La política debe aportar una solución
La responsabilidad recae ahora en el Estado y en las instituciones políticas. El llamado "terrorismo", que se culpaba de obstruirlo todo, ya no es una excusa.
La responsabilidad recae ahora en el Estado y en las instituciones políticas. El llamado "terrorismo", que se culpaba de obstruirlo todo, ya no es una excusa.
El Líder del Pueblo Kurdo, Abdullah Öcalan, hizo su tan debatida y esperada declaración el 27 de febrero. En ella afirmó que "las condiciones en las que surgió el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) han cambiado" y llamó al PKK a "convocar un congreso, decidir el abandono de las armas y disolverse". También subrayó que tanto la resolución de la cuestión kurda como la lucha socialista estaban en la agenda desde principios de la década de 1990, y que no haber dado este paso antes significaba que ya iban con retraso.
La declaración de Öcalan, titulada Llamado a la Paz y a una Sociedad Democrática, tiene, sin duda, un significado histórico. Diversos sectores, en particular el PKK, han destacado su importancia, refiriéndose a ella como el "Manifiesto del Siglo" o el "Manifiesto de la Era". Es evidente que realizar un llamado de este calibre, que implica un cambio fundamental tanto en la estructura organizativa del PKK como en su enfoque estratégico y táctico, refleja una postura de liderazgo decisiva. Al emitir este llamado y llegar a esta conclusión, el Sr. Öcalan ha vuelto a demostrar su liderazgo ante todos.
Es evidente que el Líder del Pueblo Kurdo, Öcalan, hizo este llamado porque ya no considera que la estructura organizativa actual y la línea de lucha del PKK sean compatibles con su recién desarrollada Teoría de la Civilización Democrática y con los principios de la Modernidad Democrática en organización y resistencia. Además, veía las condiciones políticas y militares actuales como una oportunidad significativa para implementar estos cambios. Con esta transformación fundamental, su objetivo era reformar el PKK y, al hacerlo, avanzar en el cambio democrático tanto en Turquía como en Medio Oriente.
En respuesta a este llamado, el Comité Ejecutivo del PKK anunció en su declaración del 1 de marzo que había "declarado un alto el fuego" y que estaba "listo para convocar un congreso". Subrayó que este paso tenía como objetivo allanar el camino para la implementación del Llamado a la Paz y a una Sociedad Democrática. No obstante, el comunicado también enfatizaba que, para que el congreso pueda decidir formalmente sobre el desarme y la disolución, deben establecerse condiciones en las que Öcalan pueda vivir y trabajar libremente. Se insistía en que tales decisiones solo podían tomarse bajo la dirección directa de Öcalan.
Los pasos tomados en este proceso son claros y comprensibles. El Sr. Öcalan hizo, en primer lugar, un llamado sin precedentes, uno que ni siquiera sus oponentes habían anticipado. Posteriormente, el órgano correspondiente del PKK respondió declarando un alto el fuego y afirmando que cumpliría e implementaría las directrices del llamado. Sin embargo, también subrayó que, para que se celebre un congreso en el que se tomen decisiones sobre el desarme y la disolución del PKK, la participación directa de Öcalan es esencial e inevitable. El mensaje es claro: solo el Sr. Öcalan, como líder fundador del partido, puede liderar el proceso de su disolución.
Todos estos puntos son claros y directos. Para que el proceso iniciado a principios de octubre de 2024 avance, el Líder del Pueblo Kurdo, Abdullah Öcalan, debe tener condiciones en las que pueda vivir y trabajar libremente. Debe poder comunicarse e interactuar con quien considere necesario, incluido el PKK. De lo contrario, simplemente decirle al PKK que "celebre un congreso y se disuelva" mientras Öcalan sigue bajo las severas condiciones de aislamiento y tortura en İmralı no es un enfoque práctico ni realista. Por lo tanto, la clave para avanzar es el establecimiento inmediato de condiciones que le permitan vivir y trabajar libremente. Naturalmente, la responsabilidad de esto recae en quienes sostienen el sistema de İmralı, es decir, la República de Turquía. La decisión está ahora en manos del Estado turco y sus autoridades políticas. Reflejando esta sensación de urgencia, Sırrı Süreyya Önder, miembro de la delegación de İmralı, también ha expresado su expectativa de que "la situación se aclarará dentro de esta semana".
