente. “Seis meses después, Jomeini organizó un comando y atacó todas las ciudades del Kurdistán. Los kurdos pensamos que con el cambio de régimen en 1979 conseguiríamos más derechos, pero sucedió todo lo contrario”, asegura.

Kaabi se muestra optimista con el hecho de que, en su opinión, esta sublevación popular “tendrá repercusiones”, pero “no de inmediato, sino a largo plazo. Algo ha cambiado”, afirma. El líder de Komala señala que estas protestas han traído de vuelta la advertencia del régimen de que si la República Islámica cae, Irán se convertirá en otra Libia, Siria Yemen o Afganistán.

“Siempre nos amenazan con la fragmentación del país para intentar enfrentar a las minorías. Pero ahora somos todos, kurdos, árabes, baluchis, azaríes y persas los que hemos salido a las calles a protestar para pedir derechos y libertad, y no pararemos”, sostiene. En este sentido, el dirigente kurdo rechaza la posibilidad de que una potencia extranjera les ayude a derrocar al régimen. “No queremos convertirnos en Irak. Llevamos 43 años solos y seguiremos solos en la lucha por la libertad”, subraya Kaabi.

Esta postura es comprensible si se observa lo que ha sucedido en los países de la región tras la injerencia extranjera en un contexto de revueltas populares. Sin embargo, hay quien afirma que la desesperación y el sufrimiento es tan grande que apoyaría una intervención extranjera si supusiera el fin del régimen iraní de los ayatollahs.

Ataque en Isfahan

El 28 de enero, varios drones explosivos impactaron contra una fábrica de armamento en Isfahan, en el centro del país, causando una gran deflagración. El ataque tuvo lugar, además, en una zona próxima a Natanz, donde se encuentra una importante central nuclear. Al principio, el Gobierno del presidente Ebrahim Raisi mantuvo silencio sobre la posible autoría del ataque, pero unos días más tarde señaló abiertamente a Israel, al que acusó de “haber violado el derecho internacional con este ataque terrorista”.

Esta agresión contra una fábrica de armamento en Irán se produce cuando se cumplen once meses de la guerra en Ucrania, en la que República Islámica ha tomado partido con el envío de miles de drones suicidas a Rusia. El ataque contra Irán estaría relacionado con el alineamiento estratégico de Teherán con Moscú en la invasión rusa.

Israel, por su parte, no ha reconocido ni desmentido la autoría del ataque, si bien Tel Aviv ha perpetrado en el pasado múltiples ataques selectivos contra plantas nucleares en Irán y ha matado a varios científicos vinculados con el sector aeroespacial. Esta sería la primera agresión contra una infraestructura iraní bajo el nuevo Ejecutivo de Benjamin Netranyahu, quien reocupa el cargo de primer ministro desde el pasado mes de diciembre.

Irán culpa a los kurdos

El régimen iraní ha culpado a los grupos opositores kurdos de haber facilitado el traslado a Irán de los materiales para la fabricación de los drones utilizados en el ataque. A través de un comunicado oficial publicado por la agencia de noticias iraní Nour, Teherán acusa a estos grupos de “haber participado en el ensamblaje de los aviones no tripulados que fueron lanzados contra la instalación del Ministerio de Defensa”.

El hecho de que el ataque haya sido perpetrado en una zona muy céntrica del país conduce a pensar que el lanzamiento se preparó desde el interior de Irán. Teherán ha acusado siempre a los kurdos de poner sus campamentos en Irak al servicio de los intereses de Occidente y de Israel, y de recibir financiación por ello, unas acusaciones que las organizaciones kurdas siempre han negado.

FUENTE: Zahida Membrado / Gara