El histórico llamamiento a la paz y una sociedad democrática de Abdullah Öcalan, anunciado por la Delegación Imrali el 27 de febrero, sigue suscitando reacciones no sólo en Turquía y el Kurdistán, sino también a escala internacional. ANF debatió todas estas cuestiones con Nils Andersson, uno de los principales pensadores franceses, teórico, editor y escritor, que sigue de cerca al Sr. Öcalan desde hace muchos años.
En la segunda parte de esta entrevista, Andersson afirmó que “más allá del derecho fundamental de Öcalan a la libertad, debe ser incluido en el proceso de negociación en condiciones de libertad”.
La primera parte de esta entrevista puede leerse aquí.
El llamamiento del Sr. Öcalan al PKK para que deponga las armas se dirigió específicamente a Turquía. No extendió dicho llamamiento a las fuerzas que participan en luchas en otros países. En respuesta, el PKK anunció un alto el fuego, afirmando que acataría el llamamiento de Öcalan. Al mismo tiempo, el PKK también enfatizó que el desarme podría discutirse si se cumplían ciertas condiciones. ¿Cuáles deben cumplirse para que este proceso tenga éxito?
Este tema es, sin duda, un punto adicional en el mensaje de Öcalan, pero es de vital importancia. El primer y más crucial paso es que Turquía debe poner fin a la violencia militar y la represión política. Si Erdoğan y Turquía no toman medidas al respecto, la vía democrática que defiende Öcalan será imposible. Esto es un requisito indispensable. La clave no se limita a la retórica, sino a las acciones concretas que se llevarán a cabo en la práctica.
Ya hemos presenciado un proceso similar: en 2013, hubo un alto el fuego y un proceso político. Sin embargo, Erdoğan y el Estado turco lo violaron. Por lo tanto, lo que Öcalan afirma en su nota adicional es una condición fundamental para el éxito de este proceso. Y aún hoy, creo que aún existen muchas incertidumbres en torno a esta condición. No sabemos si Erdoğan responderá con un enfoque político diferente hacia los kurdos en Turquía, si reconocerá el llamado o si pondrá fin a la guerra, la represión, los encarcelamientos y las condenas del pueblo kurdo. No tengo respuestas a estas preguntas.
Para que el proceso tenga éxito, el Estado debe tomar medidas concretas. De lo contrario, si no se establece el reconocimiento político y un marco legal, que es precisamente lo que exige la nota adicional, el camino hacia la democracia imaginada y defendida por Öcalan no será posible.
Se ha debatido que el llamamiento de Öcalan supone el fin del PKK. ¿Cómo evalúa estas afirmaciones?
No, en absoluto. La lucha política continúa. La identidad kurda y el PKK siguen siendo asuntos ideológicos y políticos que no pueden simplemente desaparecer. Por supuesto, los kurdos tienen derechos democráticos, políticos y culturales, y estos deben ser respetados. Sin el reconocimiento de estos derechos, la democracia no puede existir. La democracia también implica reconocer y garantizar legalmente todos estos derechos para el pueblo kurdo. Este es un proceso de negociación, pero si este llamamiento no se traduce en derechos reconocidos, aceptados e implementados, conducirá a otro punto muerto, a un impasse democrático.
Aunque hoy se debate el desarme del PKK, el PKK y sus líderes tienen una visión más amplia del mundo. Las obras de Öcalan, sus ideas sobre la coexistencia entre los pueblos y su visión de unidad entre diferentes culturas e idiomas solo pueden materializarse en un sistema verdaderamente democrático, uno donde el pueblo tenga mayor voz y donde los principios democráticos se defiendan genuinamente.
Si el Estado no cumple estas condiciones, y esta es precisamente la incertidumbre que genera el llamamiento, entonces debe cuestionarse su viabilidad y concreción. No pretendo considerarlo una apuesta arriesgada, ya que el futuro de los pueblos no es cuestión de especulación. Sin embargo, se trata de un compromiso, una visión que debe verificarse y traducirse en una realidad concreta. Dicho esto, el PKK no es simplemente una organización armada; también es un movimiento que representa la causa kurda en los ámbitos político, diplomático y cultural.
Por lo tanto, no se trata solo de dejar las armas. La lucha debe continuar en los ámbitos político y diplomático, porque hablamos de diplomacia negociadora. Se trata de crear vías para que la democracia florezca en la sociedad kurda. Sin embargo, para que estas vías sean significativas, primero deben tomarse medidas concretas hacia el Estado turco, que aún mantiene una dictadura sobre el pueblo kurdo. El objetivo de Öcalan no es solo transformar al PKK, sino también cambiar y remodelar el poder que se le opone.
¿Sugiere que el Sr. Öcalan también pretende cambiar y transformar el régimen turco?
Sí. La guerra contra los kurdos debe terminar, los bombardeos deben cesar y las detenciones y encarcelamientos deben cesar. Si esto no cesan, si el régimen no experimenta un cambio, la democracia no podrá surgir. Una vez más, debo enfatizar que la nota adicional de Öcalan tiene una enorme importancia en este proceso. Su llamamiento es un paso audaz, dado en consonancia con las realidades del momento actual. Vivimos en una era de extrema inestabilidad, no solo en la región, sino en todo el mundo. Además, no se trata solo de un problema regional; nos encontramos en un período de crisis global donde el riesgo de un conflicto real entre potencias imperialistas es muy alto.
