Un arma mortal como los drones, que ahora definen los campos de batalla en todo el mundo, y en particular la guerra de exterminio de Turquía contra los kurdos y sus representantes políticos y militares en la lucha por la democracia y la autodeterminación, hace más que fortalecer un ejército ya poderoso, o incluso afianzar el complejo militar-industrial en un Estado determinado. Contribuye a la redefinición de la subjetividad política y requiere nuevos modos de resistencia, capaces de responder a este cambio de paradigma.
El capitalismo industrial no sólo tuvo como resultado el empobrecimiento del proletariado urbano y el posterior surgimiento del partido marxista-leninista como organización con fines revolucionarios. También produjo los campos de exterminio industriales de la Primera Guerra Mundial, catalizando la catástrofe que produjo el socialismo de Estado en la mitad del mundo.
O también, como escribió el historiador marxista EP Thompson en 1980 en sus Notas sobre el exterminismo, la tecnología nuclear es más que un simple síntoma de la Guerra Fría. Más bien, una sociedad con armas nucleares adopta su propia lógica, análoga al militarismo o al imperialismo, aunque yendo más allá, al comprometer al mundo con un cataclismo potencial que “nadie quiso” y remodelar tanto el capitalismo liderado por la OTAN como el socialismo de Estado soviético en su forma mortal. Thompson llamó urgentemente a que surgiera la “alianza popular más amplia posible” en respuesta a esta amenaza, uniendo fuerzas neutrales y no alineadas en el Tercer Mundo, demócratas en el bloque soviético, socialistas en Occidente y actores tan diversos como “iglesias, eurocomunistas, laboristas, disidentes de Europa del Este… ciudadanos soviéticos no mediados por las estructuras del Partido, sindicalistas, ecologistas” como el único organismo capaz de superar esta lógica aparentemente inexorable.
Pero no surgió tal coalición alternativa. Más bien, las diferencias ideológicas entre Occidente y Oriente no pudieron evitar que la propia lógica del capitalismo lo impulsara a una victoria de pesadilla en la que ni siquiera la hegemonía global podría engendrar una paz duradera.
Ahora vivimos en una era de guerra con drones, una tecnología letal, deshumanizada y dispersa que es, en sí misma, claramente producto de una era en la que se espera que todos produzcamos valor individualmente, incluso mientras dormimos, nos relajamos y utilizamos tecnologías digitales emergentes en nuestra vida cotidiana. El sujeto del capitalismo contemporáneo nunca es libre y el dron hace explícita la lógica totalizadora de la explotación contemporánea. Así como nos persigue un capital anónimo, distante e innombrable en cada rincón de nuestra existencia, también el dron persigue a su víctima en los campos de batalla urbanos de hoy en día.
En todo Kurdistán y en los campos de exterminio de todo Medio Oriente, los drones turcos Bayraktar zumban incesantemente sobre las cabezas, tan enloquecedores como el zumbido de un mosquito de cinco toneladas. La guerra con aviones no tripulados tiene como objetivo quebrar el espíritu de un pueblo que resiste, y no ofrece un objetivo fácil de atacar, ni siquiera un campo de batalla fácilmente definido al que los compañeros de armas puedan arrojarse con salvaje abandono. La vida continúa, aburrida, desesperada, hasta que ese momento de la muerte constantemente esperado llega de repente, demostrando que siempre estuvo ahí.
Pero esta presencia constante no ha derrotado al pueblo kurdo. La guerra con drones exige una respuesta particular en el campo de batalla: dispersión, enjambre, dispersión. Es tentador ver esta respuesta táctica como análoga a la ola de nuevas teorizaciones sobre organización política, subjetividad y resistencia que surgieron después del colapso del comunismo de Estado, teorizando que el siglo XXI se definirá por una nueva resistencia política en la que todos nosotros, como el “99%”, “el enjambre” o “la multitud” necesariamente deben desempeñar nuestro papel.
De ser así, el principal paralelo que podemos identificar es necesariamente pesimista. Lograr una organización eficaz, horizontal y descentralizada contra la hegemonía capitalista contemporánea ha demostrado ser un desafío, como lo ha sido para los movimientos de resistencia desarmados o mal armados resistir la guerra con drones, las imágenes geotérmicas, el armamento activado por movimiento y todas las demás tecnologías del momento contemporáneo.
Teniendo en cuenta estas condiciones adversas, debemos leer la desafiante declaración del Newroz del movimiento kurdo, anunciando con motivo del año nuevo kurdo que han podido responder a la guerra incesante de Turquía derribando un puñado de drones desarmados. Estos golpes pueden ser pequeños, pero de todos modos demuestran un espíritu de resistencia que ha superado los campos de exterminio de dos Guerras Mundiales y la Guerra Fría por igual, y que no será erradicado en la era de la guerra descentralizada con drones.
FUENTE: Matt Broomfield / Medya News / Traducción y edición: Kurdistán América Latina