La ultraderecha en Brasil gana la primera vuelta de las elecciones presidenciales

Tras la victoria de la ultraderecha en primera vuelta, el candidato del PT tiene una misión casi imposible para recuperar el terreno perdido: ganarse el apoyo de casi la totalidad de los otros partidos.

El domingo 7 de octubre 147 millones de votantes estaban llamados a las urnas para elegir al presidente de Brasil, 27 gobernadores de estado, 513 diputados y 54 senadores (dos tercios de la cámara de senadores).

Los resultados oficiales han dado la victoria en primera vuelta, y con la abstención de 30 millones de votantes, al candidato de la ultraderecha, Jay Bolsonaro. El candidato ultraderechista cosechó el 46% de los votos mientras que la coalición del Partido de los Trabajadores (PT), con el candidato Fernando Haddad a la cabeza, se quedó en un 27%.

El tercer grupo en liza fue el partido de centro-izquierda, encabezado por Ciro Gomez, con un 12%. Mientras que los otros 13 candidatos obtuvieron resultados muy bajos. Sin embargo, de cara a la segunda vuelta todos estos grupos pueden ser decisivos.

Bolsonaro no es exactamente un político desconocido en Brasil ya que ha sido diputado durante 17 años. Un antiguo capitán del ejército, ha defendido la sangrienta dictadura que sufrió el país durante  20 años desde 1965 a 1985, y ha justificado el uso de la tortura de aquella época. Sus constantes pronunciamientos indican que es abiertamente racista, machista y enemigo de la diversidad sexual, así como un virulento antiizquierdista que promueve el odio hacia sindicatos y movimientos sociales.

A pesar de que su plan de gobierno es confuso, no ha querido comprometerse con medidas concretas y ha preferido expresar ideas generales que guiarán su mandato: privatización de empresas públicas, supresión de las políticas sociales, políticas represivas duras en relación a la inseguridad que vive el país, salida del Acuerdo de París sobre cambio climático, reducción de la administración pública central y una guerra contra la izquierda.

Para retar a Bolsonaro, el candidato del PT, que fue alcalde de Sao Paulo y ministro de educación durante el gobierno de Lula da Silva, fue Haddad. Fue precisamente Lula quien le eligió personalmente cuando se le impidió presentarse a las elecciones debido a la condena de 12 años que se le ha impuesto en un proceso judicial plagado de irregularidades y sospechas de manipulación e interferencias políticas.

El programa de Haddad plantea retomar las propuestas progresistas del PT y sus aliados tradicionales: recuperación de las políticas sociales, reducción de impuestos a las capas desfavorecidas y elevación de los mismos a las capas pudientes, mantenimiento de las empresas públicas, reforma agraria y de política urbanística, etc.

Este gigante de Sur América, la octava economía del mundo y la segunda en el continente tras México, tiene algo más de 210 millones de habitantes, y es la fundadora del bloque de países emergentes conocido como BRICS. El país es clave para el desarrollo económico de la región.

El país ha vivido una severa crisis desde 2016 cuando la presidenta Dilma Rousseff, del PT, fue destituida por un golpe parlamentario con argumentos técnicos. Ese episodio ha radicalizado y fracturado a la sociedad, tal y como muestran los resultados electorales.

La corrupción es una constante en las capas institucionales y estatales. De los actuales 521 diputados, 299 están siendo investigados y 76 ya han sido condenados; los niveles de inseguridad están entre los más altos del mundo: solo en el año pasado se han contabilizado 63,880 homicidios. La crisis económica, más allá de los datos macroeconómicos, ha impactado en la vida diaria de la población de muchas maneras. El desempleo, la pobreza y la constante perdida de poder adquisitivo de los salarios, en una sociedad que ya está entre las más desiguales del planeta, pintan un panorama de difícil salida.

La crisis de legitimidad afecta  a todas la instituciones y partidos, no solo al PT, sino a todos los estamentos, desde la derecha a la izquierda, y ha sido por tanto un terreno fértil para que un ‘salvador de la patria’ como Bolsonaro, con mensajes cortos y simples de medidas duras y radicales haya podido crecer.

A pesar de la importancia de la posición del presidente, Brasil es un país diverso a nivel regional, y tiene un sistema federal, por lo que para que el ejecutivo pueda sacar adelante sus políticas se requiere de un constante juego de alianzas y pactos con los gobernadores, los numerosos grupos parlamentarios y otros sectores sociales y económicos.

Las cifras de la primera vuelta reflejan un declive en el número de diputados del PT, como muestra la perdida de 10 escaños o el hecho de que la expresidenta Rousseff haya quedado cuarta para el senado en su estado natal, uno de los tres más grandes del país, Minas Gerais.

 

Por lo que además de mirar quien será el presidente, también habrá que observar como queda la correlación de fuerzas y alianzas, tanto en los estados como en el parlamento y el senado, para ver que capacidad real de gobernar tendrá el nuevo presidente tras la segunda vuelta.

El 28 de octubre los votantes cariocas decidirán. Está claro que Bolsonaro solo necesita que un puñado de los votantes de los partidos tradicionales de derecha se decanten por él para ganar, mientras que Haddad tiene una misión casi imposible en 20 días: conseguir que todos los otros candidatos formen una coalición y pidan el voto para él. Desde la derecha tradicional hasta la izquierda radical. La experiencia indica que cuando tiras hacia la derecha pierdes por la izquierda. Por lo que Haddad tiene poco margen de maniobra.

En cualquier caso, el resultado también dependerá de la percepción que se tenga de Bolsonaro como figura antidemocrática, como un peligro para casi todo el mundo y que por tanto también se pueda movilizar a los que se han abstenido en primera ronda.

Por ahora, la bolsa brasileña ha subido un 6% tras la victoria de Bolsonaro en primera ronda lo que parece indicar que la oligarquía brasileña ya ha elegido su representante.