Öcalan, Erdoğan y el futuro de la paz en Turquía
La orden de disolución del Partido de los Trabajadores del Kurdistán plantea una oportunidad única para un proceso democrático en Turquía.
La orden de disolución del Partido de los Trabajadores del Kurdistán plantea una oportunidad única para un proceso democrático en Turquía.
¿Qué estás haciendo, Hodscha?
— Intento hacer leche cuajada.
Estupefacto, el hombre le responde: “¿Y tú crees que va a cuajar?”
Hodscha contesta: “Bien sé que no cuajara, pero por si acaso…” (Hoscha Nasreddin)
La conversación pudo haberse dado entre el líder y los miembros del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK por sus siglas en kurdo). Es que más allá de los rumores, nadie anticipó que tras cuarenta años de lucha armada, Abdullah Öcalan ordenaría la disolución del PKK desde el confinamiento de la cárcel ubicada en la isla de Imrali, en el mar de Mármara, en Turquía.
Otra novedad es la convocatoria a un congreso del PKK con dos objetivos: aprobar la disolución de la organización y el desarme de sus guerrillas. Este método de toma de decisión colectivo estuvo ausente en procesos de paz anteriores, pero refleja con mayor fidelidad los valores del confederalismo democrático propuesto por Öcalan desde 2005.
Promediando las cinco de la tarde en Estambul, y bajo el lema “Llamado a la paz y la sociedad democrática”, Ahmet Türk, alcalde de Mardin destituido por el gobierno turco, leyó el mensaje de Öcalan, que resonó más allá de la comunidad kurda dentro y fuera de Turquía.
“Todos los grupos deben deponer las armas y el PKK debe disolverse”, dijo Türk mientras la cámara giraba para capturar las inmutables caras del público presente.
Este fue el inicio de un nuevo capítulo que comenzó a escribirse en octubre del año pasado cuando el líder del Partido de Acción Nacionalista (MHP por sus siglas en turco), y principal aliado del presidente Recep Tayyip Erdoğan, Devlet Bahçeli, propuso que Öcalan ordene el desarme y disolución del PKK desde el Parlamento.
El gobierno turco nunca le permitió a Öcalan abandonar la cárcel de máxima seguridad, donde cumple una pena de reclusión perpetua, y el líder kurdo debió conformarse con transmitir su mensaje a través de un aliado político, el Partido por la Igualdad y la Democracia de los Pueblos (conocido como partido DEM).
El mensaje fue compartido en un momento clave. El gobierno turco detuvo al intendente de la ciudad de Mersin, Hoşyar Sarıyıldız, a su segundo Nuriye Arslan, y a cuatro legisladores, todos miembros del Partido DEM. Ocurrió el pasado 10 de enero. Todos fueron imputados por promover, participar y financiar a una “organización terrorista”.
La acusación fue la misma utilizada para destituir a Ahmet Türk, en dos ocasiones, en 2016 y 2024. La consecuencia más reciente: el escalamiento del conflicto entre la comunidad kurda y el Estado turco en Yenipazar y Mersin. A pesar de los nuevos enfrentamientos y los 46 años de conflicto entre kurdos y turcos, la relación entre ambas comunidades tiene un extenso pasado de convivencia.
“Sheikh Idris Bitlisi, un erudito religioso, administrador y estratega político kurdo estableció una alianza crucial con el sultán otomano Selim I, apodado ‘Yavuz’ (El Implacable), durante la campaña de expansión del Imperio Otomano por territorios árabes a comienzos del siglo XVI”, apunta Hussain Jummo.
Por eso mismo, no debe resultar extraño que tanto Öcalan en su mensaje, como Erdoğan en su respuesta, hayan destacado los mil años de confraternidad que une a ambas comunidades. Un vivo ejemplo de aquella hermandad todavía puede apreciarse en el Museo de Lucha Nacional Şahinbey, donde se revive la defensa de Gaziantep durante el asedio francés de 1920.
La desaparición del Imperio Otomano tras la conclusión de la Primera Guerra Mundial dio lugar a la República de Turquía, trayendo consigo un nacionalismo turco exclusivo. “Ataturk y sus asociados intentaron borrar nueve siglos de relaciones kurdo-turcas de la historia oficial y académica tras la fundación de la república”, explica Jummo.
Erdogan, Ocalan y Ahmet Turk.
Aquello se logró a través de una batería de leyes que intentó eliminar la historia e identidad kurda en Turquía. Tal fue el impacto de estas normas que la periodista Aliza Marcus, en su obra Sangre y creencias: el PKK y la lucha kurda por la independencia (Blood and Belief, 2009), les atribuye responsabilidad por el tardío despertar de una identidad política kurda en Öcalan.
Öcalan fundó el PKK en 1978 para avanzar con la causa nacionalista kurda —un Estado independiente— luego de varios años de activismo y movilización que lo vieron trasladarese entre Estambul y Diyarbakir. Tras el golpe de Estado de 1980 y las nuevas restricciones a la identidad kurda, los líderes del partido se trasladaron a Líbano y Siria. Mientras tanto, sus miembros recibían entrenamiento de manos de palestinos en el Valle de la Bekaa, antes de comenzar a establecer precarias bases militares en el norte iraquí desde donde atacar a las fuerzas de seguridad turcas.
