Después de su ascenso al poder, Recep Tayyip Erdogan y sus funcionarios adoptaron cada vez más una ideología expansionista y neo-otomana, buscando afirmar el dominio y explotar los recursos de los Estados políticamente frágiles. Las intervenciones militares en curso de Turquía, particularmente en Siria e Irak, demuestran que su liderazgo se toma en serio la restauración de la influencia regional que recuerda a la era otomana.
“Neo-otomanismo” en las propias palabras de los funcionarios del AKP
En 2003, el entonces presidente Abdullah Gül declaró en una entrevista con un periódico turco: “Turquía no puede limitarse a Anatolia. Sus fronteras completas se extienden más allá de las oficiales. La influencia y los intereses de Turquía superan sus límites geográficos”. Cuando se le preguntó si esto significaba una agenda neo-otomana, Gül respondió: “Llámalo como quieras. Los Balcanes, Medio Oriente y Asia Central son regiones de interés directo para nosotros. Turquía no puede estar encerrada dentro de Anatolia”.
Tal retórica refleja el uso consistente por parte de los líderes del AKP de referencias históricas como el Misak-ı Millî (Pacto Nacional), un reclamo territorial de la era otomana. En enero de 2019, el entonces ministro del Interior, Süleyman Soylu, justificó la concesión de la ciudadanía turca a los refugiados sirios, afirmando: “Provienen de tierras dentro de las fronteras de Misak-ı Millî, lo que les da un reclamo legal de convertirse en turcos”.
El propio Erdogan ha invocado repetidamente la historia otomana para justificar las políticas regionales de Turquía. El 8 de agosto de 2011, mientras se desempeñaba como primer ministro, declaró: “Siria no es un asunto extranjero para nosotros; lo consideramos un asunto interno”.
El 15 de julio de 2012, explicó todavía más: “¿Por qué estamos tan involucrados en Siria? La respuesta es simple: somos los sucesores del Estado otomano. Somos los descendientes de los selyúcidas y otomanos. Llevamos el legado de nuestros antepasados que lucharon a lo largo de la historia”.
El 11 de enero de 2018, Erdogan declaró explícitamente: “El norte de Siria estaba dentro de las fronteras de Misak-ı Millî”.
El 16 de septiembre de 2018, justo antes del Acuerdo de Sochi, desestimó la legitimidad del gobierno sirio, declarando: “No reconocemos al régimen o Estado sirio. Si algunas potencias afirman estar en Siria por invitación del régimen, nosotros estamos allí por invitación del pueblo sirio. En Idlib, la gente no ondea banderas rusas o estadounidenses, llevan banderas turcas”.
A lo largo de los años, Turquía ha perseguido sistemáticamente el dominio regional: apoyando a los movimientos políticos islamistas y a los grupos armados, explotando las divisiones sectarias y étnicas para manipular los conflictos internos, utilizando la influencia política y militar para instalar gobiernos y liderazgo pro-turcos, y firmando acuerdos controvertidos para ampliar su control estratégico y económico.
Libia: un estudio de caso en el expansionismo turco
La intervención de Turquía en Libia sirve como un claro ejemplo de esta estrategia. El 25 de diciembre de 2019, el portavoz presidencial turco İbrahim Kalın declaró: “Cualquiera familiarizado con la historia moderna de Turquía entiende que su seguridad comienza más allá de las fronteras de Misak-ı Millî. Debemos ampliar nuestro perímetro de seguridad, por lo que Libia es de gran importancia para nosotros”.
Afirmó además: “En la era de la globalización, la seguridad nacional turca comienza más allá de las fronteras de Misak-ı Millî. Libia puede parecer distante, pero descartar su importancia refleja una visión del mundo estrecha”.
Bajo este pretexto, Turquía desplegó fuerzas militares en Libia, alterando el curso de la guerra civil y empoderando a las facciones políticas y militares alineadas con Turquía. Más allá de la influencia militar, Turquía ha buscado acuerdos lucrativos por valor de miles de millones de dólares, incluido un acuerdo marítimo que fortalece su derecho a las reservas mediterráneas de gas y petróleo, un tema que permanece en el centro de las disputas de Turquía con Grecia y Chipre.
