El genocidio más reciente de la historia de los yazidíes comenzó el 3 de agosto de 2014. Ese día, la milicia terrorista ISIS invadió Shengal para acabar con la comunidad yazidí. Lo que siguió fue el asesinato masivo de hombres, el secuestro y la esclavización de mujeres y niñas, el reclutamiento forzoso de niños como soldados y la huida de innumerables personas. Según las estimaciones, al menos 10.000 miembros de esta antigua religión fueron víctimas de las masacres del ISIS. Más de 400.000 personas fueron desplazadas de sus hogares. Más de 7.000 mujeres y niños fueron secuestrados, y 2.800 mujeres y niños siguen desaparecidos en la actualidad. Por lo tanto, este genocidio en su forma también representa un feminicidio.
Los gobiernos de algunos países, los más recientes Bélgica y Holanda, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el Parlamento Europeo ya han reconocido los actos del ISIS como genocidio. Una petición de la Oficina para Asuntos Yazidíes (Stelle für Jesidische Angelegenheiten e.V.) exige ahora que el parlamento alemán también siga su ejemplo y reconozca el genocidio como tal. La petición también puede consultarse en la página web www.genozid2014.de, y el plazo para las firmas finaliza el 23 de septiembre.
El reconocimiento de un genocidio como hecho histórico es un paso importante para su revalorización, el castigo y la sanción de los autores y la prevención de nuevos crímenes. En Alemania, el genocidio de los yazidíes ya ha sido castigado según el principio del derecho internacional, y tres terroristas del ISIS han sido condenados por crímenes contra la humanidad por los tribunales alemanes. Este es un paso importante en la lucha contra la impunidad y una seria señal de advertencia para los autores, pero no es suficiente.
La minoría yazidí sigue en peligro
Incluso siete años después del último Firman, como los yazidíes llaman al genocidio, su situación sigue siendo precaria. Puede que el ISIS haya sido derrotado militarmente, pero la situación de seguridad en Shengal sigue siendo frágil. La región es un foco permanente del Estado turco; hace apenas unas semanas, el socio de la OTAN bombardeó un hospital en Shengal. Además de cuatro miembros de las Unidades de Resistencia Yazidi (YBŞ), que se formaron en defensa propia en respuesta al genocidio, murieron cuatro trabajadores sanitarios de la clínica. Un día antes, el comandante de las YBŞ, Seîd Hesen, y su sobrino murieron en un ataque turco con drones en Shengal. Sin embargo, el gobierno central iraquí en Bagdad se muestra indiferente; para ellos, la minoría yazidí no es una prioridad. Además, la reconstrucción de Shengal apenas ha comenzado. Sólo unos pocos yazidíes desplazados han regresado a sus zonas de asentamiento, después de vivir en los grandes campamentos de refugiados alrededor de la ciudad de Duhok. La situación humanitaria allí es desastrosa.