Condiciones de esclavitud para los jornaleros

Los jornaleros de Adana son sometidos a condiciones de esclavitud en los campos. Además de las largas jornadas y reducidas pagas no son dados de alta en ningún seguro. Los trabajadores se ven obligados a aceptar para poder sobrevivir.

Algunos vienen de Adana, otros han sido forzados a emigrar de sus tierras por distintas razones, pero lo que todos tienen en común es que son trabajadores de la tierra.

Las mujeres, hombres y a veces niños, que trabajan como jornaleros, son sometidos a condiciones de esclavitud.

Se levantan a las 03:30, antes de los rezos de las mañanas y se suben al mini-bus compartido que les llevará al lugar de trabajo.

Cuando llegan a los campos de granados, el sol ni siquiera amenaza con salir. Durante la mañana trabajan desde las 05:00 tras calentarse primero alrededor de una hoguera que encienden para protegerse del frió terrorífico que hace.

Los trabajadores no tienen jornadas fijas, su trabajo termina cuando llenan tres camiones de fruta. De media los camiones suelen llenarse a las 16:00. El jornal de los trabajadores, que afirman que las condiciones son prácticamente las mismas que Çukurova, son 60 liras turcas.

Pero aparte del jornal, no reciben ni un pequeño almuerzo ni el dinero que cuesta el desplazamiento y mucho menos cotizaciones a ningún seguro. El trabajo suele provocar dolores y problemas de hernia especialmente en el cuello y la zona lumbar.

“Si al menos tuviéramos un seguro…”

Pınar Çakın (23),  que trabaja como recolectora con su hermana desde hace 4 años, ha dicho que las condiciones laborales son inaceptables pero que no tienen opciones.

Cakin dice que se arrodillan en el barrio mientras llueve y añade que el trabajo genera todo tipo de enfermedades.

“No siempre hay trabajo. A veces tenemos que trabajar todos los días sin permiso durante todo un mes. Ganamos alrededor de 1300 liras al mes. Es poco dinero, pero suficiente por ahora. Claro que si tuviéramos un seguros trabajaríamos más cómodas”.

Aysel Yilmaz, 40 años, empezó a trabajar como jornalera cuando era niña, es el sustento de su familia.

Madre de cuatro niños, Yilmaz nos cuenta porque empezó: “Comencé para ayudar financieramente a mi familia antes de casarme. Todas las mujeres y niñas del barrio  iban a los campos a trabajar en la recolección. Tras casarme, me dí cuenta de que la vida era muy cara. Empecé a trabajar de nuevo cuando mis hijos habían crecido un poco. Ahora tengo que posponer mi jubilación ya que tengo deudas por mi casa y los gastos escolares”.

İhsan Yerlikaya, 36 años,  afirma que los huertos a los que van ahora son fáciles, lo difícil es el trabajo de invierno en los campos de naranjos y mandarinos.

“En invierno son tan fríos que nuestras manos se congelan cuando recolectamos la fruta. Cuando llueve y se embarra, la situación es insoportable. Pero sabemos que es lo único que tenemos. Por lo menos, si ganáramos el jornal de un mes, estaríamos agradecidos. Pero esto no sucede a pesar de toda las penurias que pasamos”.