Hoy se cumple un año desde que un racista disparó a nueve personas en Hanau unidas por una historia de migración: Ferhat Unvar, Said Nesar Hashemi, Vili Viorel Păun, Mercedes Kierpacz, Sedat Gürbüz, Kaloyan Velkov, Fatih Saraçoğlu, Gökhan Gültekin y Hamza Kurtović. El ultraderechista los asesinó la noche del 19 de febrero de 2020 dentro y fuera de bares, en un aparcamiento y en un quiosco. Más tarde mató a su madre y después se mató a sí mismo.

Pero el en Hanau no es un incidente aislado. Forma parte de una larga historia de actos de violencia racista y de extrema derecha en Alemania. Tras el ataque antisemita a la sinagoga de Halle y el asesinato del presidente del distrito de Kassel, Walter Lübcke, el de Hanau es el tercer atentado terrorista de extrema derecha con víctimas mortales en un año. Según la Asociación de Abogados Republicanos (RAV), al menos 213 personas han sido víctimas de la violencia de la derecha desde 1990.

Un año después del atentado de Hanau, el sufrimiento de los familiares sigue siendo tan profundo como lo era el día día después, porque muchas preguntas siguen sin respuesta. ¿Cómo se produjo el atentado? ¿Se pudo detener al asesino? ¿Por qué se cerró una salida de emergencia en una de las escenas del crimen y por qué las llamadas de emergencia no llegaron a la policía? Un año después del atentado en Hanau, los familiares, los supervivientes y los afectados siguen quejándose del fracaso de las autoridades estatales y exigen que se aclare lo sucedido y que haya consecuencias políticas amplias.

El 14 de febrero, familiares, supervivientes y activistas de la iniciativa ‘19 de febrero en Hanau’ dieron a conocer los resultados de su propia investigación. En un vídeo trazaron una cadena de fracasos: el fracaso de las autoridades durante y después del delito, la torpeza de las oficinas de asistencia a la hora de prestar apoyo, la falta de voluntad de las autoridades judiciales y policiales para llevar a cabo una investigación adecuada, para seguir las pistas, para tomar en serio las nuevas amenazas y, en definitiva, para protegerlos. En definitiva, el vídeo aborda recurrentes faltas de respeto y gestos denigrantes hacia los afligidos y los supervivientes, e incluso hacia los muertos. Trata de racismo institucional.

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