La tasa de inflación en Turquía subió al 61,14 por ciento en marzo en comparación con el mismo mes del año pasado. Así lo anunció hoy la Oficina Nacional de Estadística en Ankara. En febrero, el aumento había sido de alrededor del 54 por ciento. Los economistas suponen que la tasa de inflación seguirá siendo superior al 50 por ciento a finales de año, entre otras cosas debido al fuerte aumento de los precios de la energía.

Los precios de los combustibles aumentaron de manera particularmente pronunciada. Los costos de transporte, que incluyen gasolina y combustible diesel, aumentan alrededor del 100 por ciento año tras año. Pero los de los alimentos también siguieron aumentando. Según la autoridad de estadísticas, los precios al productor incluso aumentaron alrededor de un 115 por ciento interanual en marzo.

Turquía está sintiendo particularmente los efectos del aumento de los precios del petróleo y el gas causado por la guerra de agresión rusa contra Ucrania. El país importa casi la totalidad de sus necesidades energéticas. Rusia y Ucrania también son importantes proveedores de cereales y aceite de girasol. El aceite comestible en particular se ha vuelto mucho más caro recientemente. En abril se redujo el impuesto al valor agregado de algunos productos como artículos de higiene.

Se considera que la razón principal del fuerte aumento de los precios al consumidor es la orientación laxa de la política monetaria turca. Bajo la presión del presidente Recep Tayyip Erdogan y en contra del consejo de los expertos, el banco central turco redujo la tasa de interés clave varias veces el año pasado, la más reciente al 14,0 por ciento. El líder del AKP es un oponente declarado de las altas tasas de interés porque, contrariamente a la doctrina económica común, promoverían una alta inflación. Además, la moneda nacional débil, la lira, ha estado elevando los precios considerablemente durante algún tiempo, ya que encarece los bienes importados.