Entre las reglas que impuso el nuevo régimen de facto turco liderado por el general Kenan Evren, se encontraba la prohibición de la lengua kurda. Esta fue una clara declaración de guerra, correspondida por el PKK al atacar la guarnición militar ubicada en la localidad de Eruh el 15 de agosto de 1984.
“Esto es para lo que nos estábamos preparando”, le diría el guerrillero conocido como Sari Baran (Cangir Hazir) a Marcus años más tarde, en referencia al ataque de Eruh que dió inicio a la campaña militar del PKK. Desde entonces, el enfrentamiento armado marcó la relación entre kurdos y turcos dentro y fuera del país.
Al día de la fecha, se estima que el conflicto armado entre las comunidades kurda y turca se llevó más de cuarenta mil vidas. Una pérdida la cual el Estado turco y el PKK se atribuyen mutuamente, pero que el primero supo articular en el escenario internacional. Es así como el PKK fue designado organización terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea (UE), a pesar de la sistemática represión de la comunidad kurda por parte del aparato de seguridad turco.
El reciente mensaje de Öcalan tuvo un prólogo en forma de campaña internacional en demanda de su libertad. Al tiempo que Bahçeli lo invitaba al Parlamento para transmitir su mensaje, Öcalan recibió la primera visita en la cárcel desde el año 2020. Un mes más tarde se entrevistó con una delegación del partido DEM, la cual comenzó a pedir por su inmediata liberación y, más tarde, transmitió el mensaje del líder al resto del PKK.
El mensaje llegó en un momento clave, porque el conflicto kurdo-turco se encontraba en plena escalada tras los eventos del pasado 10 de enero. Su impacto inmediato puede contener la crisis y evitar que se repitan los hechos de violencia ocurridos en el sureste del país a partir de 2015, cuando el ataque terrorista de Estado Islámico (ISIS) en Suruç y las repercusiones en Ceylanpınar lograron descarrilar el proceso de paz iniciado en 2013.
En su último mensaje, el líder kurdo sostiene que el llamado al desarme y disolución del PKK responde a cambios estructurales. La desaparición del socialismo real, el reconocimiento de la identidad kurda y la ampliación de la libertad de expresión, erosionaron el motivo del PKK, transformándolo en un ente vacío de sentido y redundante.
Al respecto, el Comité Ejecutivo del PKK expresó: “Estamos de acuerdo con el llamado y cumpliremos e implementaremos plenamente todas las condiciones”, obteniendo la adhesión explícita de sus brazos armados, las Fuerzas de Defensa Popular y las Tropas de Mujeres Libres, a través de un segundo comunicado. También se adhirió al llamado la organización política y militar Partido por una Vida Libre en Kurdistán, con base en Irán, todos miembros de la Unión de Comunidades de Kurdistán (KCK por sus siglas en kurdo).
Las adhesiones siguieron por fuera de la KCK, particularmente entre las principales fuerzas políticas kurdas iraquíes, el Partido Democrático Kurdo (KDP) y la Unión Patriótica del Kurdistán (UPK), lo cual implica la adhesión de las fuerzas armadas kurdas iraquíes, los Peshmerga.
El líder de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), Mazloum Abdi, consultado durante una conferencia en The National Press Club, fue más cauto: celebró el mensaje de Öcalan al tiempo que resaltó que no aplica al movimiento armado bajo su conducción.
Votantes del presidente Tayyip Erdogan se manifiestan luego de la elección general en Turquía.
Foto: Ozan Kose / AFP
Aquí valen algunas aclaraciones. Si bien todas las organizaciones kurdas comparten un mismo objetivo —la emancipación de la comunidad kurda—, existen matices reflejados en la pertenencia o no a la estructura de la KCK como así también en el método de emancipación: Estado independiente o confederalismo democrático. En ese sentido vale la pena destacar que el PDK y la UPK son ajenos a la KCK, y optaron por el separatismo hasta su reconciliación con Bagdad en abril de 2023, a diferencia de sus pares sirios.
De vuelta en Turquía, es posible especular que el llamado al desarme y la disolución del PKK sea el resultado de un acuerdo entre Öcalan y Erdoğan. Así parece ser cuando el líder kurdo expresa: “El lenguaje de paz y sociedad democrática que caracteriza a los tiempos que corren debe desarrollarse en consonancia con dicha realidad”. Es decir, la democratización debe acompañar a la pacificación.
“A cambio de este paso [desarme y disolución del PKK, Öcalan] exige que se haga realidad el deseo de una Turquía democrática”, aclara el miembro del partido DEM, Murad Mıhçı. Aquello último se refiere a la garantía de derechos y libertades similares para las comunidades kurda y turca, según se puede desprender del mensaje de Öcalan y la respuesta de Erdoğan.
“Una vez que desaparezca la presión de las armas y del terrorismo, la política también tendrá un espacio democrático más amplio”, dijo Erdoğan en su primer discurso tras la convocatoria de Öcalan.
