El movimiento zapatista celebra su 25º aniversario

Este mes de enero, el movimiento zapatista acaba de celebrar oficialmente su 25º aniversario. Todavía continúan construyendo su realidad e innovando en sus prácticas en las montañas de Chiapas.

Cuando el amanecer del 1 de enero anunció el comienzo de 1994 varias grandes columnas de guerrilleros, hombres y mujeres, hicieron su entrada en varios pueblos y ciudades del estado de Chiapas, al sur de México.

Aunque sus rostros estaban cubiertos de bufandas y pasamontañas, no fue difícil darse cuenta de que los componentes de este peculiar ejército insurgente eran indígenas.

Ese mismo día México inició el Tratado de Libre Comercio (TLC) con Estados Unidos y Canadá, que según el Gobierno y las élites de poder, debe llevar al país a la prosperidad y convertirlo en un país "desarrollado y moderno".

Al mismo tiempo, los mexicanos y el mundo vieron con asombro la aparición, desde la niebla de las selvas y las zonas montañosas, de una nación indígena, siempre olvidada y humillada, que se había llamado a sí misma Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).

La peculiaridad del "movimiento zapatista" fue que la insurgencia armada por primera vez no tenía la intención de tomar el poder, ni de librar una guerra de guerrillas tradicional. Lo que quería hacer era enviar sus mensajes al mundo, concienciar a la sociedad de la existencia de esta "nación olvidada" a lo largo de la historia. Una nación que sigue viviendo en condiciones de pobreza y abandono, pero que también conserva su orgullo, sus culturas y sus lenguas.

Varios fueron los aportes zapatistas en el ámbito político y social: una práctica de democracia directa y participativa basada en las tradiciones indígenas. El papel dirigente y ejecutivo de las mujeres en la vida y el funcionamiento de las comunidades. El uso de la red y de los medios de comunicación como un altavoz poderoso y eficaz para difundir sus reivindicaciones, sus realidades y promover la solidaridad en torno a ellas.

A lo largo de los años los zapatistas decidieron unilateralmente dejar de usar las armas, apegándose a los únicos mecanismos de autodefensa, y pasar a una etapa de transformación de una realidad cercana a ellos, construyendo desde abajo sobre la base de un criterio de "autonomía" política, administrativa y social, y en esa dirección poner en práctica proyectos productivos comunitarios, así como planes educativos y de salud, todo ello acompañado de un profundo respeto a su diverso y exuberante entorno natural.

Políticamente, los zapatistas han expresado en numerosas ocasiones que no creen en los canales electorales tradicionales, por lo que sus acciones tienen que ver con los movimientos sociales, y especialmente con las realidades de las comunidades originarias, de las que fueron fundadores y formaron parte del Congreso Nacional Indígena de México.

En los últimos años los zapatistas han dejado de recibir la importante atención que les dedican los medios de comunicación. Pero esto no significa que su trabajo comunitario haya dejado de existir. La realidad es que sus prácticas de autonomía no son un buen "ejemplo" para las élites que gobiernan en el ámbito político, económico e ideológico. Del mismo modo, no son del agrado de gran parte de la izquierda latinoamericana tradicional, demasiado apegada a la estrategia clásica de "tomar el poder".

Como parte de este último comentario, también podemos registrar al nuevo Presidente de México, Antonio Manuel López Obrador (AMLO), y a su Movimiento de Renovación Nacional (Morena), que por primera vez ostenta el Gobierno del Estado de Chiapas.

AMLO tiene entre sus propuestas dos grandes planes para la región, que son un ambicioso programa de desarrollo (que incluiría las zonas fronterizas de Guatemala, Honduras y El Salvador). Y el llamado tren maya, para abrir la puerta a un turismo masivo al territorio donde se desarrolló la impresionante cultura maya, de la cual, por cierto, los indígenas zapatistas son descendientes directos.

Estos dos megaproyectos tendrán una fuerte repercusión en toda la zona: Una presencia creciente e intervención directa del Estado. Fuertes inversiones inducidas en infraestructura que afectarían enormemente el medio ambiente y generarían un creciente interés por parte de los terratenientes locales por usurpar tierras indígenas "no colonizadas", lo que lógicamente aumentaría su valor. O la promoción de un modelo turístico que vaya acompañado de un alto consumo de servicios y recursos naturales y que tenga una probada capacidad para provocar fuertes deformaciones sociales.

Las relaciones políticas entre los zapatistas y AMLO nunca han sido buenas, por lo que los planes del Presidente serán un nuevo y difícil desafío para el futuro inmediato.

En cualquier caso, este mes de enero, el movimiento zapatista acaba de celebrar oficialmente su 25º aniversario. Todavía continúan construyendo su realidad e innovando en sus prácticas en las montañas de Chiapas.