Por esta razón, defender la democracia y los derechos del pueblo es de vital importancia, y esta es precisamente la esencia del llamamiento de Öcalan. Sin embargo, no basta con aferrarse únicamente a principios y objetivos; es necesario dar respuestas concretas mediante acciones y decisiones reales sobre el terreno. La implementación de este llamamiento depende de pasos tangibles en las relaciones entre las partes involucradas. Una vez más, quiero recalcar que, para mí, la importancia y el futuro del llamamiento de Öcalan residen precisamente en esto. Se trata de un avance monumental. Y debo reiterar que escribir la historia no es suficiente; al escribirla, también debemos convertir este proyecto en una realidad concreta.
El llamamiento del Sr. Öcalan ha tenido una fuerte repercusión internacional, con diversas declaraciones de apoyo. Hasta ahora, Europa y Estados Unidos han mantenido al PKK en su lista de "organizaciones terroristas", utilizando esta clasificación para criminalizar la lucha del pueblo kurdo por la libertad. En su opinión, ¿cómo afectará el llamamiento de Öcalan a esta postura internacional? ¿No es hora de eliminar al PKK de esta lista?
La inclusión del PKK en esta lista es una acusación infundada contra el movimiento kurdo. En realidad, es Turquía la que debería ser etiquetada como estado terrorista. Es el propio Estado turco el que comete actos de terror contra el pueblo kurdo. "Terrorismo" es una etiqueta que se aplica arbitrariamente a movimientos y organizaciones que luchan y resisten con los medios a su alcance.
Sobre este tema, existe una conocida declaración de Larbi Ben M'hidi, uno de los principales comandantes de la guerra de Argelia. Los franceses lo acusaron de organizar atentados con bombas y, tras capturarlo, le preguntaron en tono burlón: "¿No te da vergüenza usar bombas para perpetrar atentados?". Su respuesta fue contundente: "Dadme vuestros aviones y os daré las bombas". Esto ilustra a la perfección el desequilibrio de poder que enfrentan todos los pueblos que participan en la lucha armada.
La etiqueta de "terrorista" que se les atribuye al PKK y a muchos otros movimientos es simplemente una herramienta para deslegitimarlos ante la opinión pública y negarles sus derechos legítimos, incluida la resistencia armada. Esta clasificación es un instrumento político, utilizado principalmente por los gobiernos occidentales, no por sus ciudadanos. Si se eliminara esta etiqueta, los países occidentales tendrían que reconocer que todos los pueblos tienen el derecho legítimo a resistir de diversas maneras. Ahora bien, tras la decisión del PKK, ¿cómo responderá Occidente? Lógicamente, la designación de "organización terrorista" debería dejar de utilizarse. Al fin y al cabo, esta etiqueta siempre ha sido una herramienta política y de propaganda, y a estas alturas ha perdido toda justificación.
No sé exactamente cómo reaccionará Occidente en el futuro, pero es evidente que los gobiernos occidentales están actualmente preocupados por la cuestión de Ucrania. Esta crisis ha atraído toda su atención. Sin embargo, tarde o temprano, se verán obligados a adoptar una postura al respecto. Si realmente se quiere avanzar hacia la democracia, la etiqueta de "terrorista" debe eliminarse de inmediato. Una vez más, Öcalan ha presentado una clara resolución democrática. Si los gobiernos occidentales son sinceros en su postura sobre los derechos kurdos, deben actuar en consecuencia y eliminar esta designación. Porque, como debo recalcar una vez más, este término no es más que una herramienta de propaganda y manipulación política, utilizada para desacreditar la causa kurda.
Aunque se están llevando a cabo negociaciones, el Sr. Öcalan continúa liderando este proceso en severas condiciones de prisión. ¿Cuán crucial es su libertad para el éxito de este proceso?
Si hay honestidad y sinceridad genuinas, no se puede negociar con alguien encarcelado. Esto es descaradamente obvio. Más allá del derecho fundamental de Öcalan a la libertad, es absolutamente necesario que se le incluya en el proceso de negociación en condiciones de libertad. No hay otra manera de que este proceso tenga éxito. Las negociaciones son esenciales para establecer un marco legal claro y lograr resultados concretos. No se pueden llevar a cabo negociaciones significativas con alguien en prisión. Öcalan debe ser liberado. Si se busca un proceso verdaderamente sincero, esto no es solo una exigencia, sino una necesidad democrática.
¿Quién es Nils Andersson?
Frédy-Nils Andersson, conocido comúnmente como Nils Andersson, es un teórico, editor y escritor suizo-francés de origen sueco de 91 años. Es ampliamente conocido por su postura anticolonialista y su defensa de la paz. En 1966, fue expulsado de Suiza debido a sus publicaciones de apoyo a la lucha por la independencia de Argelia y a los combatientes vietnamitas, así como a sus obras que incluían las ideas de Mao Zedong. Tras su expulsión, Andersson se instaló en Francia, donde continuó su labor académica y política. Autor de numerosos libros, ha seguido siendo una importante figura intelectual y política, sobre todo por su firme posición anticolonialista y su inquebrantable apoyo a los movimientos de liberación de todo el mundo. Nils Andersson también ha estudiado y escrito mucho sobre las ideas de Abdullah Öcalan. Colaboró en la edición francesa del Manifiesto de la civilización democrática de Öcalan, escribiendo el prefacio para la publicación.
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