Las nuevas posturas de Öcalan y Erdoğan responden a cambios en los balances de poder dentro y fuera de Turquía. “La vulnerabilidad del PKK se agudizó especialmente con la caída del régimen de Assad en Siria y el repliegue de Irán, que históricamente fueron dos de los principales apoyos del PKK en la región”, explica Ali Bakir, profesor de la Universidad de Qatar.
Al mismo tiempo, la derrota electoral del partido oficialista turco en marzo de 2024, sumada al genocidio israelí en Palestina, la guerra entre Ucrania y Rusia, y la elección de Donald Trump, desembocaron en una reconfiguración regional.
“Este cambio llevó a la resolución de los conflictos internos y el cierre de filas en el ámbito doméstico, es decir, el reacercamiento entre turcos y kurdos”, dice Sezai Özçelik, profesor de la Universidad Çankırı Karatekin.
Pero, sólo “si se produce una transición democrática, se establecerá una base para la paz en el país”, advirtió Mıhçı.
En otras palabras, el debilitamiento relativo de las posiciones kurda y turca causado por eventos dentro y fuera de Turquía, es el motor que dinamiza el reacercamiento entre ambas comunidades. Y es así como el lema “la unión hace la fuerza” toma sentido en Turquía, siempre y cuando la pacificación y democratización avancen de la mano.
Al mismo tiempo, este escenario exige una pregunta: ¿cuál es el impacto del mensaje de Öcalan más allá de las fronteras turcas?
Meghan Bodette, directora de Investigación del Instituto Kurdo de Paz, resalta que “si [el proceso de paz] conduce a un acuerdo político exitoso, esto resultará positivo no solo para kurdos y turcos, sino también para la estabilidad y seguridad regional”.
Efectivamente, el proceso de paz kurdo-turco tiene una dimensión regional importante. Primero, porque la comunidad kurda quedó desperdigada tras la desaparición del Imperio Otomano y el establecimiento de los Estados iraní, iraquí, sirio y turco. Segundo, porque aquella presencia regional le permitió al PKK recibir entrenamiento y establecer bases militares más allá de las fronteras turcas.
“Dado que las fuerzas guerrilleras y los cuadros del PKK provienen de todas las zonas del Kurdistán, este cambio [desarme y disolución del PKK] podría redefinir la dinámica política kurda a nivel transnacional”, explica el periodista kurdo Kamal Chomani, enfatizando los matices en las relaciones del PDK y la UPK con el PKK.
Todo eso sin desmerecer los sucesivos y oportunistas apoyos de gobiernos regionales y potencias globales que utilizaron la causa kurda para avanzar en sus propios intereses políticos. Décadas atrás, Hafez Al Assad otorgó refugio a Öcalan para fortalecer su posición frente al gobierno turco. Más recientemente, Estados Unidos brindó apoyo militar a las Fuerzas Democraticas Sirias en un intento por potenciar su presencia en el país.
Queda claro entonces que el desafío reside en la consagración de un acuerdo político que impulse de forma simultánea dos procesos, uno de pacificación y otro de democratización. Procesos que deben, de alguna manera, avanzar sobre consensos internos libres de interferencia externa.
Manifestación de militantes del PKK.
Y si bien es temprano para anticipar el final del nuevo capítulo, Özçelik advierte: “Hay quienes creen que este proceso [de pacificación] permitirá al presidente Erdoğan gobernar Turquía por cinco años más”. En otras palabras: ya existen dudas sobre la consumación de un proceso de democratización.
Promediando el año 1990, el funeral del jóven kurdo Kamuran Dundar, abatido por el ejército turco, se transformó en la chispa que encendió a la comunidad turca. Aquel episodio dio lugar a un proceso que se conoce como Serhildan, “rebelión” para los kurdos.
El cuerpo de Kamuran había sido devuelto antes del amanecer con la condición de que fuera enterrado inmediatamente, pero nadie se atrevió a proceder sin que antes su madre regresara de Izmir para despedirse. Durante la espera, la comunidad de Nísibis se convocó al velorio del jóven, dando suficiente motivo para enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad.
Ese episodio marcó a las sociedades kurdas y turcas. Más importante aún, el episodio reveló por primera vez la capacidad de movilización social del PKK. Esa misma capacidad que hoy Öcalan quiere poner al servicio de la paz; fin que sólo podrá ser alcanzado si la otra mitad cumple con su parte. Por eso mismo, Erdoğan debe garantizar el pleno goce de derechos y libertades de la sociedad turca toda —el proceso de democratización—, lo cual debería incluir la libertad de Öcalan y otros presos y presas políticas.
La convocatoria de Öcalan desplazó varias capas tectónicas, algunas de las cuales subyacen al norte de Siria e Irak. Mientras que la capa iraquí ya se acomodó al nuevo discurso, la otra siria apenas ha comenzado a encontrar su lugar. Es que el gobierno sirio y las SDF firmaron un acuerdo de ocho puntos que busca una solución política a los problemas internos. Más allá de las motivaciones subyacentes, este evento representa un nuevo balde de leche cultivada en el lago.
Fuente: Por Leandro Albani y Jodor Jalit para Tiempo Argentino/