El Comité para la Protección de los Periodistas (CPP) y Reporteros Sin Fronteras (RSF) se han pronunciado en las últimas semanas a favor de que se tomen medidas contra los malos tratos infligidos a los periodistas que trabajan en Kurdistán o cubren la guerra de Turquía contra los kurdos. La persecución, el acoso y el hostigamiento de la prensa turca no se limitan a sus fronteras, sino que se extienden por todo Oriente Próximo, e incluso por Europa.
Tras un mortífero ataque aéreo contra un automóvil perteneciente al canal de noticias femenino JIN TV, en el que murió el conductor y resultaron heridas reporteras, el CPP declaró: “Las autoridades turcas deben iniciar rápidamente una investigación sobre este ataque, determinar quién fue el responsable y si el equipo de reporteros era el objetivo, y exigir responsabilidades a los autores”. JIN TV realiza una labor extraordinaria al permitir que las jóvenes kurdas cuenten sus propias historias, cubran temas relevantes para sus vidas y digan la verdad frente al poder patriarcal que representa el régimen autoritario de Erdogan en Turquía. Por derecho, su trabajo debería celebrarse en todo el mundo como ejemplo de autonomía de las mujeres en los medios de comunicación.
Pero en lugar de eso, sus trabajadoras deben temer por sus vidas. Y mientras tanto, parece haber pocas esperanzas de que Turquía -que ha lanzado repetidamente mortíferos ataques aéreos matando a trabajadores de los medios de comunicación en Rojava (Kurdistán sirio)- escuche el llamamiento del CPP para que se lleve a cabo una investigación. Después de todo, se ha permitido que la mortífera guerra de drones de Turquía continúe sin disminuir incluso después de haber estado a punto de golpear a personal militar estadounidense que trabajaba directamente con las autoridades kurdas de Siria.
Esta misma cultura de la impunidad es la que permite a Turquía manipular la política estadounidense, internacional y europea en su interminable guerra contra los kurdos. El mes pasado, el periodista británico y colaborador de Medya News Matt Broomfield fue detenido e interrogado por la policía del Reino Unido, a causa de sus propios reportajes desde Rojava. RSF se unió al Sindicato Nacional de Periodistas del Reino Unido para exigir explicaciones a las autoridades británicas y la devolución inmediata de las pertenencias incautadas a Broomfield.
Una vez más, no es probable que esa explicación se produzca. Porque las autoridades británicas tendrían que admitir un secreto a voces: que están dispuestas a atacar a la comunidad kurda de su país, a los periodistas y a quienes solo tienen vínculos tangenciales con la causa política kurda, todo ello por orden de Erdogan.
Estas cuestiones no se limitan al Reino Unido. En Estados Unidos, los periodistas kurdos críticos con las autoridades turcas aparecen en la lista de exclusión aérea que se filtró en Internet a principios de año, lo que demuestra una vez más el alcance de la influencia turca en la política de seguridad al otro lado del charco. En toda Europa, los periodistas kurdos exiliados viven con el temor de ser deportados a Turquía por gobiernos igualmente cómplices de las agresiones turcas a la prensa libre. La periodista kurda Perihan Kaya, por ejemplo, se enfrenta a la amenaza inmediata de ser devuelta al brutal sistema penitenciario turco.
En términos de libertad de prensa, RSF sitúa a Turquía en el puesto 149 de más de 180 países. Según algunas informaciones, un tercio de los periodistas encarcelados en el mundo se encuentran en Turquía, y muchos de ellos son kurdos. Estos malos tratos son de esperar por parte de las autoridades turcas. Pero los Estados occidentales deben hacer mucho más en la defensa de los derechos periodísticos fundamentales, en lugar de hacerse a un lado cobardemente ante los descarados ataques de Erdogan a la libertad de expresión y a la legítima actividad de los periodistas.
Fuente: Traducción y edición: Kurdistán América Latina/ Publicado originalmente por Robin Fleming / Medya News.