Esta situación plantea una cuestión crucial: ¿puede el establecimiento político de Turquía, tanto el gobierno como la oposición, demostrar la voluntad de tomar medidas? ¿Garantizará que el Líder del Pueblo Kurdo, Öcalan, obtenga las condiciones para vivir y trabajar libremente? ¿Puede establecer el marco legal necesario para hacerlo posible? Es evidente que la respuesta a estas preguntas tiene una importancia vital.
En realidad, lo que está en juego no es simplemente la creación de un nuevo marco legal para una sola persona, el Líder del Pueblo Kurdo, Öcalan. Algunos dentro del Partido Republicano del Pueblo (CHP) se han centrado en esta cuestión, pero en verdad, esto no es más que una preocupación superficial. Lo que realmente importa es que el establecimiento de un marco legal que garantice a Öcalan las condiciones para vivir y trabajar libremente marcaría el inicio de una transformación legal más amplia para la democratización de Turquía. Si se da este paso, que en esencia significa cruzar un umbral o romper un tabú de larga data, allanará el camino para que las reformas democráticas necesarias se implementen con mayor facilidad.
Por otro lado, la respuesta a esta cuestión es más una necesidad que una elección. La política turca debe convertirse en una fuerza capaz de generar soluciones. La situación actual es, de hecho, una consecuencia directa de que la política haya fallado en ser una solución en el pasado. El propio Öcalan destacó este punto en su llamado, afirmando que "el fortalecimiento de la línea del PKK en el pasado fue consecuencia del fracaso de la política democrática".
Si la política turca vuelve a fracasar en la resolución del problema y en su lugar asume que "dado que el PKK ha declarado un alto el fuego y se está disolviendo, el problema está resuelto", cometerá un grave error. Ignorar las causas fundamentales que llevaron al surgimiento del PKK, es decir, la cuestión kurda y la falta de democracia en Turquía, y abordar solo el resultado en lugar del problema subyacente, conducirá a más complicaciones. Incluso si el PKK deja de existir en su forma actual, inevitablemente surgirán nuevos movimientos. La historia ofrece lecciones claras: en los últimos dos siglos, una rebelión tras otra ha surgido, llevando en última instancia a la formación de un movimiento como el PKK, que ha resistido durante casi medio siglo. Si la cuestión kurda no se resuelve dentro del marco de la democratización de Turquía, el futuro podría presenciar desarrollos aún más complejos y destructivos.
El pueblo kurdo ha demostrado un enorme coraje y sacrificio con el reciente llamado de Öcalan. La política turca debe reconocer y considerar lo difícil que es esta decisión para la sociedad kurda. De hecho, ya han surgido preocupaciones desde varios sectores de la sociedad. Incluso las madres han expresado sus reservas, afirmando: "Un alto el fuego unilateral no es aceptable; las armas deben silenciarse en ambos bandos". Esta realidad pone de manifiesto cuán difícil será para el PKK cumplir con las expectativas que se le han impuesto, una dificultad que no debe pasarse por alto.
La responsabilidad recae ahora firmemente en el Estado y en las instituciones políticas. El llamado "terrorismo", que antes se culpaba de bloquear todo, ya no es una excusa. El espacio político está completamente abierto y debe demostrar su capacidad para encontrar soluciones. No hay que olvidar que la causa raíz de la violencia y el terrorismo radica en la ausencia y el fracaso de la política democrática.
Turquía enfrenta una prueba histórica. Su éxito marcará el comienzo de una nueva democracia ejemplar; su fracaso la empujará a una era aún más oscura.