Gwadar, ciudad de contradicciones y guerra mundial

Compartimos íntegramente el nuevo artículo escrito y publicado por la Comuna Internacionalista de Rojava.

CPEC

Para las fuerzas imperialistas no importan ni la tierra, ni la naturaleza, ni los pueblos o ciudades. ¿Por qué habrían de hacerlo? Las reglas de la modernidad capitalista son las del beneficio y la explotación y, por supuesto, actuarán de acuerdo con ellas. No tiene mucho sentido intentar hacer cambiar de opinión a aquellos que son los agentes de este sistema. Como todo el mundo vive según una moral y una cultura, ellos también lo hacen.

Para las personas, las sociedades, su tierra, su hogar, sus pueblos y ciudades lo son todo, porque son los lugares donde viven, aman, sufren, crean y mueren. Es lo que une a todos los pueblos, es la cultura que vive cada sociedad. El amor a su propia patria sitúa a la sociedad en una oposición natural a la modernidad capitalista. Intentan vivir y preservar mientras que el Capitalismo intenta destruir y robar. Dondequiera que la sociedad esté fuertemente conectada a su tierra natal y no haya sido corrompida, habrá resistencia. Allí insistirán en su vida.

Uno de estos lugares, donde los dos lados opuestos de la historia se encuentran de la forma más directa, es la ciudad de Gwadar. Pero, ¿dónde está Gwadar? Gwadar es una ciudad portuaria en el mar Arábigo, pero considerada una puerta de entrada al océano Índico. Está situada al este de Belucistán, ocupada por los pakistaníes en 1958 tras un tratado entre el gobierno pakistaní y el sultanato de Omán, por el que estaba ocupada anteriormente. Para entender la lucha entre la sociedad y la modernidad capitalista que se está desarrollando aquí, veamos primero Gwadar desde la perspectiva de la gente.

Gwadar parece un asentamiento antiguo, como la mayoría de las ciudades baluchis. Dado que la región siempre ha sido objeto de luchas de poder de diferentes dinastías, una parte del territorio histórico de Gwadar está hoy ocupado por Irán, dividiendo al pueblo y la zona por una frontera estatal artificial. Desde la primera etapa del imperialismo mundial, cuando los invasores portugueses llegaron a la región, Gwadar pasó a ser de su interés. Intentaron apoderarse de la ciudad saqueando e incendiando sus alrededores, pero estaba defendida por tribus baloch. Más tarde, los colonizadores británicos aprovecharon la concurrencia de poder entre los distintos reinos locales e hicieron de Gwadar uno de sus centros de comercio marítimo e intervenciones políticas.

El puerto se convirtió en un punto estratégico para Pakistán con la aparición del llamado proyecto "Cinturón y ruta" de China desde principios de 2014. Aunque hay mucho que decir sobre este proyecto, queremos explicarlo brevemente. Para sus planes imperiales, China está trabajando en una ruta comercial que pasa por Oriente Medio y llega hasta Europa. Mediante la construcción de dicha ruta quieren controlar el comercio y la geopolítica por un lado, y por otro lado quieren ser capaces de exportar productos de la mejor manera posible al mercado mundial y convertirse en hegemónicos en estos campos. Su coincidencia con India convierte a la costa de Baluchistán, controlada por Pakistán, en la entrada más cercana a la ruta marítima hacia el oeste. Pakistán, débil tanto económica como políticamente y también experimentado en la opresión de minorías étnicas y religiosas, es el socio perfecto, o mejor dicho el objeto, para los planes chinos. El Corredor Económico China-Pakistán (CPEC), la realización local del "Cinturón y ruta", se centra principalmente en Baluchistán y ha provocado protestas por parte de diferentes organizaciones y movimientos del amplio panorama del movimiento de resistencia baluchi.

Esta resistencia abarca desde manifestaciones y campañas mediáticas hasta acciones armadas por parte de grupos de guerrilla baloch, dirigidas contra los ejecutores chinos y pakistaníes de los proyectos coloniales, así como contra colaboradores locales. El Ejército de Liberación Baloch ha llevado a cabo acciones que han provocado bajas en las filas del ejército pakistaní y del personal de ingeniería chino, en el propio Gwadar pero también en otras partes de la enorme línea del proyecto de la ruta comercial.

Estas diferentes formas de resistencia y organismos que se oponen al CPEC han llevado al Estado pakistaní a una situación en la que teme perder su papel como agente local del capitalismo global. Los inversores chinos no están muy satisfechos con que Pakistán no sea capaz de controlar al pueblo y oprimir su resistencia. Esta situación llevó al Estado a una nueva ofensiva contra el pueblo baluchi, el proyecto de la valla de Gwadar. Según han informado diferentes organizaciones baloch (léase también este enlace para más información), la ciudad, ya militarizada, está destinada a convertirse en un castillo comercial, manteniendo a los indígenas fuera de ella y sacrificándola totalmente a los medios de lucro. Para ello se están vallando 24 kilómetros cuadrados y se están instalando más de 500 cámaras de vigilancia. El número de militares desplegados no se ha dado a conocer hasta ahora.

Aunque sólo se trata de números, el significado de este proyecto debe entenderse bien y no separarse de la guerra global de la modernidad capitalista contra el pueblo en aras de un nuevo orden que esperan que les salve de la crisis en la que han metido al mundo. Oriente Medio es desde hace mucho tiempo el centro de lo que Abdullah Öcalan denominó la tercera guerra mundial. La ocupación y la política genocida en Kurdistán, Palestina y Baluchistán traen dolor, sufrimiento y pena a millones de personas, pero todas ellas aparecen como cálculos en los proyectos de la modernidad capitalista para establecer nuevas rutas para el comercio de bienes y energía.

La modernidad capitalista convierte las tierras más preciosas y antiguas en cementerios de personas y de su cultura. Aunque sean los que más se manchen las manos de sangre, ni el Estado turco, ni Israel, ni Pakistán son los únicos que están a punto de convertir Oriente Medio en mares de sangre y ruinas de un patrimonio borrado. Es una lógica que elige el beneficio por encima de la vida, el cálculo por encima de la empatía y el Estado por encima de las personas. Como vemos dolorosamente, esperar ayuda o apoyo de instituciones internacionales como Naciones Unidas no detuvo ninguna de estas agresiones imperiales. Durante décadas se han llevado a cabo políticas genocidas en Kurdistán, Palestina y Baluchistán y, aparte de palabras y declaraciones vacías, no ha ocurrido nada. Esto no debería asombrarnos por formar parte del mismo sistema, de la misma lógica.

Lo que debería asombrarnos son las carencias a la hora de construir una unidad de los pueblos, los que están vinculados a la vida, la sociedad, el patrimonio, la libertad, la paz y la igualdad. Construir lazos y estructuras más fuertes que no caigan en falsos amistades y superar el racismo y las diferencias religiosas que se han creado para dividir son tareas cruciales para el futuro próximo. Puede que la ruta comercial tenga una de sus primeras estaciones en Gwadar, pero no se va a detener ahí. Para la modernidad capitalista, cada etnia y cada región es sólo un número de cálculo, cada ciudad es un punto de comercio potencial que se puede limpiar de su gente.