La vida nómada, la guerrilla y una vida exuberante de dignidad

La Madre Hediye mantuvo viva su cultura nómada en medio de la ciudad. Lo que la hacía una persona tan atractiva era su fuerte personalidad y su cultura.

Siempre he asociado a la Madre Hediye con los conceptos e ideas de la vida nómada que se han hecho populares en la literatura y en la población general. Ella es una madre kurda a través de la cual conocí de primera mano la cultura nómada. Cuando hablo con la guerrillera Dirok, que lleva en las filas de la guerrilla desde 1998, sobre el tema de los nómadas, la Madre Hediye siempre me viene al recuerdo.

Hediye nació en una familia nómada en Botan. Hasta que tuvo que dejar el territorio que consideraba su hogar, llevó una vida nómada. En los 90, cuando el estado turco quería borrar Cizre del mapa (distrito de la provincia de Sirnak) y profundizar la ocupación, forzando e intimidando al pueblo para actuar como confidentes policiales y guardias de aldea, Hediye dejó su casa atrás, a sus animales y toda su vida para asentarse en una ciudad desconocida para ella. De su primera vida se llevó solo su cultura nómada y su dignidad, las cuales nunca abandonó.

Cultura nómada en la ciudad

Hediye también intentó continuar viviendo de acuerdo a su cultura nómada. ¿Cómo es que puedo empatizar? Por que lo he experimentado yo misma. Hediye dejaba al ternero, que nació en el invierno, dormir junto a los niños en el salón. No le importaba lo que pensara la gente que pensaba que vivir con animales podía provocar enfermedades. Así que hizo un lugar para dormir para el ternero al lado de la chimenea y le daba el biberón primero a él y luego a su bebe. Cuando el ternero, unos días más tarde, ya era un miembro en plenitud de la familia, y había crecido, se lo entregó a la vaca que lo esperaba ansiosamente.

Los nómadas son obligados a actuar como agentes

Hediye preparaba la leche de sus animales en la hoguera. Estaba convencida de que el yogur sería más cremoso y sabroso de esta manera. Nunca compró huevos en ninguna tienda, les daba a sus hijos exclusivamente los huevos de aquellas gallinas que ella misma alimentaba. Esos eran los únicos huevos que ella consideraba saludables y de confianza. Lo que distinguía a Hediye de las personas de alrededor no era solo su acento y la ropa que llevaba. Ella era diferente y atractiva por su personalidad naturalmente fuerte y su cercanía con su país y su cultura. Bajo ninguna circunstancia estaba dispuesta a renunciar a su persona y lo que la había formado.

Le preguntó a Dirok, sobre la cultura nómada, y al hablar me recuerda a la Madre Hediye, sobre la situación actual de los nómadas en Botan. Me entristece lo que Dirok me dice: “El enemigo ocupa Kurdistán y aplica un concepto de guerra total contra la población. Últimamente, también la ha dirigido contra los nómadas. Se les obliga a convertirse en espías, tratan de conseguir un agente de cada familia. Estos agentes son algunas veces pastores y otras nómadas. Habitualmente no nos cuesta mucho descubrirles. Pero es increíble que una zona como Botan se implique en las malvadas maquinaciones del enemigo”.

La consciencia de la dignidad

Sin embargo, el pueblo kurdo que se siente enraizado en su tierra responde adecuadamente, añade Dirok. “El enemigo perdió hace mucho tiempo cualquier atisbo de dignidad. Este año les han dado a los nómadas a elegir entre convertirse en agentes o ver sus movimientos restringidos, impidiéndoles el paso a las tierras altas de pastoreo. Los líderes nómadas han dicho: “’Si debemos convertirnos en agentes o abandonar nuestra vida nómada, abandonaremos nuestra vida nómada’. Esta respuesta no es solo una bofetada en la cara de los fascistas colonialistas, sino también es considerada traición. Estas personas no entregarán su dignidad por nada del mundo y creen que las guerrillas son las que defienden la dignidad de la vida”.

De nuevo las palabras de la guerrillera provocan que la imagen de Hediye ocupe mis pensamientos. Su familia abandonó la vida nómada hace ahora 25 años cuando intentaron obligarlos a convertirse en guardias de aldea al servicio del estado. Hoy, otra familia, enfrentada a la misma intimidación, muestra la misma actitud y se ve obligada a abandonar  su vida nómada para no tener que convertirse en agentes.  La historia se repite y los ocupantes de Kurdistán comprueban una vez más que el pueblo de Kurdistán considera a la guerrilla como los guardianes de la dignidad de un pueblo.