Las políticas expansionistas de Turquía, enmarcadas como seguridad nacional y responsabilidad histórica, continúan dando forma a su agresiva huella militar en toda la región.
Siria: ocupación y búsqueda del dominio
Desde el inicio de la crisis siria, Turquía ha buscado una intervención directa, desplegando sus fuerzas en territorio sirio y ocupando vastas áreas. También ha apoyado a grupos mercenarios leales, incluido el llamado Ejército Nacional Sirio (ENS).
En los últimos años, la ocupación turca y sus representantes sirios han implementado medidas destinadas a alterar la identidad de las regiones sirias ocupadas, como Jarablus, Al Bab, Azaz, Afrin, Ras al Ain (Serekaniye) y Tel Abyad (Gire Spi). Sin embargo, las ambiciones de Turquía se han extendido más allá de la mera ocupación.
Después del colapso del régimen de Bashar al Asad y el surgimiento de una nueva autoridad en Damasco, Turquía aprovechó su influencia sobre el terreno para ejercer presión sobre esta administración emergente. A pesar de que Siria todavía estaba en una fase de transición, Ankara comenzó a abogar por acuerdos políticos, militares y económicos tempranos con las nuevas autoridades. Sin embargo, tales acuerdos carecen de legitimidad, ya que no se adhieren a ningún marco legal reconocido.
Turquía está buscando ahora un acuerdo de demarcación fronteriza con Damasco, junto con acuerdos a largo plazo que le permitirían establecer bases militares adicionales más profundas dentro del territorio sirio, más allá de su enfoque anterior en las áreas fronterizas. Esta expansión solidificaría el control de Turquía sobre los asuntos sirios, aumentando su capacidad de influencia política y militar. Además, Ankara tiene como objetivo obtener el control sobre las fuerzas militares y de seguridad de Siria con el pretexto de proporcionar capacitación, una medida que amenaza la soberanía del país y la independencia de sus instituciones.
Irak: bases militares y coerción
Las políticas expansionistas de Turquía no se limitan a Siria; también se extienden a Irak y a la región de Bashur (Kurdistán iraquí). En octubre de 2016, después de que el gobierno iraquí rechazara la participación de Turquía en la batalla para liberar Mosul de ISIS, el presidente turco respondió invocando afirmaciones históricas: “Deberían leer el Pacto Nacional para entender lo que Mosul significa para nosotros… Mosul era nuestro”.
Erdogan también declaró: “A medida que presenciamos los acontecimientos que se desarrollan en Siria e Irak, la nueva generación debe entender una cosa muy bien: ¿Qué es el Pacto Nacional? Debemos comprender esto a fondo. Si estudiamos y entendemos el Pacto Nacional, entenderemos claramente nuestra responsabilidad en Siria e Irak. Si decimos que tenemos una responsabilidad en Mosul, entonces debemos estar tanto en la mesa de negociaciones como en el terreno. Hay una razón para esto. Desafortunadamente, no pudimos proteger nuestro Pacto Nacional a lo largo de nuestras fronteras occidental y meridional. Querían encerrarnos dentro de un caparazón, y rechazamos esta noción. Desde 1923, han tratado de encarcelarnos dentro de estas limitaciones para hacernos olvidar nuestro pasado selyúcida y otomano”.
En otra ocasión, Erdogan reiteró: “No pudimos proteger nuestro Pacto Nacional. Si examinamos cuidadosamente los acontecimientos en Siria e Irak, hay algo que debo decir: estamos obligados a reclamar nuestro papel en el Pacto Nacional”.
Turquía ha trabajado para ampliar su presencia militar en Bashur, estableciendo numerosas bases militares. Además, ha apoyado a ciertas facciones sunitas y turcomanas mientras utiliza los recursos hídricos y otras cuestiones estratégicas como palanca para presionar a Bagdad para que coopere contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK).
FUENTE: Yahiya al Habib / ANHA / Edición: Kurdistán América Latina