Afrin: Una invasión militar y un cambio demográfico contra el pueblo

Leandro Albani profundiza en la ocupación ilegal de Afrin (Efrîn), en Rojava, revelando presuntos crímenes de limpieza étnica y violaciones de los derechos humanos cometidos por las fuerzas respaldadas por Turquía.

La guerra sin cuartel contra los pueblos del Kurdistán puede ilustrarse con lo que está ocurriendo en el pequeño cantón de Afrín, en Rojava (la región kurda de Siria). Tras el inicio de las protestas masivas contra el gobierno del presidente sirio Bashar Al Assad en el marco de la llamada Primavera Árabe, el pueblo kurdo de la zona, que tiene una larga tradición de lucha en defensa de sus derechos negados por el Estado, declaró la autonomía de su tierra en 2012.

Esto sucedió debido a varios factores. En primer lugar, por el trabajo clandestino pero constante de los militantes del Movimiento de Liberación del Kurdistán en la zona, que mantuvieron encendida la llama de la lucha a pesar de la represión del régimen. En segundo lugar, porque los sectores más organizados de Rojava formaron rápida y concretamente las milicias de autodefensa YPG/YPJ (Unidades de Protección de Personas y Mujeres) para proteger sus tierras. En tercer lugar, porque ante la crisis provocada por la aparición de diversos grupos yihadistas y terroristas en toda Siria (especialmente Al Qaeda), las fuerzas armadas bajo control del Estado sirio prácticamente se retiraron de Rojava para defender otras partes de la geografía del país.

Esto permitió a las YPG/YPJ avanzar y liberar ciudades y pueblos, mientras comenzaba a tomar forma un gobierno autónomo que desde el principio trató de reunir a todos los componentes de la zona, ya fueran kurdos, árabes, armenios, asirios o turcomanos, y de distintas religiones, como musulmanes chiíes y suníes, cristianos y yazidíes.

Afrin es uno de los siete cantones que componen la Administración Autónoma del Norte y Este de Siria (AANES). La región consta de unos 380 pueblos y ciudades y está situada a 40 kilómetros de la ciudad de Alepo, capital económica de Siria. El cantón está dividido en siete distritos y la zona cuenta con grandes plantaciones de olivos debido a su geografía montañosa y de valles. La tierra también es fértil para la producción de frutas y verduras, lo que la convierte en un pequeño granero dentro de Rojava.

La ocupación ilegal de Afrin tuvo lugar entre el 16 y el 18 de marzo. Dos meses antes, los aviones turcos iniciaron bombardeos masivos sobre la región. Las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF) -formadas por las YPG/YPJ y otras milicias- resistieron inicialmente los ataques, pero sus capacidades militares eran demasiado débiles para resistir los ataques aéreos.

Rusia y Estados Unidos, que controlan el espacio aéreo de la zona, no hicieron nada. Moscú, por su floja pero siempre provechosa alianza con Ankara. Estados Unidos, que tiene tropas en la zona, se justificó diciendo que sus fuerzas sólo luchaban contra el Estado Islámico (ISIS).

Desde que los grupos yihadistas y mercenarios apoyados por Turquía invadieron Afrin, han sido responsables de una serie de crímenes de todo tipo: la violación y el asesinato de mujeres, el secuestro de aldeanos para pedir rescate, la usurpación de propiedades, la expulsión forzosa de los habitantes originales, el saqueo del patrimonio cultural y arqueológico, la construcción ilegal de edificios e infraestructuras y la "turquificación" de la educación. Este último punto, sumado a la lista anterior, conforma un plan sistemático denunciado por la AANES como la puesta en marcha de un profundo "cambio demográfico" en Afrin.

Se estima que al menos 300.000 personas fueron desplazadas forzosamente durante los dos meses de bombardeos y posterior ocupación ilegal de la región. En respuesta a esta situación, la AANES creó campos de refugiados para acoger a los contingentes de personas que habían huido.

En agosto de 2018, la agencia de noticias Firat News publicó un amplio reportaje sobre la situación en Afrín, donde se han refugiado unas 500.000 personas desplazadas de toda Siria durante casi siete años de guerra civil. La investigación, titulada "Aniquilación cultural y cambio demográfico en Afrín", confirmaba que "una tragedia de proporciones dantescas se está desarrollando en esta región, rica en agricultura y agua dulce, ante el silencio del mundo".

"Torturas, asesinatos, violaciones, destrucción del patrimonio cultural y aniquilación de pueblos forman parte de las estrategias de los ocupantes turcos y sus aliados terroristas", decía el informe. También detallaba que el cambio demográfico en la región es uno de los principales objetivos de los ocupantes. "En lugar de la población que tuvo que huir de Afrín, los milicianos del ELS (Ejército Libre Sirio, aliado de Ankara) y sus familias procedentes de Ghouta Oriental se asentaron en la región gracias a un acuerdo con Rusia. Hay unas 41.000 personas que forman parte de este acuerdo y han sido asentadas en Afrin, aunque el proceso aún no ha concluido".

