El antigitanismo es fascismo
Las políticas antigitanas crecen en los países miembros del Consejo de Europa, y los discursos sociales se están volviendo cada vez más violentos contra la comunidad gitana.
Las políticas antigitanas crecen en los países miembros del Consejo de Europa, y los discursos sociales se están volviendo cada vez más violentos contra la comunidad gitana.
El 8 de abril se celebra el Día Internacional del Pueblo Gitano en conmemoración del Primer Congreso Mundial Romaní, celebrado en Londres el 8 de abril de 1971, en el que se instituyeron la bandera y el himno gitano. La bandera tiene una franja azul arriba y una verde abajo que simbolizan el cielo y el campo respectivamente y una rueda de carro roja en el centro como recuerdo del nomadismo. El himno gitano, Gelem, gelem (Anduve, anduve), fue compuesto por Jarko Jovanovic y recuerda a los gitanos y gitanas víctimas del nazismo. Y recomiendo que lo escuchéis cantado por la cantaora gitana Esperanza Fernández. En todas las partes del mundo donde hay comunidad gitana se celebra la ceremonia del río: se lanzan pétalos de flores al agua en memoria de las víctimas gitanas del genocidio nazi.
El genocidio nazi o Porrajmos en romanó, es el intento de exterminio que el régimen nazi llevó a cabo contra la población gitana europea en pos de la pureza racial aria. Es un episodio histórico poco referido y se calcula que pudo llegar a cobrarse medio millón de víctimas en los campos de concentración. Lamentablemente no es un episodio histórico superado pues el antigitanismo sigue presente en Europa. Los juicios de Núremberg no acabaron con el fascismo y con el antigitanismo tampoco. El Consejo de Europa define el antigitanismo como una forma específica de racismo, una ideología basada en la superioridad racial, una forma de deshumanización y de racismo institucional alimentado por una discriminación histórica, que se manifiesta, entre otras cosas, por la violencia, el discurso del miedo, la explotación y la discriminación en su forma más flagrante.
Las políticas antigitanas crecen en los países miembros del Consejo de Europa, y los discursos sociales se están volviendo cada vez más violentos contra la comunidad gitana. La expulsión de 11.000 gitanos por el Gobierno francés en 2010, la demolición de poblados gitanos en Bulgaria sin alternativa habitacional, o las propuestas del censo de gitanos del ministro italiano Salvini son algunos ejemplos. Pero más alarmante es, sin duda, la violencia ciudadana contra la población gitana, agitada por los discursos de la ultraderecha. Los pogromos o linchamientos contra gitanos fomentados a través de las fake news están a la orden del día. El 25 de marzo, 19 personas incendian y atacan con armas un poblado gitano en Saint-Denis, en París, alertados por la centenaria acusación de que los gitanos estaban robando niños. El 19 de marzo, en el barrio de Vallecas en Madrid, una multitud rodea y lanza objetos mientras quema una lona frente a la casa de una familia gitana bajo la sospecha de que alguno de sus miembros es el responsable de la muerte de un vecino. El 3 de abril, en Torre Maura, Italia, 300 vecinos se movilizan frente a un centro de acogida municipal que debía recibir a familias de etnia gitana entre las que se encontraban 33 niños. Incendian mobiliario urbano, y gritan “que se mueran de hambre”, mientras tiran al suelo y pisan los bocadillos que el centro tiene preparados para los acogidos.
Recientemente, el fiscal delegado para delitos de odio y contra la discriminación, Alfonso Aya, afirmaba que el “renacimiento” de grupos que fomentan el racismo y el odio cuenta con un número creciente de simpatizantes a través de las redes y que no son cosas de las películas, que son reales. Y destacaba que ese odio se dirige, principalmente, contra inmigrantes, gitanos y gais.
No son cosas de película, efectivamente, ni chistes de humoristas que dicen no hacer política. Los gitanos siguen enfrentándose a prejuicios profundamente asentados en muchos países europeos, donde son utilizados como chivos expiatorios por la ultraderecha, que agita la incertidumbre económica de la crisis y el fantasma de la inseguridad. En definitiva, dirige las acusaciones hacia las poblaciones más vulnerables en lugar de hacia aquellos que están siendo realmente los beneficiados de la inseguridad y la pobreza creciente.
El antigitanismo no es solo una lucha de los gitanos. Los discursos de la ultraderecha contra lo diferente van potencialmente contra todos aquellos que disienten. El no ser gitano, inmigrante ni homosexual no nos salvará de ser objeto de los discursos de odio del fascismo. El 8 de abril, Día Internacional del Pueblo Gitano, nos recuerda que el fascismo no es una opinión, que siempre termina en genocidio y que es un deber democrático repudiar todo discurso que considere que hay grupos humanos que merecen menos que otros.
FUENTE: Pastora Filigrana García / Ctxt/ Edición Kurdistán América Latina