Civiles escapan de Afrin: nadie está ya a salvo

R.Ş. y C.E., quienes tuvieron que huir de Afrin después de la invasión del Estado de Turquía y sus aliados mercenarios, comentan que ya nadie está seguro allí.

Las prácticas inhumanas del Estado turco y sus aliados mercenarios en Afrin no conocen límites. Los que permanecieron en el centro de la ciudad y en las aldeas colindantes se ven ahora obligados a huir a causa de los robos, las torturas y el acoso cotidiano perpetrado por el Estado turco y sus grupos aliados. Los ciudadanos R.Ş. y C.E., dos de las docenas de personas que se ven obligadas a huir todos los días, han hablado con ANF sobre la opresión y la tortura a la que se han enfrentado. R.Ş. y C.E. habían huido a Shehba tras la invasión de Afrin y luego habían regresado, pero se vieron obligados a huir nuevamente.

R.Ş. ha contado que los grupos mercenarios torturan a la gente como desean y ha añadido: “Después de que nos fuéramos a Shehba, la gente nos llamó y nos dijo que no pasaba nada malo en Afrin, así que volvimos. Pero cuando llegamos allí vimos que no era como nos habían comentado. No puedes salir de casa. No hay trabajo, e incluso si encuentras uno, tan pronto como tengas un poco de dinero, vienen por la noche y se lo llevan”.

Nadie está a salvo en Afrin

R.Ş. ha contado que ya nadie está a salvo en Afrin y que la gente tiene miedo de abandonar sus casas. Las mujeres en particular no pueden abandonar sus hogares por temor a abusos verbales y físicos: “Los jóvenes kurdos también tienen miedo de salir. Si lo hacen, se los llevan inmediatamente acusados de ser miembros de las YPG. Los mercenarios los torturan y los capturan a cambio de un rescate. Lo he visto con mis propios ojos. Capturaron a un joven en nuestra calle. Dijeron que había trabajado con las YPG y se lo llevaron. Lo tuvieron durante 11 o 12 días, y cuando regresó a casa estaba hecho un desastre. Su familia tuvo que darle tratamiento durante días. Quien telefonee a la gente para decir que Afrin está a salvo, está mintiendo. No pude quedarme ni 3 días. Estaba desesperado por encontrar una salida. El único modo del que pude huir fue sobornando a los grupos de mercenarios”.

Se llevan a la gente de sus casas por la fuerza

R.Ş. ha contado que los mercenarios se peleaban entre sí casi todas las noches: “Todos se disparan entre sí por robos y saqueos. Le quité las ruedas a mi coche para que no me las robaran, pero seguí vigilante. Me robaron mi casa, mi tienda, todo. Solo me quedaba mi automóvil; me quedaría sin nada si también me lo quitaban.

Toman las casas de la gente por la fuerza. Vienen y preguntan si la casa es tuya, y si las escrituras no están a tu nombre, te echan y venden todo lo que hay dentro. Después de venderlo todo, le dan la casa a uno de los suyos”.

El Estado turco presiona a los mercenarios para que vayan a Qandil

R.Ş. también ha comentado que el Estado turco ofrece 800 $ al mes a los mercenarios por ir a Qandil: “El miembro de uno de los grupos se negó, así que se deshicieron de él. El hombre era adicto a las drogas. Cuando no le quedaba nada, entró en las casas de los kurdos y les robó sus cosas para venderlas. Robó neveras, lavadoras e incluso regalos todavía empacados de parejas de recién casados. Un día protesté y me dijo que los turcos lo cesaron, diciéndole que fuera a Qandil o que se quedaría sin salario y que lo enviaran a casa. Algunos mercenarios dijeron que irían porque al principio no sabían cómo era Qandil. Más tarde, cuando descubrieron que Qandil no es como les habían contado, muchos cambiaron de opinión. Los que aceptaron ir fueron entrenados en la base militar de Qibarê”.

El Estado turco prende fuego a los bosques

“Hace 20 días vi en internet que el cementerio de mártires Avesta Xabur había sido destrozado", comenta R.Ş.: “Al principio no podía creerlo, pero entonces un día pasé con un amigo en motocicleta. Lo habían destrozado todo. Los habían desenterrado. Dicen que las YPG han escondido dinero en las tumbas y que por eso cavan”. R.Ş. ha contado que uno de sus vecinos fue secuestrado por “ayudar a las YPG” y torturado durante 20 días: “La esposa de otro vecino estaba enferma, y ni siquiera pudieron llevarla al hospital porque los mercenarios les habían confiscado el dinero que les habían enviado sus familiares en Europa”.

R.Ş. también ha comentado que los árboles de la montaña Hawar y de las aldea Ster han sido incendiados por el Estado turco y sus grupos aliados: “El fuego no se controló durante 8 días. Incendiaron cuatro puntos distintos de la montaña Hemam.

También, estos grupos han confiscado las tiendas del bazar de Afrin. Los mercenarios en Ghouta y otros sitios están usando las tiendas de la gente de a pie. Cuando quieres visitar un pueblo, tienes que pagar para obtener un documento. Hay grupos en el camino, y todos piden más dinero”.

El plan del ENKS sobre Afrin ha fracasado

R.Ş. ha dicho que los mercenarios hacen documentos de identidad con letra turca y los sellan con un sello de las FSA en los puntos de control: “Si no tienes la identificación turca, no puedes conseguir nada. Los kurdos son hostigados constantemente verbal y físicamente. Nunca obtuve ningún documento de ellos. Si tienes la identificación, puedes entrar y salir de Afrin. Todos los kurdos están atrapados en Afrin porque no tienen dinero para conseguirlas. Los mercenarios se niegan a hacer cualquier cosa gratuitamente”.

R.Ş. también ha comentado que el ENKS también está presente en Afrin concluyendo: “Al principio, el ENKS tuvo algo que decir. Los miembros del ENKS dijeron que una vez que las YPG se fueran todo iría mejor, pero esto no fue lo que pasó. Ahora lo lamentan. Dicen que aceptarán cualquier cosa si las YPG regresan. Muchos de ellos huyeron a Turquía y Europa. Todos los planes del ENKS fallaron. Ahora no pueden correr lo suficientemente rápido”.

Es difícil hablar sobre la tortura

C.E. fue retenido por laos mercenarios durante 52 días y tiene problemas para hablar sobre su experiencia: “Cuando fuimos por primera vez, los grupos de las FSA nos detuvieron. Tomaron 10.000 liras sirias de cada uno de nosotros. Cuando llegamos a Afrin, me arrestaron. Nos torturaron e insultaron. Me preguntaron si sabía orar, y cuando les dije que no, me torturaron. Nos llamaron infieles”.

C.E. fue liberado tras 10 días de cautiverio, pero volvió a ser capturado antes de llegar a Jindires: “Me vendaron los ojos. No sé a dónde me llevaron. 20 días después, alguien vino y me dijo que estaba trabajando con las YPG. Dije que no tenía nada que ver con aquello. Nos torturaron de muchas maneras.

Comíamos sus restos. Más adelante me pusieron en una celda de aislamiento. Me quedé en esa celda durante 52 días. No me dejaron hablar con nadie. Tantas cosas nos han pasado... No puedo hablar de ello. Me pesa mucho. Si no tienes dinero, no puedes sobrevivir en Afrin. Cada pocos días vienen, te torturan y se van. Vi que las cosas empeorarían si permanecía allí, así que tuve que huir”.