Cuatro años después de la ocupación ilegal de Afrín, la Organización de Derechos Humanos de Afrín (ODHA) reveló que la población kurda del cantón se ha reducido del 95% al 15%-25% desde que comenzó la invasión. Este es el resultado de una "política sistemática de limpieza étnica y cambio demográfico", denunciaron.

Otras cifras de la ODHA muestran lo que significa la invasión turca de Afrín: hasta 2022, un total de 676 civiles habían muerto y más de 700 habían resultado heridos por los bombardeos mercenarios y las torturas. Entre estos últimos figuran 303 niños y 210 mujeres. La ODHA también registró un aumento sistemático de los feminicidios: 84 mujeres fueron asesinadas por los mercenarios, seis de las cuales murieron tras ser violadas.

Uno de los grandes negocios de los ocupantes son los secuestros: desde el 20 de enero de 2018, cuando comenzaron los bombardeos turcos, 8.328 personas han sido secuestradas. Según la ODHA, se desconoce el paradero del 35% de los secuestrados. En estos cuatro años, 1.000 mujeres han sido secuestradas por las fuerzas de ocupación. En cuanto al cambio demográfico, la ODHA señaló que desde el momento de la invasión turca hasta el año pasado, entre 400.000 y 500.000 personas fueron trasladadas desde otros países para establecerse en Afrin.

En 2023, la situación en Afrin no era diferente. Un simple ejemplo lo ilustra: entre el 3 y el 31 de octubre, el Estado turco y sus grupos mercenarios fueron responsables de al menos 275 ataques contra 55 localidades del cantón kurdo y en Shehba, una zona del norte de la provincia de Alepo donde se encuentran muchos de los desplazados de Afrín.

La ocupación turca de Afrin no es única. En Rojava, las fuerzas mercenarias respaldadas por Ankara también controlan las zonas de Al Bab, Gire Spî y Serêkaniye, todas ellas arrebatadas a sus pueblos originarios y gobernadas por AANES.

"Todo ataque (la guerra) es un gesto de apropiación, cuyo sentido más claro es la conquista, que desencadena inmediatamente una nueva dinámica territorial, reorganiza la sociedad, dispone la supresión de unas relaciones sociales y la instalación de otras. La guerra produce e instala la desposesión de las mayorías. Es una desposesión fundante", escribe el antropólogo chileno Rodrigo Ruiz Encina en su texto La guerra contra los pobres (y los pobres contra la guerra). En pocas líneas, la reflexión de Ruiz Encina resume el objetivo último que persigue el Estado turco no sólo en Afrín, sino en todo el Kurdistán, un territorio habitado por más de 40 millones de personas a las que se les niegan sus derechos desde hace (al menos) 100 años.

Desde la fundación de la República Turca en 1923, el "nuevo Estado", heredero del Imperio Otomano, ha tenido como política oficial la negación de las minorías. El genocidio armenio es el hecho histórico más concreto, pero las masacres de asirios y kurdos también se convirtieron en la piedra angular de un Estado que, con el paso de las décadas, sigue reproduciendo una política represiva que parece importar a muy pocos.

En este plan sistemático de negación y represión, Turquía refuerza sus acciones contra las mujeres kurdas. Para el Movimiento de Liberación del Kurdistán, la revolución, la independencia, la democracia y la autonomía del pueblo kurdo deben venir de la mano de las mujeres, ya que consideran que éstas son el sujeto del cambio. Así lo dejó claro el máximo dirigente del movimiento, Abdullah Öcalan, encarcelado en la isla prisión de İmralı, en el Mar de Mármara turco, desde 1999. Öcalan fue el impulsor de la liberación de las mujeres kurdas y acuñó el dicho "matar al macho dominante" que todos los hombres llevan dentro. En sus reflexiones, escritos y libros, el fundador del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) consideraba que sin la liberación de la mujer no es posible la liberación de la sociedad.

El pensamiento de Öcalan -que en su Manifiesto por una sociedad democrática (dividido en cinco volúmenes) analiza la historia desde la creación de la civilización sumeria hasta una actualidad controlada por lo que él denomina "modernidad capitalista"- tiene puntos de contacto con la praxis de la escritora italiana Silvia Federici.

En el libro Brujas, caza de brujas y mujeres, Federici señala que "parece existir una relación particular entre el desmantelamiento de los regímenes comunitarios y la demonización de algunos miembros de las comunidades afectadas que convierte la caza de brujas en un instrumento eficaz de privatización social y económica".

