Proporcionando información sobre la situación desde Pazarcik (Bazarcix) en Maraş, centro del seísmo que azotó Turquía, Siria y el Kurdistán el pasado lunes, el co-presidente de la Confederación de Sindicatos de Trabajadores Públicos de Turquía (KESK) Mehmet Bozgeyik ha denunciado: "Todavía hay gente bajo los escombros. No se ha intervenido. Están esperando a que se derribe el siguiente edificio. Han pasado casi 80 horas y las familias esperan un milagro. Lo mismo ocurrió en Hatay, Malatya y Adıyaman: el Estado turco y la Oficina de Gestión de Catástrofes y Emergencias (AFAD) intervinieron insuficientemente y tarde."
Bozgeyik ha declarado que comenzaron a trabajar desde abajo para ayudar a la población afectada el 8 de febrero, pero que se enfrentaron a múltiples obstáculos en el envío de los equipos de las organizaciones democráticas, sindicatos, organizaciones profesionales y partidos políticos a la zona:
"A partir de ahora es necesario tomar medidas muy intensivas, especialmente en materia de salud, alimentación, refugio e higiene, pero a la Media Luna Roja no se la ve. Tampoco en Islahiye, Nurdağı, Narlı y Pazarcık. No hay ni una tienda de la Media Luna Roja, ni un comedor social. Los comedores de beneficencia los han montado los Ayuntamientos en los cemevis gracias a las asociaciones alevíes y a los sindicatos.
Discriminación
Hay una gran catástrofe, pero nos enfrentamos de nuevo a las políticas discriminatorias del Estado turco. Nos enteramos por la gente de que, aunque muchos pueblos han sido destruidos, especialmente en Narlı, las tiendas humanitarias se han distribuido de forma discriminatoria. El Estado no envió suficientes tiendas ni artículos de primera necesidad especialmente a los pueblos alevíes y kurdos.
El Estado empezó a utilizar el estado de excepción con mala intención. Impuso prohibiciones y restricciones de difusión en las redes sociales, presiona a la prensa. El estado de emergencia debería abandonarse. Lo que vemos es que el Estado se ha derrumbado.
Se ha declarado el estado de emergencia. De hecho, el gobierno debería haber declarado una zona catastrófica. El Estado empezó a utilizar el estado de excepción con mala intención. Impuso prohibiciones y restricciones de difusión en las redes sociales, presiona a la prensa. El estado de emergencia debería abandonarse. Lo que vemos es que el Estado se ha derrumbado. Al fin y al cabo, Turquía es una zona sísmica. No es la primera vez que sufrimos un terremoto. Nos hemos enfrentado a cientos de terremotos en la historia de la República. El terremoto de Van, el de Mármara, el de Bingol, el último de Izmir.
Esperamos que, a partir de ahora, al menos lleven a cabo el próximo proceso de forma correcta y democrática, teniendo en cuenta las advertencias de nuestras organizaciones democráticas de masas."
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