Si cambiamos el término "brujas" por "mujeres kurdas", el escenario de horror en el que Turquía convirtió Afrín podría extrapolarse a la Europa de hace siglos. Federici añade que en la guerra contra todas las formas de poder popular, las mujeres eran un peligro para la estructura de poder local y nacional. En el libro, la escritora feminista investiga y reflexiona sobre "los cercamientos ingleses y, en general, el desarrollo del capitalismo agrario a partir de finales del siglo XV en Europa", aunque la relevancia de sus descripciones y análisis podría extrapolarse a Afrin y las demás zonas ocupadas por Turquía en Rojava. Federici habla de encerrar la tierra, pero también el conocimiento, los cuerpos y las relaciones con otras personas y con la naturaleza. Y eso es lo que está ocurriendo en Afrin.

No sólo se expulsó de sus tierras a las mujeres que habitaban el cantón kurdo, sino que el Estado turco aplicó (y sigue aplicando) una política de tala masiva de árboles y robo de la producción de aceitunas, que luego comercializa en Europa. Además de los asesinatos y violaciones de mujeres, los yihadistas y mercenarios que responden ante Ankara (muchos de ellos ex ISIS) han decretado el uso de vestimentas acordes con su interpretación ortodoxa del Islam, así como el cambio de los nombres de las instituciones y la señalización del lugar -que antes de la ocupación estaba en kurdo y árabe- al turco.

Hoy, Rojava es objeto de continuos ataques por parte de Turquía. Las bombas caen a diario sobre ciudades y pueblos. El Estado turco refuerza su política de guerra en el Kurdistán, ya sea en el sureste del país (Bakur, Kurdistán turco), en el norte de Irak (Bashur, Kurdistán iraquí) o en la región autónoma del norte de Siria. Al mismo tiempo, el gobierno turco, presidido por Recep Tayyip Erdoğan, extiende sus brazos armados a Libia (adonde envía mercenarios) y para abrazar a su socio Azerbaiyán en su guerra contra Armenia por el enclave de Nagorno Karabaj.

El Estado profundo turco tiene un plan demarcado desde hace décadas: por un lado, volver al esplendor del Imperio Otomano, extendiendo su control territorial y político; por otro, intensificar la represión contra las minorías étnicas dentro y fuera de Turquía. En este caso, el pueblo kurdo es el principal objetivo debido a su larga historia de resistencia, especialmente la protagonizada por el amplio Movimiento de Liberación del Kurdistán, que aglutina organizaciones político-militares, partidos políticos legales, asociaciones civiles, grupos de mujeres, espacios culturales y de defensa de la lengua materna.

Rodrigo Ruiz Encina escribe: "¿Cómo parar esta guerra contra los pobres? Pensar desde abajo es, aquí, pensar la guerra más allá de la guerra, desestabilizar los conceptos verticalistas que organizan su comprensión y preguntarnos por la producción de los actores de la historia, aquellos que las ideas clásicas suponen preconstituidos". En Rojava, a pesar de la guerra de agresión que sufre el territorio, "desde abajo" es una utopía que se construye día a día: Desde la constitución de AANES, pasando por el sistema de copresidencias en todos los puestos de dirección (un hombre y una mujer) y los espacios autónomos de mujeres, hasta la autodefensa armada y la educación en lenguas nativas (kurdo, árabe, arameo y armenio), el proyecto político y social en Rojava se desarrolla entre el dolor de los muertos queridos y las esperanzas de la liberación total.

En 1984, el cineasta kurdo Yılmaz Güney pronunció un discurso en la celebración del Newroz (Año Nuevo kurdo), el 21 de marzo en París (Francia), en el que resumió la trayectoria de su pueblo. Sus palabras resuenan hoy en cada pecho de los hombres y mujeres del Kurdistán: "Nuestras manos deben saber manejar la pluma, la máquina y el arma. Sabemos bien que si usamos las mejores canciones y las palabras adecuadas de la manera correcta, hablarán como una bala. Nuestras montañas, llanuras y ríos nos están esperando. No queremos pasarnos la vida en el extranjero cantando canciones de exilio. Somos un pueblo cuya valentía ha creado epopeyas y tenemos la determinación y la fuerza para superar todas las dificultades que tenemos ante nosotros. Los demócratas revolucionarios turcos, persas y árabes forman parte de esta lucha y combaten contra el enemigo común como firmes defensores del derecho de la nación kurda a la autodeterminación. La solidaridad de las clases oprimidas es una de las armas más poderosas que tenemos. Que sepan amigos y enemigos que venceremos; sin duda venceremos".

*Leandro Albani es un periodista argentino especializado en Oriente Medio y el Magreb. Es autor de varios libros, entre ellos Revolución en el Kurdistán (2014) e ISIS: El ejército del terror (2016).

Artículo extraído de Medya News